La Filarmónica Checa del Norte Teplice y el virtuoso pianista Martin Kasik interpretarán tres grandes obras de Brahms.
Romina de la Sotta Donoso
Representan fielmente la tradición orquestal centroeuropea: el próximo año cumplirán oficialmente 180 años y su ciudad, Teplice, está a solo 45 kilómetros de Dresden y 140 de Leipzig.
La Orquesta Filarmónica Checa del Norte Teplice aterriza en Chile como primera parada de una gira que seguirá en San Juan, Córdoba, Rosario y Buenos Aires. Mañana, a las 20:00 horas, se presentarán en el Centro de las Artes 660 (Rosario Norte 660, desde $20 mil), abriendo la temporada 2017 de CorpArtes.
"Todas las orquestas checas tienen un nivel muy alto; su escuela de cuerdas es muy buena y vienen de una gran tradición, ¡han actuado con figuras como Richard Strauss o el violinista Eugène Ysaÿe!", dice Roberto Montenegro, el director uruguayo que viene en la gira y que fue discípulo de los célebres Sergiu Celibidache y Aldo Cecconi.
"Celibidache es el hombre que desarrolló una escuela científica de la dirección orquestal. Tuve la enorme fortuna de quedar como uno de sus diez alumnos por cinco años, aprendiendo la técnica y fenomenología de la música. Hubo momentos sublimes y muy duros, porque era muy exigente", comenta.
El concierto en Santiago se consagrará a Johannes Brahms, a 120 años de su muerte. Eligieron dos obras juveniles: Variaciones sobre un tema de Haydn y el Concierto para piano N° 1, además de la Sinfonía N° 4, de su madurez. "Pasaremos por todos los secretos de armónicos y de contrapunto, con la gran culminación de la Cuarta Sinfonía, que es una de las grandes obras maestras del repertorio posromántico germánico", apunta Montenegro y destaca además al solista que viene, el pianista checo Martin Kasik (1976): "Es uno de los mejores pianistas de su generación".
Música profunda
Además de poseer una docena de discos muy aplaudidos, Martin Kasik ha actuado en todas las salas de primera línea, y ganado prestigiosos premios. En Chile, será solista en el Concierto para piano N° 1 de Brahms. "Es uno de los mayores milagros musicales: un joven compositor que escribe una obra muy madura y grandiosa", asegura el pianista. "No es para nada virtuosístico, sino más bien una sinfonía con piano. Puedes sentirla como el drama interno del alma humana", detalla. Y reconoce la mayor influencia que hay en este concierto: "Beethoven fue un dios musical para Brahms. Definitivamente hay influencias de sus sinfonías, especialmente de la Novena, que también es en Re menor, y también existen huellas de Bach en sus tres movimientos".
Brahms tenía 25 años al componer esta obra, que fue pifiada en su estreno. Pero cinco años después la retomó Clara Schumann y hubo aplausos. Hoy es una pieza clave, pues cambió para siempre el formato. "Brahms estableció un nuevo formato de concierto sinfónico, y fue seguido por Dvorak, Rachmaninov y otros. Con él, el Concierto dejó de ser una pieza para presumir y se convirtió en una obra musical seria y profunda", aclara Kasik.
-¿Le conmueve esta obra cada vez que la toca?
"Sí, y muy profundamente. Me siento por lo menos 20 años mayor cuando la toco porque, en el fondo, expresa los sentimientos de un alma vieja en un jovencito".
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