jueves, septiembre 08, 2011

Diálogos musicales: Avivando las llamas del descontento

El Ciudadano




Marcel Duchamp y Disputa son dos de las más intensas agrupaciones locales ligadas al hardcore punk. Joaquín Contreras (Joaco, J) y Álvaro González (Walo, W) son bajista/vocalista y uno de sus vocalistas, respectivamente.

Reproducimos a continuación el texto ampliado de un fragmento aparecido en la sección “Onda Corta” de El Ciudadano edición 109.

Una conversación acontencida en el Café Mug hace algunas semanas, donde música, agitación política y participación en la explosión social, fueron algunos de los temas aparecidos.



-“El punk está muerto” decía Crass un año después de 1977. ¿Qué queda del punk hoy?



W: La condena de Crass es certera. Yo creo que no se prolongó más allá de un hecho puntual. Lo que queda hoy es la actitud de hacer las cosas uno mismo, la relación con las personas…

J: … ¡la práctica! El punk da una alternativa para manejar las cosas y cumple una labor como de jingle, que ya está en la cultura; es un medio de propaganda, de difundir ideas, lecturas.

W: En ese sentido es exigente, te obliga a estar leyendo, leyendo las letras…

J: ¡…porque cuando cantas no se entiende nada!

W: Si… por eso hay que hacerse de los discos que, además, no son muy caros. Yo siempre paso las letras de Disputa cuando alguien las pide. Hay una comunicación súper rápida entre lo que es el “espectador” y el generador del espectáculo, aunque quisiera romper totalmente eso…

J: Como expresión artística el punk es la mezcla perfecta entre propaganda y espectáculo. Viene desde el arte, funciona espectacularmente, las canciones son cortas, directas, te dejan metidos para que investigues, por eso

W: Y los fetiches: El vinilo, las chapitas….

J: Eso funciona como un masaje al ego de los músicos y de quien ocupa algo de una banda y se reconoce con otros como parte de una subcultura.

W: A mi me pasa que en estos momentos de mi vida me es muy difícil encontrar algo que no sea sólo estético. Hoy el punk para mi no es la panacea que fue en algún momento de mi vida, cuando era más chico y me podía sentir parte de un cierto movimiento porque me encontraba con otros como unos iguales. Para mi hoy la especificidad del punk pasa por un acercamiento musical al anarquismo, al antagonismo, que otros movimientos no tienen. Aunque el punk no es un hecho aislado, es fruto de una tradición…

J: Yo cuando me di cuenta que era más hippie que punk me sentí muy bien. Yo y el Negro (Francisco Morales, baterista de Marcel Duchamp) no llegamos del punk, veníamos de algo más experimental, tipo The Residents, y de repente aparecimos en la escena con letras que criticaban al movimiento punk… altiro, porque nos parecía que era ridículo, era moda, porque se movía según la lógica del rock.



-¿Por qué escogen esta manera de expresarme musicalmente y no otra?

J: Yo no se si hago música punk….

W: …Pero pertenecemos a cierto circuito…

J: Lo que pasa es que a mi banda la escuchan punks, y digo que es punk para no tener que explicar qué es rock político, es una etiqueta.

W: Yo cuando empecé a ir a tocatas había muy pocos lugares donde tocar hardcore. Lo que me impresionó del Cimarrón, por ejemplo, por el ’97, era que tocaban bandas muy distintas, que para mi no eran punk. Era un ambiente muy amistoso…

J: A veces uno iba al Cimarrón a quedarse afuera de la tocata (…) Antes tocaban Los Tetas con Pánico y podía tocar hasta Illapu, veníamos saliendo de la dictadura y más que el movimiento político lo importante era el movimiento cultural. Estábamos más desprejuiciados. Llegaban hasta los krishna a hacer stage (tirarse del escenario hacia el público). Había súper buena onda. Ahora sería raro que llegara un krishna al Bar Uno (risas).

W: Es que para mi hoy el prototipo de punk, con moica y remaches, deja mucho que desear, es sólo fetiche.

-A propósito del componente propagandístico del punk, recuerdo que mi amigo Rubén Pérez de la difunta y recordada revista Fakxion siempre criticaba a los punks que su única formación política eran las letras de las bandas españolas anarquistas. Conocían más de la Guerra Civil Española que de la “Pacificación” de la Araucanía…

J: Si po’, aquí llegó Sin Dios y todos eran anarcos. Pero después se les pasó. Con Fun People, de repente todos era amanerados y animalistas, les duró dos años y después se les pasó. Muy pocos siguieron profundizando en los temas que se planteaban. Muchos llegamos al punk buscando una individualización, en una cultura que homologa todo, pero muchas veces uno adopta cosas que están muy lejos de la realidad que uno vive.

W: Pero también reconozco, ya que estamos con una visión súper pesimista…. (risas)

J: Es que si no, no escucharíamos punk (risas) escucharíamos Beach Boys…

W: En mi caso, siempre estuve relacionado con la política, por cosas familiares, pero el punk potenció en mí ese ser político. Uno no es un ser arrojado que aparece no más. Si no me pasaba con el punk me iba a pasar con el reggae, o con Quelentaro…

J: A mi me pasó en Masapunk (Sello y distribuidora chilena de inspiración libertaria), cuando entré ahí comenzó mi formación política propiamente tal, porque es un colectivo que va mucho más allá de editar discos. Yo estaba recién saliendo del colegio y ahí había gente mayor que había sido libertaria en dictadura. Y ahí uno dice, la cosa va más allá del punk. Aparte en mi caso, siempre tuve una relación con otros movimientos artísticos que no tenían directa relación con el punk, como el dada. Siempre ocurre: Citamos a los situacionistas como si fueran del ’77, o la Revolución Española….

W: Y el problema ahí es que uno se queda atrapado en un momento histórico, melancólico, a veces me pasa, pero trato de no caer en eso.



-Y hoy en el contexto de crisis global, con movilizaciones no sólo en Chile. ¿Cómo se posicionan como sujetos?

W: Yo tengo sentimientos encontrados. Me siento súper alegre de estar viviendo esto. En un momento pensé que no lo iba a vivir, estaba súper desilusionado, casi cayendo en el letargo. Hay una politización que yo estoy tratando de leer. Lo que me produce pena, una vez más nos estamos farreando un movimiento porque no tenemos la capacidad de comunión para apoyar un discurso coherente como un movimiento más radical. En general, tenemos diferencias muy chicas, pero lecturas muy fetichizadas, como la capucha, que nos separan del movimiento….

J: …Cuando hablas de nosotros, ¿hablas de los libertarios, de los más radicales, de los punk?

W: Ya se me confunde… de todos los que pensamos distinto, de una manera más radical.

J: Porque yo veo que hay un movimiento ciudadano que es muy grande y que es súper reformista. Cuando dices “estamos farreándonos la oportunidad”, ¿te refieres a los que no son reformistas?

W: Claro.

J: Es que yo creo que este es un movimiento reformista, que busca una reforma en la educación, siendo que educación de calidad es poder insertarnos con vaselina en el sistema. No es una lucha que tenga que ver con hacer crisis, por eso es un poco ridículo ver a los encapuchados, porque, obviamente, están peleando por cosas distintas. Aparte que todos estemos en contra de este modelo, la gran mayoría de la gente quiere mejorarlo. No quiere derribar la casa e irse al campo, lo que quiere es pintarla.

W: Igual la reforma es un momento en que se pone en cuestión: O mejoramos o…

J: …Se puede hacer ver que hay una crisis mayor.

W: Pero no tenemos la capacidad de comunicación y de instalar un discurso más de fondo. Como somos “tan distintos”, no somos capaces de mirarnos y decir “parece que no somos tan distintos”…

J: …Y parece que si está la cagá. Yo creo eso se comparte, en este momento hay una gran puesta en duda del capital como sistema cultural, sobretodo, más que económico. La gran trampa en que cae este movimiento reformista es que cree que estudiando y siendo profesional va a mejorar el sistema, pero en realidad lo único que se puede hacer es parchar, porque está malo de raíz, al final es una versión moderna de la monarquía, del feudalismo; Larraín es patrón de fundo, hay senadores designados. La palabra democracia está tan mal usada como la palabra terrorismo. Son triquiñuelas del lenguaje.

Desde mi punto de vista, que quizás es menos desesperado que el de los sectores más radicales encapuchados –por ponerle una etiqueta- yo creo que esta es la posibilidad de que si hay un triunfo se puede poner en crisis a la clase política, y eso es un triunfo mucho más real, que va a dejar educados políticamente a un montón de gente que no se está jugando su vida y que siente que es un triunfo. Porque para mí el gran problema del sector más radical que quiere destruir el sistema e implantar otro es que no hay educación política, hay un montón de gente que no está preparada para eso



W: Yo me reconozco como un radical, y me encantaría que esto se acabara mañana. Y me hago cargo, porque puede que me de miedo. Pero que no se entienda y se critique las marchas por ser muy ciudadanas, no. Pasa algo en las personas, ponen en cuestión, están en la calle, saben que si se organizan pueden crear algo… Veía hace poco niños muy chicos en una marcha, ¿y qué pasa con ellos después? Hay un real potencial en esto, y ahí nos estamos farreando.

J: Hay que esperar un rato. Nosotros somos hijos directos de gente que vivió la dictadura, cargamos con un miedo que nos traspasaron. Los pinguinos son hijos de gente como nosotros, gente normal que tiene hijos a nuestra edad (risas). Bueno, tú tienes hijo, pero no les metes miedo con la dictadura…

W: No, le meto miedo con los pacos… Pero más allá, yo si veo una posibilidad. Hay un sector que no ve ninguna posibilidad en estos movimientos, pero ahí hay como una ceguera, no se considera el momento histórico.

J: ¿Tu creí que la promotora –demasiado bonita para ser tan pobre, que es madre soltera- tiene algo que ver con el movimiento radical, con el marxismo libertario? Ella lo único que va a querer es que su hijo estudie, sus problemas son otros. Nosotros, que pudimos estudiar, que tenemos la posibilidad, que tenemos tiempo de tomarnos una cerveza y conversar de política con los amigos, si podemos creer que puede haber un cambio radical. Pero los nuevos proletarios son demasiado esclavos como para andar pensando en política.

W: Y eso es lo bueno de esto, porque posibilita ese dialogo político…

J: Los hijos de esa niña quizás van a ser más politizados, pero no puede ser al tiro, porque lo que se necesita no es un cambio político, sino un cambio cultural.

W: Desde ahí me refería a esa posibilidad. Nosotros como discurso más disidente podemos instalar la posibilidad de cambios radicales…

J: Y hay que seguir haciéndolo, seguir diciendo ‘lucha de clases’. Al menos eso es lo que hago yo, en un círculo súper reducido, porque tampoco quiero ser una especie de líder de opinión, pero dando los dos discursos al mismo tiempo. Está bien que esto pase, pero si todos son profesionales, ¿quién recoge la basura?… Hablando en el lenguaje del reformismo, pero dejando en claro que el reformismo cuando funciona, tiene la misma crisis de fondo…

W: “Somos iguales pero algunos somos más iguales que otros”…

J: Claro, hay que seguir citando a Orwell hasta la muerte. Que todos sean iguales siempre va a generar una crisis.



-¿Y que papel le cabe a los músicos? Hay algunos que están mirando a Europa mientras aquí las calles están llenas…

J: Una cosa es al arte, que tiene la función de leer el estado cultural, posibilitar la opinión personal de un individuo en un momento histórico. En el caso de la música pop, ahí hay puro juego de ego, no tiene ningún rol más que ser música de fondo. Y eso los músicos lo asumen, no hay por qué buscar la quinta pata al gato a… no sé… Javiera Mena, siendo que de un modo, también es representante de una parte de la sociedad que está desencantada y encantada con otras cosas, también tienen sus luchas personales. Yo no le exijo nada a nadie. Para ellos es una pega, para nosotros no.

W: Claro, pero están totalmente descontextualizados. El teatro está haciendo cosas interesantes en la calle. O la misma gente, con estos happenings… Y ahí el punk no ha sabido insertarse, porque como siempre somos “los distintos”, nos juntamos entre nosotros y hablamos de lo mismo. Igual hay bandas hardcore que están tocando en el frontis de la Casa Central de la Chile, ahí sale de los tugurios oscuros en los que nos gusta meternos. Puede haber un poco de crítica, en como se entregó el mensaje, en la relación entre el que mira y el que está generando aquello, pero es positivo. Y el aporte del punk no pasa de tirar consignas. Veo más aporte en un punk marchando, metido en un colectivo, en el hablar callejero, que es lo que, personalmente, más hago. Si en la micro escucho algo, meto la cuchara, o en un colectivo, que es un espacio más reducido. O en el taxi, aunque los taxistas suelen ser más fachos…. (risas)

J: Digamos conservadores, gente de esfuerzo conservadora. (risas)

-¿Cómo analizan las luchas parciales: Contra la represa, contra la termoeléctrica, contra la construcción de una cárcel? ¿Cómo convergen esas luchas en una crítica de fondo al sistema?

J:Unabomber hablaba que todos se desgastan en luchas políticas sobre lo que encuentran más cercano, siendo que todos podrían estar luchando por lo mismo: Contra un sistema cultural patriarcal, de mercado, judeocristiano, que es lo que tiene en común y que produce la explotación animal, la neo-esclavitud, los problemas raciales, la destrucción de la naturaleza, etc, todo tiene que ver con un sistema económico-cultural que viene del Imperio Romano.

Yo creo que uno tiene que mirar y decir, “bien los estudiantes”, pero el tema no es la universidad gratis para todos, sino la profesionalización. Cuando a un niño mapuche de la escuela rural, que todos le dicen que tiene que ser… no sé, doctor… ¡eso es un suicidio cultural!

W: ¡Eso es lo que hace el capital! Absorve, absorve, absorve, y cuando absorve, atomiza, atomiza, atomiza… Y ahí yo creo –y vuelvo al inicio- que eso nos hemos farreado, meter la colita….

J: …“Todo es lo mismo, gueón”.



-¿Creen que hablar de capital, de lucha de clases, de revolución, espanta al ciudadano promedio?

J y W: ¡Si, claro, definitivamente!

J: La lucha es también por el lenguaje. Por eso Chomsky y Zizek –por nombrar a dos- son tan importantes. Porque hablan desde la semiótica, entendamos bien a quién y dónde estamos hablando. Todo es lenguaje, contexto, cultura

Si uno quiere hablar de política, tiene que haber formación política, lo que pasa por un cambio educacional, cultural en el fondo. Desde ese punto de vista es bueno que, primero, exista el reformismo, para que la gente no esté del supermercado al facebook. Si existe la posiblidad que se detenga en un momento a hablar con el vecino, aunque uno sea facho y el otro democratacristiano, que colapsen entre ellos. Yo creo que estamos en ese primer escalón.

W: Mi problema con el movimiento anarquista ahora es que es muy voluntarista, como de héroe, me lanzo y voy a hacerlo, cree que las cosas se hacen aquí y ahora, sólo porque quiero, como un superhéroe. Mucho idealismo, individualismo. No está la lectura del momento histórico en el que estamos. Antes grupos devolvían un camión de pollo en la población, generaban una relación con la gente. Ahora van solos. Yo no estoy en contra de la acción directa -borra eso- (risas), pero ¿será el momento? No veo una lectura del momento en que estamos.

J: Aunque depende. Despertai conciencias en los que dicen ‘¡buena!’. Y que son viejos, también. No creas que son puros punkis escolares. Hasta mi mamá diría ‘¡buena que le pusieron una bomba!”. A veces ocurre que hay una rabia y parece que la gente necesita ver eso. Pero también hay una espectacularización de la violencia a la que estamos acostumbrados, la gente está acostumbrada a ver guerra y tortura en la tele, pero eso no es lo mismo a que torturen a tu mamá con ratones o a tu hermano. Ahí uno dice ‘mierda’.





W: Hemos perdido bastantes compañeros por hechos que no creo que sean tan relevantes. Eso me produce pena. Compas muertos, presos…

J: Pero ojo, teniendo claro que el conflicto mapuche es otra cosa.

W: ¡Si!, es bueno que lo recalques. Con esta vorágine del centro uno se olvida. El contexto allá es súper pertinente, y se avanza, por que las comunidades apoyan la acción directa de algunas grupos. La comunidad pretende ir hacia allá.

-¿Qué les parecen las iniciativas locales de autogestión? ¿Cuáles son sus límites?

J: Me parece que es parte de lo que buscamos, de lo que tenemos al alcance. La permacultura, que está al borde ser absorbida por el capital, sirve, son maneras de ser autónomo. Yo me fui a vivir Quilpué por eso. Estoy tratando de aprender otras cosas y no depender tanto de…. ir al Walmart. Cuando uno se cultiva a uno mismo, lo que hace es tomar los medios de producción en las manos, y no es necesario hacerlo grupalmente. Se puede hacer solo, primero, y luego aspirar a una escala mayor, porque ya hay derecho a hablar de eso. No se habla en la teoría, en el ficticio.

W: Creo que tiene que ver con educarse, pero hay que saber que uno está adentro, siempre pertenece. Los límites de la autogestión están súper diluidos. Pero hay que pensar globalmente, lo que puede ser muy de slogan, pero estoy mal si creo que porque estoy con los míos, reciclo verduras, estoy fuera del capitalismo.

J: El problema que yo veo es cuando estas comunidades autónomas se “desconectan” de la realidad. A veces uno se va para mirar desde una cierta perspectiva las cosas. Ahora me siento más claro que antes, puedo criticar y actuar un poco mejor.

W: No hay que ser amish… Hay que formarse desde ya, entrenarse…

J: …Claro….no sólo para la revolución sino para lo que viene después de la revolución.




Descargue “Amor y materialismo dialéctico” (2009) de Disputa





Descargue “Contra nosotros mismos” (2006) de Marcel Duchamp

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