El Mercurio
Mañana y el sábado será el turno de "La Canción de la Tierra", de Mahler. Y la próxima semana, de la Missa Solemnis de Beethoven.
Romina de la Sotta Donoso
El español Álvaro Albiach (1968), quien asumió en octubre como titular de la Orquesta de Extremadura, vuelve a nuestro país para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Chile, en obras cumbres de Mahler y Beethoven, siempre a las 19:40 horas, en el Teatro U. de Chile.
De Mahler, y con la contralto Pilar Díaz y el tenor Gonzalo Tomckowiack como solistas, mañana y el sábado abordarán "La Canción de la Tierra" (1909). La compuso aún impactado por la muerte de una hija, su despido de la Ópera de Viena, y la afección cardíaca que le diagnosticaron y que le quitaría la vida dos años después. Era "lo más personal" que había escrito, confesó a Bruno Walter, y definió la pieza como "una sinfonía para contralto, tenor y orquesta.
Según Albiach, "es un recorrido por la vida del ser humano; trata tanto de sus alegrías como de sus miserias, desde la juventud y la belleza hasta la soledad y la muerte. Los poemas chinos, que Mahler utiliza, le dan una perspectiva muy reposada, incluso ante situaciones desesperadas como la muerte".
El programa se completa con el Adagio de la Décima Sinfonía que Mahler no alcanzó a completar: "Es una explosión, una queja en voz alta por la compleja separación de Alma, su pareja de toda la vida".
Los días 2 y 3 de agosto, Albiach conducirá nuevamente a la Sinfónica, más el Coro Sinfónico U. de Chile y los solistas Claudia Pereira, Evelyn Ramírez, Gonzalo Tomckowiack y Arturo Jiménez. Juntos interpretarán la Missa Solemnis (1823) de Beethoven. "Es uno de los puntales de la escritura coral del siglo XIX", asegura Albiach. Y dice que es el resultado del "ejercicio de querer": "Era todo un reto para Beethoven, por las dificultades que tenía al componer para voz y orquesta. Se demoró cuatro años en completar esta misa, pero hizo exactamente la obra religiosa que quería".
La pieza es de una exigencia tan grande para los cantantes que recién se la estrenó completa en 1930, ya muerto su autor, quien la había calificado como "la más grande y mejor lograda" de sus obras.
"Sus dimensiones son brutales y es muy difícil. El movimiento coral de la Novena de Beethoven todo el mundo lo canturrea, y se ha versionado tres millones de veces, pero para el coro es dificilísimo, tal como la Missa Solemnis , que exige mucho de las voces, en términos de registro, capacidad y resistencia física", confiesa el director.
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