El Mercurio
El músico norteamericano habla de su historia, sus pasiones y sus proyectos antes de llegar por primera vez a Chile.
Jorge Luis Fernández LA NACION
Stevie Wonder podría dormirse en los laureles, pero no. A los 63 años, el hombre al que bautizaron Stevland Hardaway Judkins, en alguna iglesia de Michigan, llegará por primera vez a Chile no solo para interpretar material de su abundante repertorio, sino para presentar canciones de tres nuevos discos que serán editados el año próximo. "Ten billion hearts" y "When the world began" (en el que canta sus clásicos junto a una orquesta sinfónica), cuentan con la producción del veterano David Foster. El tercero se titula "Gospel inspired by Lula", y sobre este último comienza hablando el legendario multiinstrumentista.
"Es un material que empecé a componer en 2006, tras la muerte de mi madre, Lula, que siempre quiso que yo grabara un disco de gospel", dice Wonder.
Prodigio del sello Motown, orgullo de Detroit, Stevie Wonder, que grabó su primer sencillo a los 12 años, fue un engranaje más de aquella impresionante fábrica de música negra compartiendo giras con los principales artistas de la etiqueta: Marvin Gaye, The Supremes, Gladys Knight y The Temptations. En 1967, Stevie grabó "I was made to love her", un tema que definiría su estilo. El éxito trepó a la cima de los listados hasta ser desbancado por "Light my fire", de los Doors. Dos años después, Wonder iría más lejos, con una balada que arranca con un estribillo tarareado, etéreo e inclasificable.
"Recuerdo bien la noche que compuse 'My cherie amour'. Estaba de gira con la Motown Revue y en un momento me quedé solo en el camarín de un teatro de Detroit. Era Navidad y me vinieron a la mente el estribillo y la melodía. Terminé la canción al día siguiente", recuerda.
Con la nueva década, siguiendo los pasos de Marvin Gaye y Smokey Robinson, Wonder obtuvo el control completo de su material. El primer resultado fue "Music of my mind", de 1972. Ya desde el título, Stevie desafiaba los cánones de pop y soul en un disco de texturas, con un sonido conceptual que entretejía sus logradas incursiones en teclados eléctricos, sintetizadores y sus refinados fraseos de piano y armónica. A fines de ese año, redobló la apuesta en "Talking book", clásico que incluye su hit más recordado, "Superstition".
La balada que titula "Innervisions" -su siguiente disco-, sugiere a Stevie cantando desde un páramo irreal. "Higher ground" y la funky "Living for the city" también abultaron la leyenda. Otras canciones, como el pop barroco de "Saturn" y el funk sintético de "All day sucker", aparecerían más tarde en "Songs in the key of life", la monumental obra que el rock oficial considera la cúspide de su carrera.
"Me pone feliz haber hecho ese material. Me siento igual de excitado con lo que hago actualmente, pero agradezco y reconozco el impacto que tuvieron esos discos en la gente. Cuando vuelvo a escucharlos, descubro dos cosas: que aún me gustan y que emocionalmente soy la misma persona", reflexiona.
-Usted se ha destacado por su versatilidad musical. ¿Eran los sellos de entonces más tolerantes?
"Creo que eso sigue ocurriendo. No tengo el grado de apreciación de quienes ponen categorías a la música. La música es buena o no. En última instancia, siempre se trata del sentimiento".
-Pero le gusta contrariar expectativas. En 1980, mientras sus colegas hacían música disco, usted sacó "Master blaster", un reggae.
"[Ríe] Siempre sentí gran aprecio y admiración por Bob Marley, a quien conocí en Alemania; le dije cuánto disfrutaba su música y le hice escuchar 'Master Blaster', que le gustó. Iba a acompañarme en la presentación de "Hotter than july", pero desafortunadamente enfermó. Murió mientras yo estaba de gira".
-Habiendo influido en artistas como Prince y Michael Jackson, en los años 80 siguió algo de su estilo en "In square circle", de 1985. ¿Sintió algo así como una sana competencia?
"Nunca hubo un desafío. Fui y sigo siendo un fan de Michael y Prince, pero nunca sentí que competía. Me puso muy contento el éxito de Michael cuando sacó 'Thriller'. Recuerdo que compré diez copias, porque me pareció una enorme obra de arte. Y lo mismo opino del clásico disco de Prince 'Purple Rain'".
En su período clásico de los años 70, Stevie Wonder habló de amor universal, también de injusticias y desigualdad social. Muchos años después, ese legado fue recuperado por numerosos artistas de hip-hop.
"Haber inspirado a una generación de músicos jóvenes fue algo positivo. Pero sería equivocado circunscribir mi mensaje a una cuestión racial. Porque la inequidad a veces es un tema de raza y otras veces es un tema social. Hay blancos pobres; los hay de todas las razas. Los prejuicios y las categorías de clase son inaceptables. En el mundo hay más de 350 millones de discapacitados, sin acceso a las facilidades más comunes y eso es también inaceptable. Los artistas debemos mirar adelante y llevar un mensaje de unidad, por el bien de la humanidad", dice con firmeza.
Buena parte de esa temática fue especialidad de la música soul, sin embargo, Wonder es algo escéptico sobre el tema. "En el soul , hay un gran espectro, desde canciones de amor hasta canciones sobre pasarlo bien en la disco. Y canciones como 'Love train', de The O'Jays, que transmiten un mensaje universal de paz y entendimiento. La gente canta sobre cuestiones políticas, espirituales y también sociales. Pero lo importante, en definitiva, es cantar sobre lo que está bien y lo que está mal. Y todos conocemos la diferencia".
'' Lo importante, en definitiva, es cantar sobre lo que está bien y lo que está mal. Y todos conocemos la diferencia".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario