El Mercurio
Este jueves , el jazzista estrena el disco "La continuación del sonido". Mientras, su debut "Open for business" sigue cosechando críticas favorables en Nueva York.
IÑIGO DÍAZ
Una improvisación libre para trío que dura un minuto y medio, y fugaces dieciséis segundos de un solo de contrabajo sustentan lo que Pancho Molina llama "La continuación del sonido". Así se titula su segundo disco como líder, grabado en dos sesiones durante el invierno en la Universidad del Pacífico. También se llaman de este modo esas dos piezas, ideas casi conceptuales que fortalecen el más reciente trabajo de este baterista de jazz y ex integrante de Los Tres.
"La continuación del sonido" marca el fin de un 2012 de gran actividad para Molina, quien reside en Nueva York desde 2010, aunque antes, en 2004, se había mudado a Boston para estudiar composición. Tenía 35 años y esa asignatura pendiente como músico de jazz.
Este jueves Molina presentará sus nuevas composiciones y arreglos en un concierto en la Corporación Cultural de Las Condes, junto al elenco de jazzistas chilenos que reunió para estos propósitos: Agustín Moya (saxo tenor), Carmen Paz González (piano) y Rodrigo Galarce (contrabajo).
"La continuación del sonido se refiere a todo lo que sostiene la historia de un músico y todo lo que sostiene el sonido en sí cuando uno sale a tocar. Uno compone una pieza que queda en la cabeza para siempre, se involucran sentimientos y se involucran personas distintas cuando se toca. Y eso vale más que lo netamente musical", explica el baterista. No es lo único que lo mantiene en actividad en estos días.
En Nueva York, su primer álbum ha logrado una resonancia que Molina no se esperaba. "Open for business" (2011), grabado en quinteto con músicos de esa ciudad, obtuvo cuatro estrellas en la última edición de la revista Downbeat. "La música ha gustado mucho. Muchas radios de Estados Unidos programan 'Ticket to Timbuktu'. Pronto viene otra crítica en la revista Jazziz. Incluso el lanzamiento que hicimos en el Living Theater del East Village en octubre fue sorprendente. Yo pensé que iba a ser el típico guiso (tocata) de clubes en Nueva York y nada. Había 180 personas. Los neoyorquinos son grosos: ven un anuncio y van a escuchar por interés".
Además, The New York City Jazz Record publicó un reportaje dedicado a los músicos latinos de la ciudad. Junto a la saxofonista Melissa Aldana (y su disco "Second cycle") y el vibrafonista Carlos Vera y el baterista Rodrigo Recabarren (con "Borderfall"), Molina anima un apartado sobre jazzistas chilenos en ese mismo especial.
"Me sorprendió que todo hubiera llegado tan pronto. Son resultados de un trabajo intenso, porque para un baterista componer es siempre un camino mucho más largo. Adam Cruz, el baterista de Danilo Pérez en Nueva York, me hablaba de lo mismo: 'lo más complicado es llegar al nivel de la batería en la partitura'. Ahí me di cuenta de que había otros bateristas pisando el mismo terreno. La batería y la composición se separan un poco, por eso compré un piano para tener en Chile y poder tocar y componer. Componer es un parto, pero se me ha hecho algo vital".
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