El Mercurio
El trompetista de jazz no oculta su mirada política y arremete contra la explotación, la corrupción y los conflictos raciales, que son también los temas de su nuevo disco, una obra conceptual titulada “The Ever Fonky Lowdown”.
IÑIGO DÍAZ
No será un acontecimiento más en la historia de Wynton Marsalis ni tampoco en la historia de los megaconciertos que en Chile comenzaron ese verano del 89 con Rod Stewart. Marsalis, un trompetista de jazz acostumbrado a tocar en clubes, salas y teatros, actuó en el Estadio Nacional, en la primera de sus tres visitas al país. La última fue en 2015, en el Teatro Municipal de Santiago.
“Desde Chile... un abrazo a la esperanza”, se titularon las jornadas de octubre de 1990, una cita mucho más conocida como el Concierto de Amnistía Internacional, que contó con Peter Gabriel, Sting, la emergente Sinead O'Connor y el regreso de Inti-Illimani. Con su septeto, Marsalis tocó su obra larga “The Majesty of the Blues” y luego una versión de “Gracias a la vida”. Terminó con el sucio blues de taberna de Nueva Orleans “Jungle Blues”, de Jelly Roll Morton, que 80 mil personas reconocieron como la armonía base de un rock and roll, de manera que corearon “El rock del Mundial”, de los Ramblers, sorprendiendo a los músicos.
“Ese fue el concierto más determinante de mi carrera”, sorprende a su vez Wynton Marsalis desde Nueva York, vía e-mail. “El espíritu de protesta y lucha por la igualdad ha definido la historia moderna de Chile, por lo que los recientes acontecimientos que comenzaron en octubre del año pasado capturaron mi atención. Y mi cumpleaños es el 18 de octubre. Siempre celebro ese concierto de Amnistía alrededor de la fecha de mi cumpleaños”, agrega.
Su mirada política ha estado presente desde entonces y sobre todo ahora que Estados Unidos ha vivido una escalada de revueltas debido al recrudecimiento del racismo, una movilización que repercutió en todo el mundo, tras la muerte de George Floyd. En un año particularmente complicado, en el que Marsalis perdió a su padre —el eminente músico Ellis Marsalis— producto del coronavirus, su voz como compositor ha vuelto a escucharse a través del álbum que hoy está presentando a nivel mundial.
Publicado por Blue Engine Records, plataforma editorial vinculada al Lincoln Center de Nueva York, “The Ever Fonky Lowdown” aparece como una obra casi teatral, de largo aliento y ambicioso alcance. Son 53 piezas, entre instrumentales, canciones y textos recitados. Fue escrita para big band —la Jazz at Lincoln Center Orchestra, que Marsalis dirige desde 1991—, además de voces solistas y narrador, papel que ocupa el actor Wendell Pierce (“The Wire”). Este interpreta a Mr. Game, una mezcla de predicador evangélico, estafador y político de medio pelo, que captura a la gente con su retórica encantadora para beneficiarse.
Como obra de carácter conceptual y su formato ampliado, se aproxima a lo que se podría entender como una opereta jazzística. O como el propio trompetista lo define, un espectáculo circense. “‘The Ever Fonky Lowdown' tiene la forma de un circo. Es jazz desde un punto de vista formal, con una suite de piezas que se pueden bailar. De hecho, en vivo se bailan, con personas de distintas razas”, explica.
—En su nuevo álbum, usted toca los temas del abuso de poder, la corrupción y el racismo. ¿Cómo ve la situación en Estados Unidos?
“El racismo está muy arraigado en nuestra gente. Ha marcado nuestra Constitución y cambió nuestro sistema legal, ha arruinado nuestra relación con la justicia y ha afectado a la industria del entretenimiento con estereotipos sobre pandilleros y tonteras. Destrozó nuestro sistema de educación pública, ha fomentado la delincuencia y ha socavado nuestra capacidad de razonar. Sí, el racismo le ha costado mucho a Estados Unidos”.
—¿En qué tipo de mundo vivimos hoy a la luz de los hechos?
“Tenemos un mundo de tanta belleza, complejidad y simplicidad al mismo tiempo, que es difícil decirlo. Existe una élite seleccionada que explota a un grupo más grande de personas para una ganancia personal y crear un mundo de amos y esclavos. Y hay un liderazgo que busca reunir la mayor cantidad de ciudadanos para crear un mundo más equitativo y habitable. Todo no puede tratarse de tener más dinero a cualquier costo”.
—¿Es un problema social?
“Sí. Se manifiesta como desigualdad. También es económico, y se manifiesta en discriminación en la educación y en el trabajo. Y también es ecológico, porque la codicia crea desequilibrio con acciones depredatorias hacia el medio ambiente y sus recursos naturales, que son limitados. La arrogancia justifica la estupidez hasta que es demasiado tarde. Y entonces… ya es demasiado tarde”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario