El Mercurio
Sobre el duro impacto que tuvo la pandemia en la escena cultural, la precariedad a la que se han visto enfrentados los actores y los nuevos formatos que el teatro ha buscado para sobrevivir, habla Carmen Romero, directora general de la Fundación Teatro a Mil. Dice también que la crisis y el encierro develaron la importancia de la cultura en la salud mental y explica sus motivaciones ante el posible próximo proceso constituyente: “Queremos poner las artes y la cultura como un derecho en la Constitución”.
Por Antonia Domeyko
En marzo de este año, cuando la pandemia comenzó a propagarse por el país y se decretó la emergencia sanitaria, y con ello la suspensión de todas las funciones teatrales y eventos culturales, Carmen Romero, directora general de la Fundación Teatro a Mil, pensaba en cuántas semanas duraría la situación. Reconoce que nunca imaginó que llegaría a ser más de medio año.
Con el cierre de todos los escenarios culturales, cuenta, lo primero que hicieronfue actualizar la plataforma online, en la que ya tenían contenido complementario, que incluía algunas obras grabadas, mientras la fundación se ajustaba a la crisis. Internamente, explica, tuvieron que reducir personal: a fines de marzo despidió a cinco personas del equipo. Además, se tomó la decisión de bajar los sueldos a todos y comenzar de a poco a reestructurarse en la modalidad de teletrabajo.
—Pero, además, fue decir: ¿y ahora qué hacemos con los artistas? Porque inmediatamente supimos que íbamos a tener una crisis muy grande. Dijeron que las necesidades básicas fundamentales para vivir iban a estar resueltas, que las panaderías tenían que seguir funcionando, pero el teatro, que también lo necesitamos para vivir, podía parar —dice Carmen Romero.
A las pocas semanas, diferentes compañías comenzaron a organizarse y aparecieron las obras por Zoom. La fundación también decidió seguir con su programación y en mayo lanzó el ciclo Teatro Hoy, que incluyó lecturas dramatizadas protagonizadas por los actores desde sus casas y transmisión de obras completas.
—Había mucho resquemor entre nosotros mismos frente a este nuevo formato. Hay quienes amamos el teatro y sabemos que es presencial, que esa es la esencia; entonces, era complejo tratar de decir grabemos tu obra. Fueron discusiones bonitas también, creativas, del amor por esto. No duró mucho, porque rápidamente los artistas se dieron cuenta de que era posible contar de otra manera. Si bien siempre ha sido un complemento todo esto, hoy son una nueva forma de llegar a más público y hay que pensarlo así. Igual algunos decían que iban a esperar dos, tres meses o lo que haya que esperar, para volver a estar en vivo, arriba del escenario.
—Hay una discusión de si el teatro por Zoom es teatro o no, ¿qué piensa?
—Yo creo que el teatro se puede dar hoy en todas partes y de todas las formas. Y ahora es maravilloso que haya teatro por Zoom y que se haya descubierto que a través de esta plataforma se provoca también esa magia cuando hay obras alucinantes que te llegan y te transportan. Creo que hoy hay que repensarlo todo, incluso los centros culturales, cómo son esos edificios, cuáles son los formatos que tenemos que pensar para estar presencial y virtual. Y la creatividad va a estar siempre ahí. Hay un jurado que elige las obras del año, y creo que la discusión va a ser muy fuerte, porque habrá obras por Zoom que se van a elegir. Y son muchísimas, como 70, que son obras de arte y que van a competir con obras presenciales.
—¿Qué rol cree que han cumplido el teatro y el arte durante esta pandemia?
—Siento que dentro de toda la desgracia que vivimos, se comprende más. Podemos explicar y decir: ¿Qué habría pasado contigo sin la música? ¿Si no hubieses visto esta serie? ¿Sin los libros? ¿Cómo hubieses vivido todo este tiempo sin que el teatro se reinventara por Zoom? Era algo inimaginable, impensable. Se crearon nuevos lenguajes en todo este tiempo, por una manera de sobrevivencia. El incremento de las plataformas de cine, de teatro, ha sido extraordinario. Nosotros, en estos seis meses, tuvimos más de un millón doscientos mil personas siguiendo nuestros contenidos (…). Ahora uno puede hablar de la salud mental, que es también parte de lo físico, de lo que te constituye como humano. Ahora podemos descubrir que psicológicamente nos ha afectado este encierro, y que son las artes las que nos ayudan, nos dan una posibilidad de salir, de imaginar, de escapar de la depresión que ha significado estar encerrados durante todo este tiempo.
Carmen Romero está en su casa, en la habitación de su hija, que hoy vive en Alemania. En el escritorio de la pieza se instaló con su computador para teletrabajar. Dice que ha pasado la mayor parte del tiempo viendo teatro por Zoom, investigando sobre cómo la cultura en otros países ha enfrentado esta crisis y asistiendo a foros internacionales online sobre el tema. Entre una videoconferencia y otra, cuenta que cuando levanta la mirada del computador, ha visto, durante todos estos meses, siempre el mismo árbol de su jardín.
—Ha sido un período muy intenso, pero también introspectivo —reflexiona.
Sentada en esa habitación, con la luz del mediodía entrando por la ventana, recuerda sus inicios como gestora cultural a mediados de los años 80, cuando tenía alrededor de 25 años. Están esos años trabajando junto al director teatral Andrés Pérez, montando obras callejeras en medio del apagón cultural que trajo la dictadura, dice. Presentaron luego La Negra Ester, que estrenaron en una plaza en Puente Alto, donde los mismos vecinos ayudaban a armar el escenario.
—Era muy difícil esa época, pero se resistía. No había libertad de expresión, porque era peligroso todo, pero aun así el teatro resistió y las artes resistieron, y se crearon grandes proyectos (…). Raúl Ruiz decía algo de eso, que las artes en Chile no resisten, insisten. Y ahora, con esta pandemia que nos obligó a estar separados, el teatro buscó la manera de estar juntos a través de las nuevas plataformas.
—Sin embargo, la pandemia ha dejado en evidencia también la precariedad del sector…
—El mismo ministerio hizo un catastro y los resultados son que la cesantía en este rubro es del 85 por ciento. Y más del 70 por ciento no están en ninguna ficha social, porque son profesionales, y por otro lado, su sueldo es de menos de 300 mil pesos. Ni siquiera es el sueldo mínimo.
—Se había hablado de un aumento de presupuesto para el próximo año, pero el Ministerio de Hacienda anunció finalmente un recorte. ¿Cuál es su visión?
—Este es el tercer año en que estamos con una reducción. Es ideológico. Me extraña que sea el ministro de Hacienda, porque tiene una formación humanista. Me extraña que él no vea que las instituciones colaboradoras culturales cumplimos un rol importante en esta misión. Duele también, debo decirte, que no reconozcan, que solo sea un sector político el que reconozca de verdad y que pelee por esta necesidad que tenemos de seguir haciendo arte y cultura en un país complejo, en un momento de crisis. Me preocupa pensar cómo los vamos a convencer, cómo les decimos a todos los senadores y diputados que esto es un bien común. Lo dijo la Canciller de Alemania, que no es de izquierda. Ella declaró la cultura como un bien esencial; entonces, el sector cultural completo, en esos países, tiene un resguardo y está cuidado con cosas concretas, porque se valora.
—¿Por qué cree que no se priorizó la cultura en esta crisis?
—Bueno, siempre en momentos de crisis se corta por lo menos esencial, por eso la discusión es si esto es o no esencial. Lo dice Alemania, lo dice Francia, lo dice el Reino Unido, lo dicen los países desarrollados, lo dice Nueva Zelandia, ¿con qué nos estamos comparando? Lo dice Uruguay, sin ir más lejos. ¿Por qué nosotros no lo podemos ver? Porque es ceguera. Hay dos mil instituciones colaboradoras culturales en Chile, imagínate todo el tejido que hay para dialogar. Lo hemos dicho en todas las reuniones, estamos todos de acuerdo en que el 1 por ciento del presupuesto sea para cultura, no menos. Lo que tenemos es menos del 0,4 por ciento, estamos hablando de migajas. Este sector va a ser el último en abrir. Hoy los artistas necesitan más que nunca apoyo y la ciudadanía necesita las artes.
La Fundación Teatro a Mil, explica Carmen, el próximo año tendrá una reducción de un 8 por ciento de los recursos que recibía del Estado.
A principios de 2020, cuando la mayoría de los eventos culturales, conciertos y obras teatrales se habían cancelado tras el estallido social, se inauguró el Festival Teatro a Mil, que duraría todo el mes.
—Fue súper importante hacerlo. Es algo que nos supera, que le pertenece a la ciudadanía. Siento que organizamos algo que tiene vida propia y se expande como una gran cadena de cariño, de insistencia, de decir que queremos más arte y más cultura.
—A esa edición del festival asistió un tercio menos de público que los años anteriores, ¿por qué cree que pasó eso?
—Porque hicimos espectáculos más pequeñitos, porque vendimos entradas solo en el último mes, por eso las salas no estuvieron completamente llenas, pero nos equivocamos nosotros, no la gente. Tendríamos que haber insistido, nomás, en hacer toda la programación grande. Igual la cumplimos, pero tuvimos que cambiar los horarios y hacer todo de día.
—Durante el festival realizaron cabildos para hablar sobre el rol cultural ante un eventual proceso constituyente. ¿Qué participación cree que debería tener la cultura?
—Se abre una nueva manera de ver Chile y ahí tenemos la esperanza de que estas discusiones no las volvamos a dar, porque queremos poner las artes y la cultura como un derecho en la Constitución. Un país que invierta en lo que creemos que debe invertir, y no en lo que se hizo en una época oscura.
—¿Cómo le gustaría participar?
—Hay que trabajar para que haya personas vinculadas a las artes y la cultura en la Convención Constituyente, que sean parte. Tiene que estar redactada también con esas cabezas. Nosotros hemos participado en dos instancias importantísimas: en el grupo Paz de la Chile, que es un pacto por un acuerdo social, donde estuve en la mesa de arte y cultura, y en Tenemos que hablar de Chile. En ambos hemos estado impulsando la cultura como un derecho.
—¿Ha pensado ir como constituyente?
—No, yo soy más activista, creo que pelearía mucho, pero hay que seguir peleando para ganar esos espacios. Creo que es un momento demasiado hermoso el que se viene.
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