El Mercurio
El célebre pianista francés habla sobre el nuevo giro de su carrera.
Romina de la Sotta Donoso
"He venido cinco o seis veces a Chile, y siempre ha sido muy grato. Gracias a lo que hizo Claudio Arrau, aquí existe una verdadera conexión entre la audiencia y el artista, incluso en pequeños pueblos donde la gente no está acostumbrada a la música clásica", comenta Jean-Philippe Collard (1948).
Él, uno de los grandes pianistas de la actualidad, está de vuelta, invitado por la Viña Santa Rita, para actuar en la capilla de ese monumento nacional. El miércoles abordó a Chopin, Schumann, Scriabin y Debussy ante 240 escolares de Buin, de entre 10 y 15 años. También tocó "Music Box", de su profesor Pierre Sancan. "Fue genial, los niños estuvieron muy atentos. Hay que formar a los jóvenes; es muy importante lo que está haciendo Santa Rita".
El jueves, en el Concierto de Verano de la compañía, Collard interpretó los 24 Preludios, Op. 28, de Chopin, y los 12 Preludios del Libro 1 de Debussy.
"Chopin no utilizó nada que no proviniese de su interioridad; en sus 24 Preludios expresa sus sentimientos más íntimos, y le pide al auditor que descubra cuál sentimiento va a mostrar. Debussy es todo lo contrario, él fue un pintor que en vez de pincel usaba un lápiz para convertir en notas los colores que observaba en la naturaleza", describe.
Con una discografía de 65 títulos, durante los últimos 40 años Collard ha sido aclamado en las mejores salas del mundo. Pero él se toma la fama sin aspavientos: "Crecí en una familia de cinco hermanos, todos tomamos clases de piano, y mis padres se dieron cuenta de que a mí me salía más fácil, que entendía las notas, aprendía rápidamente las piezas y que mi actitud era ágil y conmovedora. Eso es lo que dijeron ellos, yo no lo recuerdo. Y desde que gané mi primer premio, todo se fue dando. Nunca pensé: 'Quiero convertirme en estrella'".
Asegura que cuando la carrera y la familia entran en conflicto, elige la familia: "El gran logro de mi vida es haber visto crecer a mis cinco hijos, que son hermosos, y tener una esposa que siempre ha sido mi guía".
Collard le dio un giro a su carrera hace un par de años, cuando empezó a organizar conciertos en los rincones de Francia donde la música clásica no llega. "Hay que ir a todos lados, pues cualquiera puede amar a Bach, Beethoven o Chopin", dice.
"Parece que la velocidad del cerebro de los jóvenes actuales es incompatible con las duraciones de la música clásica. Hasta los niños llenan su mente de pequeñas informaciones saltando de una cosa a otra en internet. Y la Sonata de Beethoven no es una información pequeña, ¡tiene 34 minutos! (ríe). Parece que introducimos tanta información en nuestro cerebro que resulta muy difícil permanecer una hora y media en un concierto. Incluso con mis hijos existe el mismo problema, encuentran que son demasiado largos".
-¿Y qué se puede hacer?
"Hay que hacer cambios para atraer a los jóvenes a la música clásica. Y como no podemos rebanar las obras, en los conciertos que hacemos en Francia, que son un poco más breves, el propio artista explica qué tocará. Al hablar con la gente, logra una conexión".
Música en la Viña Santa Rita
"Hemos hecho una alianza estratégica con el GAM, donde la gente retira sus invitaciones gratuitas y viene a conocer el patrimonio cultural e histórico de la Viña", cuenta Elena Carretero, gerente de Asuntos Corporativos y Sustentabilidad de Santa Rita. "En esta capilla, construida en 1885, hemos realizado nuestros conciertos de estación, y ahora, gracias a la generosidad de Jean-Philippe, pudimos ofrecer un recital de extensión para 240 niños de la zona. En 2013 seguiremos abriendo nuestros programas a la comunidad", agrega.
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