El Mercurio
El festival licenciado de Holanda fue una fiesta donde prácticamente no hubo problemas. Un show en que la música fue superada por el hedonismo y la diversión.
FELIPE RODRÍGUEZ
Mysteryland es un festival atípico. En Picarquín, un lugar que no tiene nada que envidiar a los sitios donde se realizan los festivales del Primer Mundo, el público no viene con la intención de observar a ídolos del rock ni a impresionarse con el último grupo de moda. El espacio para la delicadeza instrumental es secundario y casi no importa. La gente está a la caza de un solo estado: la diversión.
Esa situación quedó demostrada el viernes al cierre de la jornada -pasadas las dos de la mañana- y con más de veinte mil personas. Cinco minutos ininterrumpidos de fuegos artificiales que enloquecieron a un auditorio que, en su mayoría, permaneció despierto y con ganas de fiesta hasta que brillaron los primeros rayos de sol. "¿Si me acuerdo de quién tocó el viernes? No conocía a nadie, pero los fuegos artificiales estuvieron buenísimos", responde Francisca, de veinte años, avalando la teoría de que en Mysteryland la música no es lo principal.
La jornada sabatina resultó perfecta. Con un público flotante que alcanzó las 25 mil personas y una temperatura primaveral, la segunda versión de Mysteryland es un trabajo de sofisticada orfebrería. Tal vez por la extensión, y belleza de Picarquín, los problemas no abundan. La atención en los sitios de comida es expedita, los baños y duchas están en buen estado y hay columpios, juegos de equilibrio y competencias de parejas que actúan como buenos antídotos contra el aburrimiento.
El carácter atípico de Mysteryland también se plasma en una escena que se repite con frecuencia. Las mujeres no son las más preocupadas por su físico, sino que los hombres. Muchos parecen venir directo desde el gimnasio y se ufanan de ello: lucen sus cuerpos con horas de entrenamiento como si fuera un trofeo.
Más allá de esa curiosidad, el público recién comenzó a recobrar las ganas y la energía después de las cuatro de la tarde. Las piscinas se empezaron a llenar y la siesta fue reemplazada por el baile. Aunque se trata de un show de electrónica populista y poco inquieta, la gente se prendió. Especialmente, en los escenarios pequeños. Uno de los que sacaron más aplausos fue Gepe, con su alias DJ Gepe. Su sesión, donde mezcló música brasileña, ritmos andinos, folk y beats electrónicos, fue una de las más festejadas al caer la tarde. El sanmiguelino cumplió en su nueva faceta y lo disfrutó: al final de su breve propuesta terminó empapado de tanto danzar.
Entre los presentes en el show, Andrés Nusser, el vocalista de Astro, evidenciaba que todavía no es un artista de impacto masivo: prácticamente nadie lo reconocía. El tipo todavía es anónimo. Mientras caía la tarde, las propuestas sintéticas fueron evolucionando su estilo. La fiesta le iba ganando terreno a la introspección y la alegría era más que la desidia. Mysteryland se superó: certificó que es un macroespectáculo de primer nivel.
El camping
Los organizadores de Mysteryland estaban felices con el comportamiento de los que pasaron la noche del viernes en el camping. "No hubo ninguna pelea. Se notó que todos vinieron con la mejor vibra", dijo el productor general del evento, Nicolás Medina. En el extenso predio durmieron 18 mil personas el primer día y se esperaba que anoche pernoctaran 23 mil. Casi un 20% más que los que se quedaron el año pasado.
La reina de Mysteryland
Mientras todos bailaban en el escenario "Dirty Dutch", una mujer de unos 22 años se transformó en la espontánea reina del festival. Con un ajustado bikini, la chica se paseaba moviendo su cuerpo y desató el delirio. Motivada, trepó a una reja de seguridad y la miraban más que al DJ. Se bajó entre gritos y abrazos.
La batalla de los looks
Para los más desprejuiciados, los festivales de música son una oportunidad para expresarse sin miedo a las burlas. En Mysteryland hubo de todo: mujeres vestidas de piratas, de vikingas, parejas con cuerpos pintados y un dúo de hermanos cubiertos por trajes que representaban a un astronauta y a un tigre. "Aquí somos libres", gritaban.
La oferta gastronómica
Si la primera versión tuvo comida hasta el sábado por la tarde -lo que provocó disgustos en parte del auditorio-, este año la oferta gastronómica se amplió en cantidad y variedad. Hay para todos los gustos: puestos de hotdogs, empanadas, hamburguesas, pizzas, sushis y comida vegetariana. Los locatarios estaban felices con las ventas. "La gente no para de comprar y tenemos comida de sobra para vender", manifestaron.
Música populista y sin estrellas
Mysteryland no es sinónimo de sonidos vanguardistas. La mayoría de los músicos participantes optan por la reiteración del beat sólo para hacer bailar al auditorio. Casi siempre lo consiguen, aunque sin despuntar. Según el público, los más interesantes estaban en el final y en diferentes escenarios: Otto News, Piti Dallas y Luciano.
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