domingo, octubre 18, 2020

Entrevista Premio Casa de las Américas: Musicólogo chileno presenta monumental trabajo sobre la música en la Colonia

 El Mercurio


Oxford University Press publica The Sweet Penance of Music. Musical Life in Colonial Santiago de Chile, de Alejandro Vera. La versión en español debería llegar a fin de año vía Ediciones UC y Casa de las Américas de Cuba.

Maureen Lennon Zaninovic


Una década de estudio le significó a Alejandro Vera (1975), reconocido investigador y académico del Instituto de Música de la UC (IMUC), concretar este contundente trabajo sobre la música chilena en la Colonia. “Llegar al libro fue un verdadero parto”, reconoce el musicólogo a través de un contacto telefónico, y agrega que desde los inicios del proyecto decidió soñar en grande y se contactó con una de las editoriales inglesas más prestigiosas: Oxford University Press (ver recuadro).


De esta manera —tanto para su descarga digital como en formato de texto físico— ya se encuentra disponible, bajo el sello británico, The Sweet Penance of Music. Musical Life in Colonial Santiago de Chile (la versión en español y que llevará por título El dulce reato de la música. La vida musical en Santiago de Chile durante el período colonial debería salir a la luz a fin de año bajo Ediciones UC y Casa de las Américas de Cuba).


El volumen, que reconstruye la vida musical de Santiago entre 1541 y 1810, tiene varias particularidades; entre otras, trabaja con documentos y partituras inéditas, y sitúa a la ciudad en el marco amplio del sistema colonial, revelando sus vínculos con Lima (capital del Virreinato). Su investigación también complementa lo ya afirmado en relatos tradicionales, como los de Eugenio Pereira Salas (Los orígenes del arte musical, de 1941) y Samuel Claro Valdés (Historia de la música en Chile,de 1973).


“El equilibrio es importante”, advierte el docente del IMUC, y añade que “no quiero contradecir que en la Colonia éramos más pobres que Lima. ¡Sería irresponsable pensar lo contrario! Lo que sí hay que buscar es una ponderación. En nuestro territorio no hubo una precariedad absoluta, como se dijo en el pasado, porque sí llegaron instrumentos y partituras”. Alejandro Vera continúa con su análisis y afirma que el siglo XIX, para varios investigadores, ha sido un período muy mal mirado. “Se decía que en la Colonia había un letargo cultural y se difundieron una serie de mitos. Por eso hablo de un equilibrio. Demostrar que no es tal la pobreza, pero tampoco podemos pretender que la Catedral de Santiago era como la Catedral de México o la de Puebla. El libro demuestra que si bien hubo pocos recursos, se produjo una vida cultural interesante”.


El musicólogo profundiza en la dependencia política y administrativa con la capital del virreinato y destaca que los navíos que llegaban desde España —ya sea que vinieran por Panamá o por el Cabo de Hornos— siempre recalaban en Lima y luego seguían a Valparaíso. “Los historiadores han demostrado que Lima tuvo para nosotros una gran influencia en términos culturales. En la Catedral de Santiago, en el único archivo de música colonial que conservamos en nuestro país, encontré partituras que fueron enviadas desde Lima: un hallazgo muy claro por la grafía de los copistas o por la concordancia de obras, pero eso no ocurre a la inversa. No hay en el archivo arzobispal de Perú obras que fueron enviadas desde Chile. Muchos instrumentos y partituras nos llegaron vía Lima, una ciudad donde hubo fábricas de clave y guitarras”.


Sobre el nombre en español, “dulce reato”, Alejandro Vera señala que alude a una expresión que utilizó una religiosa del monasterio de las clarisas de La Victoria de Santiago. “Se trata de la arpista Josefa Soto, para quien la música no era solo un medio para tomar el estado religioso, sino también un elemento de goce al que se accedía por inclinación personal. En 1776 pide entrar como monja de velo blanco y ser admitida, según sus propias palabras, ‘con el dulce reato pensional de la música'. Lamentablemente, encontré poco material sobre ella, pero pese a lo poco que hay se nota que fue una mujer de mucho juicio, disciplinada e inteligente”. El experto añade que el reato para la teología cristiana es “el castigo que queda después de que los pecados han sido perdonados, o sea, uno se confiesa, cumple la penitencia, pero hay un pago que queda pendiente. En las palabras de Josefa Soto se aprecia una reacción muy placentera con la música, pero también una carga. Era mucha exigencia para las monjas de la época dedicarse a la actividad musical. Varias perdían rápidamente la voz o sufrían dolores en sus espaldas, en especial las organistas. Esa expresión de reato me sirvió para hablar de una dualidad del período colonial”. Siguiendo esta tesis, Alejandro Vera afirma que la dualidad estuvo presente en la manera de entender la música “como arma de doble filo: la distancia entre el prestigio artístico y social de los músicos, los límites difusos entre la música sacra y laica, e incluso la práctica de la composición”.


Conventos conservatorios


El musicólogo advierte que, durante ese período y hasta el siglo XIX, muchas niñas eran ingresadas por sus padres en los monasterios no para hacerse religiosas, sino para formarse y luego reintegrarse a la sociedad secular; aunque hubo excepciones, como la de Josefa Dolores Peñailillo, quien llegó en 1747 al beaterío de Santa Rosa para aprender música y finalmente decidió continuar y profundizar su vocación religiosa. “El conocimiento musical constituyó un atributo importante para la mujer de la Colonia. Este aspecto es algo que se ha estudiado y que reafirmo en este libro: los conventos cumplían la función de educar. En México, por ejemplo, existió un convento que actuaba como conservatorio, y en Chile, si bien no hubo una formación tan sistemática, a las religiosas se les enseñaba música, a solfear y cantar”, dice Alejandro Vera.


En cuanto a la actividad musical en la Catedral de Santiago, el investigador resalta similitudes con otros templos de América, ya que se interpretaba el canto llano tradicional de las liturgias cristianas. “Había canto monódico acompañado de órgano. Quizás una diferencia con otras catedrales importantes es que la polifonía se practicó menos y, sobre todo en nuestro país, se instauró más tardíamente una capilla musical, en 1721. No era una capilla muy grande y posteriormente se sumaron violines y oboes. Se tocaba en ciertas festividades religiosas, y al principio, el sueldo de sus instrumentistas era más bajo, pero con el aumento del diezmo la paga fue creciendo”, afirma. Y advierte que hubo contrastes entre los monasterios y la Catedral de Santiago: “Mientras en los primeros se ejecutaba el arpa, como es el caso de la monja Josefa Soto, a medida que avanza el siglo XVIII el arpa irá desapareciendo de la catedral y en el templo predominarán los violines. La riqueza tímbrica en ambos espacios es diferente”.


Sobre los villancicos, dice que lo que se conserva es bastante tardío. “Desde 1790 hasta 1850, pero no hay que decepcionarse. Uno puede encontrar un estilo clásico propio de Haydn o de Mozart en esas piezas de origen español. Esa es una particularidad importante”, cierra el musicólogo.


Un hito editorial para Chile


Alejandro Vera explica que el primer paso fue escribirle a uno de los directores de Oxford University Press: el musicólogo mexicano-estadounidense Alejandro Madrid. Le dijo que tenía un PDF de su trabajo en español y le consultó si podía publicarlo, como parte de la colección de música del sello. Eso sí, se sumó un escollo adicional: había que traducir el texto al inglés. “Alejandro Madrid no se demoró en contestar. Me dijo que sí estaba interesado, pero que la editorial no contaba con fondos para traducciones. Ahí tuve que buscar aportes y la UC me ayudó mucho, en especial la dirección de Artes y Cultura que lidera Miryam Singer, Premio Nacional de Artes Musicales 2020. También el IMUC puso fondos y así pudo avanzar el proyecto”, rememora el musicólogo nacional.


Vera añade que, de manera paralela a las gestiones con la editorial británica, presentó en 2018 su trabajo al prestigioso Premio Casa de Las Américas de Cuba y lo ganó. Este reconocimiento significó un impulso definitivo para su investigación, sobre todo tomando en cuenta que —antes de él— solo en dos ocasiones autores chilenos habían obtenido el Premio de Musicología Casa de las Américas: Osvaldo Rodríguez, en 1986, con La nueva canción chilena, y Juan Pablo González y Claudio Rolle, en 2003, con Historia social de la música popular en Chile (1890-1950).


“Todo iba muy bien y la idea era publicar a inicios de año, pero la pandemia obligó a posponer los planes. Finalmente el libro llegó a su etapa final y tengo el honor de ser el primer musicólogo chileno que arriba a Oxford University Press. Es un hito”, concluye con satisfacción el docente del IMUC.

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