Aunque las negociaciones aún no se inician, el mundo artístico y creativo británico quedará expuesto a la pérdida de beneficios que le otorgaba ser miembro de la Unión Europea.
María Soledad Ramírez R.
El gobierno británico ha dicho que salir de la Unión Europea, UE, no significa salir de Europa ni cerrar los lazos culturales que los ha unido al continente desde siempre. Pero los efectos del Brexit ya existen en ese mundo, aunque las negociaciones que definirán el nuevo marco de relación entre el Reino Unido y la UE aún están a fojas cero, tras la reciente presentación de la carta de salida el pasado 29 de marzo.
Las consecuencias ya se dejan ver: la Orquesta Barroca de la Unión Europa tenía su sede en Inglaterra desde 1985, pero tras el Brexit ya definió su futuro. Como lo señaló su director general, Paul James, en mayo darán su último concierto en Londres y luego se trasladarán a Amberes, en Bélgica, porque "no hace ningún sentido dirigir una entidad de la UE desde fuera de esta".
Drástica fue la decisión del famoso historiador de la Universidad de Londres, experto en Rusia, Orlando Figes, quien anunció en febrero en su Twitter que dejaba la nacionalidad británica, adoptando la alemana, como rechazo a la votación de junio del año pasado. En la misma senda, el alemán Martin Roth dejó la dirección del museo Victoria & Albert después del referéndum.
Y por otra parte, el británico Ian Smith, director del Consejo de Música Europea, tendrá que dejar su puesto cuando el divorcio entre la isla y el continente se complete, en 2019.
Estos ejemplos se multiplican hoy en el Reino Unido: las encuestas antes y después del Brexit han sido consistentes en mostrar que un 96% de los miembros de las industrias creativas se oponen a este. Una carta publicada por The Guardian antes de la votación de junio reunía la firma de casi 300 artistas de todo tipo de disciplinas en contra de abandonar a la UE, con nombres como el cineasta Steve McQueen, los escritores John Le Carré e Ian McEwan, el arquitecto David Chipperfield, el actor Benedict Cumberbatch, entre otros. No todos están en contra: entre los pocos pro Brexit está el famoso actor Michael Caine.
La primera preocupación del mundo cultural es que su sector tenga espacio e influencia en las negociaciones. En febrero, el gobierno británico publicó su carta de navegación para el Brexit, la cual contenía 12 puntos esenciales. Ninguno de ellos hacía referencia explícita hacia esta área.
Sin saber "cómo viene la mano", para quienes están en este sector hay varios ámbitos que se vuelven complejos, si ya no han de estar bajo el paraguas de los beneficios de la UE. Primero la libertad de moverse. "La movilidad es fundamental para la progresión profesional de artistas y operadores culturales, en particular para aquellos de menor tamaño. Sin ella, la circulación de ideas y nuevas propuestas artísticas se verá profundamente afectada", señala Rosa Pérez Monclús, miembro de Culture Action Europe, organismo dedicado a las políticas culturales de la Unión Europea.
Las dudas también surgen sobre qué sucederá con los impuestos y tarifas que se pagan por espectáculos o por traslado de obras dentro de Europa -para un exposición, por ejemplo-, y cómo se adecuará la legislación británica a los derechos de autor, de propiedad y royalties que hoy son exigentes en la UE. Las conversaciones que actualmente lleva adelante la entidad en torno a un mercado común digital también han quedado en la ambigüedad, ya que Londres lideraba las negociaciones, pero ahora han perdido influencia porque se irán de la casa común.
Los fondos concursables en cultura es quizás el tema más complejo. El sector de las industrias creativas es el que ha crecido más rápido en el Reino Unido, alcanzando entre 2009-2014 el 9% de todas las exportaciones de servicios que realizan los británicos. Europa es el principal mercado de esas exportaciones, con el 57,3% del total.
Reino Unido se ha beneficiado del programa Creative Europe, que estableció la UE para el periodo 2014-2020, con un presupuesto de más de mil millones de euros. Este programa busca estrechar los lazos de colaboración entre los organismo culturales de Europa, en diversas áreas: cine, videojuegos, industria audiovisual, teatro, danza, artes visuales, música, traducción y otros.
En sus dos primeros años, el Reino Unido ha recibido 40 millones de euros de ese programa, que es el 12,47% de su presupuesto, mientras que la isla ha contribuido con un porcentaje estimado en 10,7%. En total, 230 organizaciones británicas han obtenido apoyo de este programa.
Si ya no son parte de la UE, el Reino Unido podrá participar como país no miembro en los fondos -hay otros 11 en esa categoría-, pero deberá pagar un "ticket de entrada", que tiene relación con su PIB.
Enfrentados a las negociaciones, Rosa Pérez Monclús señala que, por ejemplo, las industrias creativas pueden ser incluidas en negociaciones comerciales, pero agrega que esperan que las excepciones para el sector cultural no lucrativo sean más fáciles de obtener. Es también a lo que aspiran otras organizaciones vinculadas con el área, tanto del continente como de la isla.
¿Algo bueno con el Brexit? Ante la incertidumbre, no pocos artistas han visto este escenario como un espacio desafiante para su propia creatividad, buscando cómo seguir siendo parte vital de una Europa unida.
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