sábado, octubre 03, 2020

Margot Loyola y Violeta Parra: Las “comaires”, en dos discos de folclor en movimiento

 El Mercurio


El quinto álbum “Premio a la música de raíz” sorprende con sus propuestas, mientras que Javiera Parra reobserva las canciones de su abuela con cuarteto de cuerdas.

IÑIGO DÍAZ


Margot Loyola, que no tuvo hijos, decía que sus hijos estaban desperdigados por todo el país y eran los cientos de alumnos a quienes formó. Ella fue, además, madrina de Rosita Clara Arce, la hija de Violeta Parra que murió en 1954. Un libro de Julio Fernando San Martín explora la relación de comadrazgo de estas dos damas que se conocieron en una ramada en 1952 y llegaron a ser pilares del folclor chileno.


Tras sus centenarios, el eco de sus legados no se agota ni mucho menos. “La creación es un pájaro sin plan de vuelo”, decía Violeta Parra, y una de sus nietas, Javiera Parra, supo de esta máxima durante las intensas sesiones de grabación realizadas en México para el disco “Gracias a Violeta”. Editado por Evolución, plantea una aproximación nueva a canciones que suelen estar en un canon, ahora en el contexto de la música contemporánea y el cuarteto de cuerdas.


“Como intérprete, lo más complejo fue instalarme en ese plano. Había que sentir el pulso interno de las canciones sin que existiera una guitarra y sin que nadie marcara la tierra. Lo único que se puede hacer es conectarse con las respiraciones de todos, porque ahí están las pausas”, dice Javiera Parra respecto del itinerario musical que debió cumplir con el Cuarteto Latinoamericano, conjunto formado en 1982, ganador de dos Grammy Latino y nominado este año a un tercero.


Está integrado por los hermanos chilenos Álvaro (chelo), Arón y Saúl Bitrán (violines), además del mexicano Javier Montiel (viola), quien trabajó en los arreglos para el repertorio junto al compositor Guillermo Rifo.


El disco reobserva momentos clave de su creación, con “Volver a los 17”, el “Rin del angelito” o la despedida de “Gracias a la vida”, pero también canciones no tan a la mano: “La lavandera” o “21 son los dolores”. Y sobre todo las anticuecas N° 2 y N° 5, vistas desde la dinámica del cuarteto. “Ahí es donde se aprecia la obra más contemporánea de Violeta que no alcanzó a sobresalir en su tiempo, pero que hoy se está estudiando”, dice Parra.


Margot Loyola reflexionó también sobre el “folclor en movimiento”, como decía. Es esa misma lógica de la transformación que se opone a lo estático. Por eso, el concurso de composición en su memoria que año a año convoca la SCD pone de manifiesto hasta dónde pueden moverse los límites de lo que se entiende como folclor. El resultado está en los cinco álbumes que se han publicado. El último de ellos se lanzó esta semana.


“Tuvimos una diversidad muy grande alrededor de la música de raíz. Solamente se publicó una tonada y una cueca, y en general hubo creaciones que muestran un atrevimiento en los compositores. La décima ha tomado mucho protagonismo también”, dice la historiadora de la UAH Karen Donoso, integrante del jurado en sus cinco ediciones.


Este año postularon 250 canciones. Andrea Andreu, que está por tercera vez entre los seleccionados; Paola Lucero o el Dúo De la Fuente representan un lado más tradicional en la composición. En cambio, experimentos como los de Bruno Simonetti y Felipe Sepúlveda, con una cueca de matices trap; Alfonso Ureta, con el encuentro entre el guitarrón chileno y la fusión, o las canciones de De Patienquincha y De Caramba ubican a ese folclor en otros niveles de apreciación.

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