El Mercurio
Solista, compositor y lutier, Mauricio Garay Cid da otro paso en la proyección de este cordófono nacido en un taller de Valparaíso.
IÑIGO DÍAZ
De puerto a puerto, desde Gotemburgo hasta Valparaíso, la vida musical de Mauricio Garay Cid (1969) ha transcurrido en torno a la guitarra y otros cordófonos. Llegó a Suecia en 1991 para estudiar composición tras nueve años de adiestramiento como intérprete de guitarra clásica. Allí tomó por primera vez un ronroco, es decir, un charango barítono, con el que comenzó a explorar mundos nuevos.
“Después de 20 años volví a Chile con un pensamiento y una búsqueda de sonido. Le puse cuerdas de guitarra y le cambié la afinación al ronroco. En Lima presenté la obra ‘Imantata', el primer paso hacia la vihuela andina”, cuenta el músico y también lutier.
En el cerro Concepción, en el taller Lutería Artística Garay Gandulfo, trabaja mano a mano con Felipe del Valle Gandulfo en la fabricación de vihuelas andinas. Han construido unas 20. Muchas de ellas ya están en manos de músicos en Estados Unidos, México, Italia y Noruega, donde el reputado guitarrista de jazz Ove Bjørken ha escrito música nueva para la vihuela andina de Garay Cid. También la ha grabado.
“Es un instrumento de diez cuerdas, agrupadas en siete órdenes; un puente entre lo renacentista (vihuela europea) y lo contemporáneo (charango boliviano). En este caso es la vihuela andina barítono, que acerca su registro al de la guitarra”, explica. Es el segundo de los ejemplares de esa familia instrumental, que se completará con cuatro registros. La vihuela andina barítono representa al chelo al interior del cuarteto de cuerdas. “Las próximas vihuelas andinas serán la soprano, que equivale al violín, y la bajo, que representa al contrabajo. ¿Cuál sería la viola? La primera que fabriqué, la tradicional, el instrumento que permitió mostrar el sonido que estaba buscando”, dice.
En 2015, Garay Cid editó el disco “Preludios”, con obras para vihuela andina sola. Ya está disponible en plataformas de escucha el nuevo “Ángeles y duendes”, álbum donde la vihuela andina barítono protagoniza el relato. Hay obras dedicadas, pero también piezas para ensambles con guitarra de diez cuerdas, voces y percusiones. “Mostrar un instrumento nuevo toma mucho tiempo. En cambio, creo que con la vihuela andina ha sido rápido. La mostré por primera vez en el Movistar Arena, ante ocho mil personas, como telonero de Dead Can Dance”, completa el músico.
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