sábado, mayo 19, 2012

Tommy Rey: "Nunca me ha gustado ser el centro de la fiesta"



La Tercera


A 30 años del debut de su sonora, Patricio Zúñiga (67) habla de su perfil tímido y de su alergia a las grandes reuniones sociales.

por Claudio Vergara


El 18 de septiembre de 1999 la escena era la misma de cada año: La Sonora de Tommy Rey aparecía sobre la tarima principal de la Yein Fonda para animar a una masa dispuesta a hacer el trencito, brindar varias veces por la bandera tricolor y extender el borroso orgullo patrio hasta el filo de la madrugada. La escena era la misma de cualquier 18 de Septiembre de los últimos 50 años, salvo un detalle: esa jornada, el cantante no debía estar ahí. Tenía que estar en un funeral: 24 horas antes, el día 17, su madre había fallecido a los 93 años.

“Pero nosotros teníamos que tocar: no nos quedaba otra”, recuerda el intérprete. Luego justifica: “El 17 fuimos al velorio un ratito y después tocamos. Al otro día, fuimos al funeral otro ratito y de ahí de nuevo a actuar. Estábamos comprometidos y jamás pensé en cancelar el show. Pero lo soporté bien, todo el mundo estaba vuelto loco y no tenía idea de mi problema. En la última presentación, cuando canté el bolero Angustia, me liberé y lloré. Pero así es nuestro sistema: en el grupo somos 10 y, si a uno le pasa algo, no puede parar al resto. Me sentía muy triste, pero lo demostraba en el camarín, cuando me iba a un rincón a descansar solo y en silencio”.

La escena no sólo refleja los costos de una vida que en 2012 festeja 50 años en escena -desde que en 1962 fichó como voz de Los Peniques- y 30 al frente del combo tropical más popular del país -desde que en 1982 dejó la Sonora Palacios-; su mutismo dieciochero es el reflejo exacto de un hombre retraído, formal y parco. Si Don Francisco tiene a Mario Kreutzberger, Tommy Rey es el reverso de Patricio Zúñiga. Como simbolismo, el artista, de 67 años, está ahora en la confitería Torres, de esmoquin impecable y refugiado en un rincón, mientras, para recalcar aún más el carácter solemne, un compilado de Sinatra suena de fondo. “Soy tímido y la gente cree que soy pesado. ‘¿Por qué tan serio?’, es lo que me dicen siempre”, comenta el músico, que precisamente celebrará el cumpleaños de su banda el 16 de junio en la Estación Mapocho, con 17 invitados, como Chancho en Piedra y Joe Vasconcellos.

¿Y siempre mantuvo ese perfil?

Sí, no me gusta ser el centro de la fiesta y no soy de ésos que son como florerito. En el colegio, el profesor me decía que era demasiado apático, porque no jugaba en el recreo con los demás y prefería dibujar en un rincón. Solo y apartado. No era bueno ni para el deporte ni para compartir. Qué le voy a hacer: nací así.

Y cuando usted es el invitado, ¿le gustan las fiestas?

No voy a fiestas, porque siempre son los fines de semana y me toca trabajar. Y si existe la opción de ir a alguna, prefiero quedarme tranquilo en mi casa, viendo una película o bajando música orquestal antigua. Pero las fiestas no, porque eso es mi trabajo. Y además soy tranquilo y de bajo perfil, a veces, no sé cómo hacerlo para caerle bien a todo el mundo. Y, sinceramente, creo que uno no le puede caer bien a todos. A mí tampoco me gusta que me digan “El rey de la cumbia” o esos calificativos. A otros les encanta, pero a mí no.

El Festival de Viña que no fue

Con su sonora empezó en 1982, cuando la vida nocturna era mínima. ¿Fue complejo?

Demasiado, empezábamos a las 20 horas, teníamos que terminar a la medianoche y después corríamos para tomar el taxi por el toque de queda. Además, muchas veces los militares nos contrataban para sus fiestas y no había forma de negarse. Ellos mismos me iban a buscar, no me dejaban llegar solo. Y, en esos shows nos obligaban a decirles: “¡Muchas gracias por estar salvando al país!”. Fue muy desagradable. El 87 estábamos listos para el Festival de Viña, pero supieron que habíamos ido a tocar para exiliados en Suecia y nos sacaron.

Además de no estar en el funeral de su madre, ¿tuvo otros costos trabajar 50 años sólo en la noche?

Sí. Por ejemplo, durante todos los años que llevo, casi nunca he pasado un Año Nuevo en familia. Lo más duro ha sido dejar sola a mi esposa (Gloria Sáez) durante muchas noches de Año Nuevo. La llamo y lo celebramos al otro día, pero tiene claro que no podemos pasar esa fecha juntos, por la tranquilidad económica.

¿Nunca se ha aburrido de la rutina de tocar las mismas canciones?

Sí, un par de veces. Es natural, pero es nuestra pega y debemos aguantarlo. Muchas veces me ha pasado que quiero decir ‘ya, no voy a seguir más con lo mismo’, porque son cinco décadas en esto. Por lo mismo: esto es mi vida. Muchos jubilan, pero yo no, prefiero seguir hasta donde me dé el cuero. No se gana tanta plata, pero se tiene un buen pasar.

Ustedes han hecho hasta seis shows en un día. Con ese ritmo, cualquiera diría que el asunto es muy rentable...

Trabajamos mucho, pero no para hacernos millonarios. Somos 10 más un ayudante y la plata la repartimos de manera equilibrada. Han existido cerca de 30 miembros en 30 años de carrera, lo que refleja que aquí los músicos están felices. Y yo, el único gusto que me doy es comprar CD piratas para grabar películas antiguas. Tengo como 500. También me compré hace un tiempo una parcela en Curacaví.

Con su estilo de trabajo, ¿invierte en su salud?

Sí, tengo cerca de 20 años de hipertensión y tengo que tomarme un remedio de por vida. Me la detectaron en los 90 y desde ahí que no puedo comer cosas con sal. Tampoco puedo tomar mucho. De hecho, hace dos meses que tengo prohibido los tragos, aunque nunca me gustaron.

¿Ha sido difícil acatar ese estilo?

Es que tengo que cuidarme, porque me puede venir un alza de presión. Además, me pongo muy tenso y estresado antes de cada show. Me preocupo de que todo esté bien y que resulte perfecto. Puede que a veces hasta sea medio tonto con este trabajo (se ríe).

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