El Mercurio
La Fundación Lepe apoyó el trabajo en la escultura religiosa que data del siglo XVII, deteriorada por el paso de los años y malas intervenciones.
María Soledad Ramírez R.
“Traído del Callao en octubre de 1682” reza la etiqueta en la espalda de la figura de San Francisco de Asís, que cada 4 de octubre sale en procesión en el poblado de Curimón. Es una fiesta que tiene más de 100 años de existencia y la imagen que la preside es objeto de devoción para los curimoninos, quienes la acompañan en la caminata. Este año, la procesión no tendrá público, pero la imagen pasará por las calles para que sus fieles la saluden.
Estará más esplendorosa que nunca. A pesar de los contratiempos que produjo la pandemia —confinamientos e imposibilidad de viajar al lugar—, la imagen ya está restaurada, un proceso que se inició en febrero. Es un proyecto que financió la Fundación Lepe, que ha estado vinculada a Curimón en diferentes instancias.
“Nosotros identificamos que la realización de la Fiesta de San Francisco era una instancia colaborativa y comunitaria, que unía transversalmente a los vecinos y vecinas, y que la espiritualidad franciscana es un elemento identitario del curimonino más allá del aspecto devocional”, explica Natalia García-Huidobro, directora ejecutiva de Fundación Lepe. En ese contexto, agrega, decidieron llevar adelante el proyecto de restauración de la imagen, que presentaba problemas por su antigüedad y malas intervenciones anteriores.
“Se trata de una escultura de candelero y de vestir. Posee las manos y la cabeza policromada. Se caracteriza por tener máscara de plomo y ojos de vidrio. Sus dimensiones son 150 cm de alto, 70 cm de ancho y alrededor de 70 cm de profundidad”, describe la conservadora y restauradora Melissa Morales.
“La madera con la que están fabricadas las manos y la cabeza es probable que sea cedro, por sus características organolépticas. Por lo tanto, según los antecedentes históricos basados en la inscripción, podemos inferir que la data de su creación corresponde al siglo XVII”, explica la especialista. Estima que la imagen podría ser de la Escuela Quiteña, ya que esta existía desde el siglo XVI a cargo de la Orden Franciscana y la etiqueta entrega una fecha posterior a ese siglo.
Luego de diagnosticar la escultura y definir qué tipo de intervención se haría —“mínima intervención posible, compatibilidad de los materiales, máxima reversibilidad posible, y el respeto por su autenticidad e integridad”, señala Morales—, la restauradora procedió a estabilizar la estructura, consolidar los desprendimientos parciales de la máscara de plomo y fijar correctamente el nimbo (aureola). “En las manos presentaba problemas de intervenciones inadecuadas en la fijación de dedos fracturados y en la adhesión del atributo correspondiente a la Porciúncula”, explica, sobre la pequeña capilla que lleva la imagen en sus manos y que representa la capilla en donde vivió San Francisco en Asís. También hubo que trabajar sobre la policromía y hacer una limpieza generalizada.
El proyecto buscaba la participación de la comunidad en el trabajo de la vestimenta del santo, pero la pandemia impidió ese paso. “Pensamos retomar este trabajo con la comunidad cuando reunirse deje de ser un elemento de riesgo para la salud; invitar a hombres y mujeres que se animen a participar en lo que implica la consolidación del traje de San Francisco que presenta varios detalles textiles desprendidos o faltantes”, comenta García-Huidobro.
—¿Qué valor tiene esta imagen religiosa cuando la fiesta no se podrá celebrar como es habitual?
“La Fiesta de San Francisco y la espiritualidad franciscana cohesiona a la comunidad, fortalece sus vínculos y pone en valor la memoria colectiva en torno a esta festividad. La imagen es el símbolo de esos elementos, y tenemos la convicción de que una comunidad que cuenta con un tejido social fuerte es capaz de enfrentar de mejor manera momentos de crisis como el que vivimos”.
Así saldrá mañana en Curimón su San Francisco, que data de 1682. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario