La Tercera
Con su último álbum, el cantautor dio su mayor salto a la masividad, en una conversión donde se cruzan trances personales con genuinos deseos de ampliar su audiencia.
por Claudio Vergara
Un quiebre propio explicado a través de un gesto ajeno. Daniel Riveros (31) cuenta que lo que más le ha impactado del último año de su amigo y colega, Manuel García, no es su escalada en popularidad ni el cisma estilístico de su álbum más reciente. Lo que más lo obsesiona es la nueva inclinación de su cuello. “Es que ahora camina levantándolo y antes lo hacía más encorvado, como mirando hacia abajo. Eso de verlo con el cuello más para arriba me tiene loco, porque pienso que le dio una visión más amplia de la realidad y de la gente, que es un poco lo que también me pasa a mí”, compara el sanmiguelino, trazando un paralelo con su propio 2012: el año en que la trayectoria de Gepe luce su salto más sustantivo hacia la popularidad, sacudiéndose de los nichos y las etiquetas más estrechas.
Un ascenso que tiene como eje su último álbum, GP, lanzado en octubre y que ostenta un puñado de canciones servidas para la rotación radial, y donde habitan desde el reggaetón hasta la música andina, partiendo por su primer single, En la naturaleza (4-3-2-1-0). El golpe de efecto ha detonado que el trabajo se agote en un par de semanas en algunos puntos de venta, como la Tienda Nacional, y que parte de sus últimos espectáculos, en sitios como el club Subterráneo, se atiborren de un público mucho más diverso que el que lo aplaudió durante sus tres álbumes anteriores.
“Mientras no traicione mi sentido estético, no me enrolla para nada la masividad”, asume el artista, sentado en el patio de un recinto de Barrio Italia que mezcla decoración en sus rincones y quiches en su menú, sin obsesionarse con el tema y aún bajo esa estampa de niño cohibido que tropieza con sus propias palabras.
“Hasta ahora me siento súper cómodo, porque quería salir del típico público más indie. Aparte que ahora el indie es demasiado mainstream, se transformó en lo masivo, al menos como lenguaje. Y me parece bacán que me escuche la gente común y corriente, que también ve música por televisión y que no es tan melómana. Una vez, de hecho, miraba a los Chancho en Piedra y pensaba: ‘Qué bacán tener un público así, tan fiel y que te defiende en todas’. Claro que me gustaría algo así. Y claro que me gustaría ir al Festival de Viña, no tendría problemas”, ilustra el hombre de Por la ventana, quien en los próximos meses tendrá nuevas vitrinas para ampliar su presente: por estos días es una de las cartas casi seguras para la próxima edición del Festival de Olmué que transmite CHV; y en su reciente paso por México grabó junto a Javiera Mena para el nuevo disco de Julieta Venegas.
Eso sí, Gepe, que reporta a Aventura y Lady Gaga entre los últimos conciertos a los que asistió, advierte: “Yo sí quería llegar a más gente, pero también se dio solo, de modo natural, porque no sabía cómo hacerlo. (El productor) Cristián Heyne me ayudó a encauzarlo. Por mi parte, sólo tenía en la cabeza hacer canciones más simples y masivas que, por lo demás, es mucho más complejo. Según como yo lo veo, hacer una canción de Lady Gaga puede ser más difícil que componer una de Yo la Tengo. Aunque a futuro creo que me dedicaré al hip hop, a los shows sin demasiados instrumentos”.
Aunque el punto de quiebre se precipitó de manera natural, los últimos dos años de su vida son el contexto clave para entender un vuelco. A nivel escénico, maduró su presencia sobre el escenario, logrando un dominio que espantó la indolencia y timidez de sus primeros años. A nivel personal, adelgazó de manera evidente y enfrentó un doloroso trance del que prefiere no referirse. Tras ello, se separó de Valeria Jara, ex integrante de su banda, y madre de su hija Amalia, hoy de cuatro años. Un tobogán en el que -al igual que la imagen del cuello de Manuel García que usa como referente ajeno- también necesitó auxilio externo.
El cantautor profundiza: “Estoy en una búsqueda personal, porque siempre he sido corto de palabra, malo para darme a explicar. Las únicas dos ocasiones en que no ha sido así son las entrevistas, que me gustan harto y me sirven para saber qué opina alguien que no conozco de mi trabajo; y con mi siquiatra, un tipo muy bacán que me recomendó un amigo después de pasar por hartos bien malos. Me ayudó a madurar en todo sentido. A mí me cuesta decir lo que me pasa, porque en general todos en mi familia somos súper tímidos. Pero esta ayuda fue increíble y ya llevó harto tiempo, casi un año. Aparte que empezamos a hacer hipnosis, no tan profunda, pero donde quedo casi dormido”.
A la hora de mirar su vida más privada, Gepe adopta un tono reflexivo que escasea en el resto de la conversación y escoge con sosiego cada una de sus palabras, definiendo el vínculo con su hija en dos conceptos: “Importante y difícil”. Luego continua: “Para personas tímidas y truncas como yo, esto es una prueba, porque te vuelve muy vulnerable. Uno se empieza a rendir cuentas a sí mismo. En general, los niños te ponen en un jaque constante de cosas, de tiempos, de emociones, eso es súper heavy... te amarras más a la tierra, te plantea un mapa muy distinto para ti en esta vida. Te lo cambia. Es como ‘cagué, ahora tengo que hacer esto’. Pero no es para volcarlo en mis discos. No soy de los que hace álbumes cuando está triste, cuando está feliz o cuando tiene un hijo. Eso lo dejo para mí”.
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