sábado, noviembre 12, 2022

Los claroscuros de Nicole

 


El Mercurio


Luego de nueve años sin lanzar una producción de canciones inéditas, la artista nacional estrena “Claroscuro”, un álbum de 13 temas en los que fusiona estilos tanto en lo musical como en lo emocional, destapando las luces y sombras de su vida. “Mi oscuridad tiene que ver con la inseguridad, la incertidumbre, lo que uno no puede controlar”, dice. Aquí recuerda cómo fue comenzar tan temprano en la música y cuenta de su nueva etapa como profesora de coros comunitarios. Por Camila Sáez I.


Tras celebrar 30 años de carrera artística en el Teatro Caupolicán, en 2019, editar un disco triple en vivo, lanzar el documental “Panal: La historia detrás de un disco” y colaborar con artistas como We Are The Grand y Yorka, Nicole ha vuelto a las pistas.


A sus 45 años, la autora de hits que han acompañado al país a lo largo de décadas —desde “Tal vez me estoy enamorando” (1989) hasta “Hoy” (2012), pasando por “Dame luz” (1995)— acaba de lanzar “Claroscuro”, su séptima producción con canciones inéditas y la primera en nueve años, tras “Panal” (2013).


El martes pasado, en un íntimo concierto en el Liguria de Lastarria, la artista y rostro de TV (“The Voice Chile”) presentó el álbum. Un disco de 13 canciones como “Quédate”, “Valientes” o “Nostalgia”, con el que, siente, “se abrió una puerta muy importante”.


—Lo comencé a componer luego de terminar la celebración de mis 30 años de carrera. A nivel artístico y personal, sentía que estaba cumpliendo una etapa. Pero también abriendo otra. Tenía algunas ideas, letras sueltas, hasta que escribí “Desierto florido”, que me abrió un mundo de claroscuro, muy íntimo, personal. Y empezó a fluir, hasta que me di cuenta que tenía varias letras, sobre distintas situaciones: personales, como mujer, como mamá, como pareja, pero también sobre lo que estaba pasando en el país, la pandemia, el estallido social. Eran muchas sensaciones encontradas, que confluyeron en una misma cosa: paralelamente, comencé a leer acerca del claroscuro, que es una técnica pictórica que hace resaltar la luz y la oscuridad en los distintos matices. No son opuestos, luz y oscuridad, siempre están juntos y se complementan para poder ver. Todo ese juego, al leer las letras que estaba escribiendo, me hizo mucho sentido —explica entusiasmada. Y agrega:


—Desde que escribí “Dame luz”, cuando tenía 17 años, siempre he entendido que para seguir tu camino hay que buscar cosas luminosas. En ese momento en que tenía mucha ambición de salir del colegio y vivir de la música, tener éxito como cantante. Cuando la canto hoy, me da otro sentido. Me he vuelto a reencontrar con canciones que hoy me dan otro propósito al cantarlas. Por eso este nuevo disco es tan importante para mí, siento que estoy cerrando ciclos.


Crecer entre discos


Denisse Laval —su verdadero nombre— comenzó su carrera desde muy niña. Se sabe: formó parte del Clan infantil de “Sábado Gigante”, y luego, a los 12 años debutó como cantante bajo el nombre de Nicole, con su éxito “Tal vez me estoy enamorando”. Ella cuenta que se llevaba los libros del colegio a las grabaciones o a las salas de ensayo, porque el compromiso era que no dejara de lado el estudio. Y muchas veces tuvo que dejar de salir de vacaciones en el verano o dejar de asistir a fiestas de cumpleaños por sus compromisos con la música.


—Siempre me preguntan por mi experiencia como mujer en la industria de la música, que era un mundo de hombres. Pero a mí lo que más me marcó fue ser una niña en un mundo de adultos. Eso me hizo entender la responsabilidad del trabajo. Fui creciendo y muy pronto comprendí que tenía que tener muy claras las cosas al momento de hablar, de pedir algo, para que me escucharan. Recuerdo un músico que no me dejaba opinar. “Qué vas a saber tú, si ni siquiera sabes tocar música”. Una vez el director le dijo: “Escucha a Nicole, porque ella es la que está cantando al frente del escenario. Estamos en el proyecto musical de ella, y ella no puede perderse en una parte porque tú la cambias”. Pero me pasó muchas veces. “Sí, sí, Nicolcita. Cállese, mijita, que estamos tratando de solucionar algo”… ¡hasta el día de hoy me carga que me digan mijita! —comenta.


“Me estoy enamorando” vendió más de 15 mil copias y se convirtió en disco de oro (a pesar de que solo se publicó en formato cassette). Pero Nicole no estaba segura de querer continuar.


—Estaba más grande y las canciones de “Tal vez me estoy enamorando” ya no me representaban. Cuando pasé a 1° Medio, mis amigas me abandonaron. Nos mezclaron con los grandes y a mí los grandes me molestaban, me pedían autógrafos de broma. Ya no era tan cool ser mi amiga. ¡Qué difícil es ser una persona pública y ser adolescente!—recuerda sobre esos años.


—Que te digan “Tus canciones son malas” y que eso venga de tus amigos o del niño que te gusta… es una edad compleja. Eso que ahora llaman bullying, yo lo viví y me quedé sola —cuenta.


Fue entonces que se tomó una pausa y pasó los siguientes dos años pensando si seguiría adelante o no con la música, hasta que empezó a ensayar para cantar en una presentación para el aniversario del colegio. Conoció a un niño más grande que la acompañaba en la guitarra —con el que tocaron “More tan words”—. Él se convirtió en su primer pololo y la ayudó a recobrar su autoestima y su pasión por la música. Así, cuando estaba en 4° Medio, lanzó su disco “Esperando nada”, que hablaba sobre su futuro. El álbum fue un hit: obtuvo triple disco de platino, con más de 75 mil copias vendidas.


Atreverse


Después del éxito de “Esperando nada” (1994), muchos esperaban que hiciera otro disco parecido. Pero ella quería seguir explorando, empujar los límites.


—Me pasó lo mismo que cuando era más chica —dice. —No quería hacer lo mismo. Buscaba otro sonido. Yo escuchaba Chemical Brothers, Orbital, Massive Attack, y tenía ganas de juntar lo electrónico con el rock, con el pop, como lo hacía Cerati. Yo sabía que él estaba casado con Cecilia Amenábar y estaba en Chile. No sé cómo me conseguí el teléfono, lo llamé y le dije: “Soy Nicole, soy una cantante de Chile, tengo un nuevo material y me gustaría tener tu opinión. Creo que serías el productor indicado para mi nuevo disco” (se ríe). Al otro día fue al estudio a escuchar las canciones.


En esa época —reflexiona— la música pop cargaba con el estigma de ser algo plástico, armado, hecho solamente para satisfacer la demanda masiva, pero sin ninguna profundidad o valor artístico real. No era tan común fusionar el pop con otros estilos, como ahora. Ella fue una de las primeras artistas en Chile en hacerlo con su disco “Sueños en tránsito” (1997), producido por Cerati.


—Para mí, los discos son como un recorrido de tiempo, de época, de momento —comenta. —Tengo la fortuna de tener mis discos para escuchar, ir hacia atrás y poder recordar lo que estaba viviendo, lo que estaba sintiendo, cómo veía mis propias vivencias y mi alrededor. La adolescencia tiene esa ilusión de quererlo todo; a los 30 ya te planteas mucho más lo que hiciste y lo que vas a hacer. Cuando escribí “Hoy” (2010), esa canción también me abrió un portal que me hizo entender que van a venir cosas difíciles, pero hay que seguir adelante. Los 40 también son distintos. Para mí representó una etapa en que he avanzado en muchas cosas que quería hacer a nivel personal. Pero también hay muchas ganas de construir nuevas cosas que me hagan sentir viva. En esa etapa estoy —dice Nicole sobre su vida y sobre este nuevo disco que, sin decirlo explícitamente, atraviesa temas como la soledad, la maternidad, el matrimonio, la fortaleza y también la situación actual del mundo y del país, desde su vereda íntima.


—Con este nuevo disco volví a estudiar y me hizo mucho sentido entender que los ciclos siempre se renuevan —dice. —Todo se ha ido cerrando y volviendo a abrir, de una manera muy especial.


Luces y sombras


Después de salir del colegio, Nicole se tituló como profesora de música, pero nunca ejerció. Se empapó de la técnica vocal del francés Richard Cross y estudió un seminario sobre su pedagogía. Hoy está plasmando lo aprendido y todo lo que ha recorrido en su carrera en un proyecto de coros comunitarios, como una manera de ayudar a través de la música, y entregar a la gente una herramienta para enfrentar la vida.


Su primer acercamiento con el coro fue hace 14 años en la cárcel de Talagante, a propósito de un programa de TV. Ella se involucró tanto que continuó yendo después del programa y hoy está trabajando en un proyecto piloto de coro ciudadano en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, junto a Andrés Pérez, gestor de la Mapocho Orquesta, y Daniela Guzmán, cantante y gestora cultural, con la idea de replicarlo en otras comunas, para que más gente de distintas edades se encuentre, se apoye, se exprese:


—Son tan complejos los tiempos que estamos viviendo, que más que decir, creo que hay que enfocarse en el hacer, desde la vereda que uno pueda. Y mi vereda es el canto —dice.


Con su nuevo disco también busca aportar, hablando de las cosas que a todas las personas nos unen.


—Estamos en un tiempo en que las diferencias son notorias. Llegar a acuerdos es algo fundamental. Mi desafío con este disco fue contar algo que me pasaba a mí, pero que pudiera hablar también de cosas que nos pasan a todos. Hablar de lo que nos une —dice. —Los seres humanos pasamos todos por momentos fundamentales. En sus oscuridades, en sus luces. Mi oscuridad tiene que ver con la inseguridad, la incertidumbre, lo que uno no puede controlar. Ese trabajo es fundamental hacerlo en todas las épocas de la vida, entender que una no puede controlarlo todo y soltar. Y yo creo que esa oscuridad es la que te ayuda a crecer y a ver la luz. Disfrutar de las cosas cotidianas y realmente sencillas. Mi abuela falleció hace poco, de 105 años. Tuve la oportunidad de conversar con ella este tema y ella me contaba que los momentos más luminosos que recuerda son tomando el té, el sol en la cara, un beso, un baile. Momentos que son destellos, y que a veces pasan por obvios, pero yo creo que ahí finalmente está la luz.


Entonces, con la cámara muestra su living-comedor-estudio, con una taza a medio tomar y papeles sobre la mesa. A un costado está la batería de uno de sus dos hijos y en el sillón, su perra Morita duerme la siesta: —Cuando estamos todos aquí mismo, en la tarde, en familia, conversamos, nos reímos, escuchamos música. Eso es hoy mi luz.

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