El Mercurio
Bandoneón, guitarra y contrabajo: el reputado músico bonaerense transita por la época dorada, desde el siglo XIX hasta Aníbal Troilo.
IÑIGO DÍAZ
En Argentina primero y en el mundo de la música después, estos fueron tiempos de conmemoración del centenario de Astor Piazzolla, considerado el hombre que traspasó los límites del tango popular para acceder a nuevos territorios desde la composición, la sonoridad y las fusiones. “Pero Piazzolla no hace tango: hace Piazzolla”, sostiene Rodolfo Mederos (1940).
El reputado bandoneonista bonaerense y director de orquestas típicas tiene más de 60 años de recorrido en el tango desde que comenzó, justamente, en la orquesta de Piazzolla, antes de pasar a la de Pugliese y formar sus conjuntos más decisivos en los años 60 y 70. Hoy dará un concierto, esta vez con el formato del trío, en el Teatro Nescafé de las Artes (20:00 horas, de $22.000 a $54.000).
Junto a Armando de la Vega (guitarra) y Sergio Rivas (contrabajo), además del cantor Negro Falótico, nombre presente en las agrupaciones de Mederos, el bandoneonista presentará un programa de piezas de lo que él considera la época más profunda del tango.
“Si hablamos de tango, estamos hablando de una música que se originó en el Río de la Plata entre 1880 y 1960. ¿Qué pasó después? Después de eso no ocurrió nada más. El tango se agotó, porque la sociedad que lo generó también se agotó. Entró en la meseta de una suerte de rémora e intentos de ponerlo de moda. Las cosas no son eternas”, dice Mederos, cultor de esas fuentes primarias.
Desde su particular óptica, el trío revisará partituras del período fundacional, desde el siglo XIX, con los grandes nombres de la guardia vieja, hasta desembocar en la figura del compositor Aníbal Troilo, a quien Mederos sitúa en el momento mayor del tango: la década de 1940.
“Tocaremos música de autores como Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi y Horacio Salgán, que han tenido un compromiso directo y genuino con su pueblo”, anticipa. El programa incluye tangos como “El choclo”, “Mi tango triste”, “Romance de barrio”, “Desencuentro”, “A Homero” y “La pulpera de Santa Lucía”, entre otros.
“El valor que yo le doy a Troilo es el sentido de la economía musical. Una música no es buena porque tenga mucho, sino porque precisa de poco. Es la gran característica de Aníbal Troilo: no ponía lo que no hacía falta poner. Su música tiene un sentido horizontal”, refiere.
—¿Cómo es ese atributo?
“Es la música que acompaña al pueblo porque surge desde el pueblo y marca los acontecimientos de su historia. Eso es música popular. En cambio, una música con sentido vertical viene desde arriba, se derrama hacia abajo y hay que recibirla de ese modo: Beethoven, Mozart, Piazzolla”.
—Si Piazzolla no hace tango sino Piazzolla, entonces Troilo hace Troilo?
“Troilo hace tango a través de Troilo”.
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