miércoles, octubre 28, 2020

Turismo de Viña del Mar estima pérdidas en US$ 44 millones si se suspende el Festival y pide hacerlo en “modo covid”

 El Mercurio


Con más de 80 años de existencia, la sastrería Rubinstein es una de las más antiguas del país y cada verano, con el Festival de Viña del Mar, enfrenta una actividad febril. Sus 20 trabajadores deben satisfacer la demanda de una veintena de trajes exclusivos y a la medida que rostros de la televisión lucen durante la tradicional gala.


“El Festival es la gran pasarela y culminación del año, en la que presentamos nuestras últimas colecciones”, señala Jorge Zúñiga, el encargado de la tienda que la sastrería mantiene en la Ciudad Jardín. Lamenta las pérdidas económicas que le ocasionaría una eventual suspensión de la fiesta musical, que se agregaría al oscuro escenario definido por el estallido social y la pandemia, que desplomaron las ventas en un 90%. Pero también cuestiona que Viña se prive de un “patrimonio cultural” que se ha realizado ininterrumpidamente desde 1960.


La actividad de sastres, salones de belleza e incluso servicios tecnológicos en materia de iluminación y sonido son parte de la cadena económica que activa en Viña del Mar su Festival Internacional de la Canción.


Sin embargo, el impacto directo es en el turismo. Hoteles, como el Gala, solían arrendar la totalidad de sus habitaciones y salones a la producción del Festival, en tanto la demanda copa la capacidad total de alojamiento de Viña y se extiende a Valparaíso y Concón.


El presidente de la Cámara de Comercio y Turismo de Viña del Mar, Rodrigo Rozas, calcula que US$ 44 millones ingresan cada temporada veraniega al sector por la demanda que generan los cientos de miles de turistas que llegan a la Ciudad Jardín por el Festival, incluyendo alojamiento, comida y movilización. Rozas critica, ante una posible suspensión del evento, que se deje de contar con esos recursos en una ciudad que “ha visto cerrar más de 500 de sus locales comerciales por el fin del boom del turismo argentino, el estallido social, la pandemia y luego, una cuarentena de cuatro meses”.


Ochenta de estos locales corresponden al sector bohemio de la población Vergara, entre 1 y 15 Norte y de Libertad a la costanera. El presidente de la Asociación Gastronómica y Cultural Barrio Poniente, Javier Álvarez, coincide en las quejas por la posible suspensión del Festival, que con sus artistas, productores y público atiborran los locales e incrementan en 30% la cifra de clientes.


Por eso, Álvarez aplaude la iniciativa del municipio de intentar rescatar una versión del evento en “modo covid”, una forma creativa para mantener su sello, en un verano en el que los gremios esperan que la pandemia dé una tregua y permita reactivar, bajo protocolos sanitarios, el turismo. “El ambiente de fiesta con que el Festival contagia a la ciudad favorece que la gente salga a divertirse y contribuye a la bohemia”, resalta.


El concejal integrante de la comisión Festival, Jaime Varas, explica que la idea es replicar lo que de alguna forma se hizo durante la Teletón, con transmisión de espectáculos sin público o bajo estrictas medidas de protocolo sanitario, solo con artistas nacionales o alguna fórmula que mantenga viva la presencia festivalera. “También deben aplicarse fórmulas creativas para preservar el resto de los eventos, como los conciertos de verano”, expresó.


En cuanto al Año Nuevo en el Mar, dijo que los contratos para efectuarlo están en marcha en Viña y Valparaíso, y una campaña promoverá que el público disfrute los fuegos artificiales sin aglomeraciones.

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