A dos décadas de su primer disco, Álvaro Henríquez, Ángel Parra y Roberto «Titae» Lindl revisan la historia de la banda de rock que masificó entre el público joven la cueca y la música popular de la vieja escuela. Titae, el bajista del grupo, muestra además un adelanto de su desconocida faceta como fotógrafo, con imágenes inéditas del libro sobre Los Tres que publicará en octubre.
Evelyn Erlij
Era uno de los primeros cumpleaños que el joven bajista Roberto « Titae » Lindl pasaba en la capital, desde que había partido de su Concepción natal a probar suerte en Santiago. Por entonces vivía en una casa en la calle Romero junto a su amigo de la infancia Álvaro Henríquez, músico y melómano, con el que había tocado en su adolescencia en bandas que bautizaron como Los Dick Stones y Los Escalímetros Voladores.
Francisco Molina acostumbraba acompañarlos en la batería, y esa noche, en que Titae festejaba un año más, decidieron integrar a un nuevo músico al trío para tocar un improvisado concierto en plena fiesta. El invitado era Ángel Parra hijo, y esa celebración, que podía haber sido un cumpleaños más, se convirtió en el primer show de Los Tres en su formación original.
Fue el mismo Titae quien se preocupó de inmortalizar el momento con su cámara fotográfica, sin saber que años más tarde se convertiría en una imagen histórica del grupo. Esa fotografía es hoy parte del enorme archivo que por años acumuló el bajista, y que en octubre próximo será publicado en el libro "Los Tres" (RIL), una compilación de fotos tomadas por Lindl durante los más de veinte años de carrera de la banda, la más reconocida en la historia de la música popular chilena en los noventa y una de las más relevantes en Latinoamérica.
"Esa foto es increíble, no la había visto. Estábamos todos muy jóvenes -recuerda Ángel Parra, guitarrista del grupo-. En esa época toda la tropa de "La negra Ester" estaba viviendo en esa casa, era increíble la gente que circulaba por ahí. Había mucha alegría en esos días por el regreso a la democracia, por todo lo que pasaba con la obra también", cuenta el músico. Eran los días en que Álvaro Henríquez era parte de La Regia Orquesta, la banda que acompañaba en vivo las presentaciones de la célebre obra del dramaturgo Andrés Pérez.
"Las primeras fotos del libro son de mi padre, Werner Lindl, un inmigrante austriaco que fue el primer contrabajista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción -explica Titae-. Como buen gringo, había estudiado además fotografía. Siempre tenía esa habitualidad de sacar fotos, de ahí viene mi interés por llevar la cámara a todos lados. El libro tiene esa mirada interior del grupo que nadie tiene, porque nosotros somos bastante herméticos. Es el producto de muchos años y horas de ocio que teníamos entre tocar y tocar, grabación y grabación, entre las giras y viajes".
En la publicación, que será lanzada como novedad en la Feria Internacional del Libro de Santiago, están reunidos varios hitos de la banda, desde su primera gira al extranjero, su concierto Unplugged en MTV en 1995, la Yein Fonda, sus grabaciones en estudio, la etapa del histórico disco "Fome" (1997), las giras, sus momentos con Roberto Parra y otros músicos chilenos y extranjeros, hasta su más reciente disco, "Coliumo" (2010).
"No es el típico libro de rock con fotos de la banda tocando en el escenario, sino todo lo contrario, es el punto de vista del bajista. Hay muchos momentos de camarín, de habitación de hotel, de relax; hay varias imágenes de estudio, que para nosotros es algo muy íntimo, ya que es nuestro espacio de creación musical", cuenta Lindl, quien lanzará el libro justo en el año en que la banda celebra 20 años desde la publicación de "Los Tres" (1991), su primer disco.
El soundtrack para la decepción
Álvaro Henríquez y Titae Lindl se conocieron cuando estudiaban en la Alianza Francesa, en Concepción, donde gracias a sus profesores y amigos franceses llegaron a las fuentes que luego darían origen al sonido de Los Tres: el blues, el rock and roll y el jazz. "En Santiago quizás hubiese sido imposible conseguir esa música. Cuando éramos chicos teníamos compañeros que vivían en Penco y llegaban los marinos extranjeros con discos piratas de los Beatles, Bill Haley, Gene Vincent. Por el lado nuestro, a los 11 o 12 años nos hicimos amigos de un francés, Gilles Marie, que nos mostró el blues antiguo y tenía una colección enorme de rock and roll. Gracias a él nos fuimos por el buen camino", recuerda Henríquez.
Fue a fines de los años 80 cuando la banda tomó forma, en una época en que la juventud tenía sus esperanzas puestas en la llegada de la democracia. "Todavía había mucho temor por expresarse, por cualquier cosa que fuera diferente. Esa manera de actuar que tenía la sociedad en ese tiempo nos llevó a hacer el tipo de música que hicimos, que era absolutamente distinta al resto. Aparte de lo musical, las pintas nos ayudaron mucho, las tenidas, los cortes de pelo, que siempre llamaban mucho la atención. Eso nos ayudó, porque queríamos sobresalir. Éramos los bichos raros de Concepción", cuenta el músico.
Una vez en Santiago, y ya con su primer disco en 1991, Los Tres reflejaron como pocas bandas en la época el espíritu desencantado de los jóvenes de entonces. "Nosotros hicimos el soundtrack para la decepción, era como 'no creo que esto resulte, pero igual tratemos de ser felices mientras se pueda'. Cuando aparecimos, siento que ayudamos a que mucha gente se liberara y que pudiera salir a cantar, a carretear o a llegar tarde. No nos olvidemos que hasta hace poco tiempo había toque de queda", recuerda Henríquez.
La situación de la música chilena tampoco era muy esperanzadora, y hasta entonces sólo Los Prisioneros habían logrado tener éxito en una industria que no creía en el rock hecho en Chile: las radios no tocaban discos nacionales y los sellos, a excepción de Alerce, casi no se atrevían a publicar a artistas chilenos. "A principios de los 90 había súper pocos grupos, estaban Los Prisioneros, La Ley, nosotros y nadie más", dice Titae, en referencia a las tres bandas que firmaron con grandes sellos y que, según Henríquez, demostraron que el negocio de la música era posible en Chile.
"En nuestra época no pasaba nada. Hoy la diversidad de artistas es increíble -afirma Parra sobre el panorama actual-. Gracias a internet se han abierto otros canales para promocionar la música, los sellos ya no tienen el poder asqueroso que tenían antes y eso permite que la gente saque sus discos y circulen".
Cueca enchufada
Cuando en 1995 Los Tres se convirtieron en una de las primeras bandas latinas en hacer un Unplugged en MTV y Álvaro Henríquez insistió en la idea de tocar cuecas en Miami, no tenía conciencia de que con ese gesto haría historia. Por entonces, no existía ningún interés por esa música, menos entre los jóvenes.
"Al principio, cuando tocábamos cueca, la gente se quedaba mirándonos con cara rara, no sabía qué pensar. Yo les tiraba la talla, 'bueno vamos a tocar unas cuecas holandesas', porque tú cachái cómo funciona la lógica chilena de apreciar lo de afuera. Tocábamos cuecas con guitarra eléctrica y la gente no entendía. Me miraban sorprendidos y yo los miraba de vuelta como diciéndoles 'sí poh, estamos tocando cueca en serio, no es chiste'", recuerda Henríquez sobre la época en que esa música era socialmente discriminada o vinculada a la dictadura.
"Después fue bien increíble ver a los cabros interesados en las cuecas, bailando, cantando, hasta el día de hoy. 'La vida que yo he pasado' la cantan entera", cuenta el líder de Los Tres. Varios cantores de larga trayectoria, como Pepe Fuentes y María Ester Zamora, atribuyen al grupo haber hecho un rescate de gran envergadura de esta música. Y no sólo por revitalizarla, también por masificarla entre los distintos estratos sociales y las nuevas generaciones, de donde han emergido jóvenes interesados en la raíz folclórica, algo natural hoy, pero impensado para los años 90.
El acercamiento de Los Tres con la cueca se dio en 1988, cuando Henríquez conoció en "La negra Ester" al folclorista Roberto Parra, inspirador del movimiento guachaca que en paralelo a la banda penquista reivindicó parte de la cultura popular para una nueva generación. "Con Pancho (Molina) íbamos mucho a las fiestas que tenía el elenco de la obra, donde estaba don Robert. Ahí se nos fue abriendo la oreja a las cuecas. Ángel lo tenía más asimilado por su familia", explica Titae.
"Creo que es un aporte para el grupo la presencia de mi abuela Violeta, que es algo que cada día está más presente en mi manera de tocar. Por la cercanía en que me encuentro con ella en este momento, estoy aportando por ese lado fuertemente. Es una sangre bien potente", explica Parra.
La estrecha amistad que unió a Henríquez con Roberto Parra fue fundamental para que Los Tres masificaran la cueca, pero además para que los jóvenes se volcaran hacia el pasado a buscar referentes musicales. Esto, porque también rescataron figuras legendarias de la música popular, en particular Buddy Richard. "En ese entonces había un prejuicio enorme por lo viejo. Yo ya había tocado con la gran Cecilia y siempre quise invitar a grabar a Buddy, yo era fan de él", cuenta Henríquez.
Y cuando Los Tres grabaron "Tu cariño se me va" con el veterano cantante de los años 60 se produjo otro fenómeno: miles y miles de jóvenes cantaron y cantan aún uno de los grandes hits que probablemente sus padres y abuelos entonaron décadas atrás. "Nosotros tenemos mucha admiración por la experiencia, por la gente mayor. Así como Violeta, Los Tres también tienen en el ADN la inquietud por la recopilación -explica Parra-. Tenemos una gran tradición musical y hay que mirar más atrás, porque existen grandes artistas que todavía no tienen el respeto debido".
Los Tres ya no están solos en esta vocación por conectar a la audiencia joven con la historia musical. "Lo que pasa ahora es alucinante, porque hay un gran respeto por la tradición, creo que a estos músicos de ahora les interesa mucho -dice Parra-. Yo sé que Nano Stern es ultra fan de mi papá, y eso es bueno, porque ahí está la información. Por eso nos hemos acercado a gente como Roberto y Lalo Parra y Valentín Trujillo. Los que no cachen eso, están atrasados de noticias".
Hoy, en que los jóvenes han redescubierto la cumbia chilena, las cuecas urbanas, la Nueva Canción y las orquestas bailables de los 50, el gesto de Los Tres es evidente. "El otro día tocamos en el Parque O'Higgins para los estudiantes -recuerda Henríquez-. Había un millón de personas cantando a don Robert. Hoy la gente se vuelve loca con las cuecas".
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