El Mercurio
Este primer barómetro, realizado de Arica a Punta Arenas, ratifica la distancia entre la gente y su realidad; también la brecha económica. "Hay una absoluta incomprensión de lo que somos", dice Ilonka Csillag, directora de la entidad. Consultamos a cuatro entendidos, y todos coinciden en que el problema es la educación.
Juan Ignacio Rodríguez Medina
La pregunta fue abierta: ¿qué entiende usted por patrimonio cultural? Y un 67% respondió con conceptos como "historia", "inmuebles", "algo que nos identifica", "herencia" o "algo protegido". Un tercio no respondió. Desglosada la respuesta por nivel socioeconómico, la palabra que más define patrimonio en el sector más rico de la población es, por lejos, "herencia"; en los grupos C2 y C3 predominan "historia" e "inmuebles", mientras que en la población más pobre, el 43% no responde. Y si de nivel educacional se trata, las cifras son similares.
Esas son algunas de las cifras del primer barómetro ProCultura, realizado por la fundación homónima y Mori, que entrevistó, de Arica a Punta Arenas y cara a cara, a mil doscientos chilenos entre el 22 de agosto y el 7 de septiembre de este año. "Esta es una encuesta basal, que tiene una mirada muy general sobre la cultura y el patrimonio", explica Ilonka Csillag, presidenta de la fundación. "Queríamos saber cómo ve la gente a Chile y cómo se ve a sí misma, y estas preguntas dan algunas luces sobre eso". "La encuesta nos muestra una mirada sobre el patrimonio cultural típica del siglo XIX. No hemos logrado sacarle de la mente a las personas que el patrimonio cultural es mucho más que el edificio que va a visitar" (ver infografía).
Marta Cruz-Coke, directora ejecutiva de gestión y redes patrimoniales de la entidad, complementa: "Por primera vez hay una encuesta sobre estas temáticas que abarca la cultura, el patrimonio y la educación, tres factores fundamentales que son la otra cara, la cara real, del desarrollo".
Y claro, la encuesta no sólo pregunta qué entiende la gente por patrimonio y cultura, por el acceso a museos, teatros y otros (ver infografías) o por cuánto le gusta o no a la gente las actividades culturales (al 71% le gusta o le gusta mucho, aunque entre los más pobres sólo el 28% dice que le gusta mucho, versus 75% de los ABC1); también se inquiere, por ejemplo, por el conocimiento de distintas personalidades (previsiblemente Neruda y Mistral arrasan con 97% ) y de las leyendas (la más conocida, el Trauco, con apenas 23%); y por los lugares y comidas que le recomendaría a un turista.
Patrimonio y educación
Aunque cree que cuando se trata de patrimonio las encuestas no entregan un panorama completo, Daniela Marsal -máster en gestión del patrimonio de la Universidad de Greenwich, Inglaterra- sí reconoce que entregan señales interesantes. En el caso del barómetro ProCultura, dice, "la encuesta revela algo que los estudios de audiencias y público a nivel mundial vienen mostrando hace años: las brechas socioeconómicas y de niveles educativos (que aquí se hacen cada vez más dramáticas). Lo que en sí mismo implica, entre otras cosas, que no basta con el crecimiento económico para que la gente consuma, comprenda y valore la cultura. Sino que se necesita que tenga experiencias culturales, que éstas sean relevantes, comprensibles, que los identifiquen y sean parte de su educación cotidiana".
De todos modos, Marsal piensa que la pregunta por lo que se entiende por patrimonio no tiene espacio en una encuesta: "Yo llevo años entrevistando y haciendo esa misma pregunta. El problema con la palabra 'patrimonio' es que queda muy intimidante, solemne, y pareciera que hay que entregar una definición de la RAE que la equipare. No obstante, indagando de otras formas, como por ejemplo hablando de pasado, identidad y memoria, la gente lo identifica con facilidad e incluso lo tiene más claro de lo que uno cree".
Ilonka Csillag, por su parte, pone el acento en la complejidad que hay detrás de la brecha cultural: "Se puede aprender historia de Chile, sobre Arturo Prat, que me parece extraordinario, pero de lo propio son muy pocas las escuelas que potencian la identidad. Entonces, qué hacen los chiquillos jóvenes, se van de los pueblos. Pierden una realidad maravillosa, llena de vida, de historia, de identidad, por otra donde ganan un poco más, pero van perdiendo poco a poco lo propio, y no son felices. Este círculo lo rompes generando formación y capacitación y empoderamiento regional, descentralización, y puesta en valor y, como en nuestro caso, utilizando el patrimonio como una herramienta de crecimiento y no tomándolo como un fin en sí mismo", explica. "Por ejemplo, estamos trabajando en Chépica junto a la municipalidad, con la fundación Mustakis, con la Corporación de Amigos de Chépica, con familias de allá, en fin, para generar una especie de ruta patrimonial, un territorio museo; pero con la gente, de manera que puedan autoabastecerse y tener la suficiente autoestima y formación para que ellos mismos generen desarrollo sostenible. Es lo mejor que podemos hacer, dentro de lo malo que es el sistema, para generar algo humano, porque en el fondo eso es, ¿para qué hacemos esto?, para que la gente sea más feliz".
-¿Cuáles son los desafíos que se siguen de ahí?
"Políticas estatales de cultura y educación que vayan juntas, eso es fundamental. No tenemos una política cultural nacional, no tenemos una política educacional con la cultura y con el patrimonio. En el currículo de los niños no está incorporado el patrimonio ni la identidad local, nada. Y estoy hablando desde el ABC1 hasta el más pobre. Le preguntas a un niño en Lampa qué cosas son propias, qué cosas son importantes, y no tienen idea. Entonces, ¿por dónde empezamos?, ¿por difundir y hacer que la gente vaya a disfrutar el patrimonio cultural? No, empecemos por enseñar, por capacitar, por formar a la gente en lo que le es propio y entregarle herramientas para poder interpretar aquello que está viendo para que lo pueda gozar".
De ahí, entonces, la observación de Hernán Rodríguez, director del Museo Andino: "Nos impresionó mucho en esta encuesta reconocer lo gravitante que es la educación para, muy tempranamente, marginar a un individuo de la cultura. Si de niño no tuvo oportunidad de leer, escuchar música o reconocer belleza, no lo hará más en la vida".
Marta Cruz-Coke cree que a partir de esta encuesta y de las que vengan año a año va a ser posible -"porque tendremos datos y no sólo impresiones"- la existencia de esa política cultural que demanda Csillag, y además espera que se produzca una convergencia de las instituciones culturales para generarla. "El patrimonio -dice- es un factor de democracia e igualdad, porque una iglesia patrimonial le pertenece a todo el mundo, una estatua le pertenece a todo el que la ve, y por eso debiera cuidarla. Lo nuestro pasa por estimular una serie de factores humanos, educacionales, que sean la cara real del desarrollo. Hay países que son la mitad de población que nosotros -como Suiza u Holanda- que tienen una influencia en el mundo feroz porque cada uno de sus habitantes es un ciudadano pensante".
La directora ejecutiva del GAM, Alejandra Wood, además de valorar este tipo de encuestas ("ya que es poca la información estadística disponible para evaluar el impacto de las políticas culturales") y concordar en que la educación es la clave para disminuir la brecha, agrega que -en lo que a los espacios culturales toca- se trata de "trabajar en la creación y formación de nuevos públicos mediante estrategias focalizadas en las barreras de acceso: el precio, la distancia de los centros culturales, el tiempo que puedo dedicar al tema y las barreras simbólicas [hábitos, prácticas, creencias, actitudes]. Creo que las últimas son transversales a todos los sectores socioeconómicos".
En resumen, el asunto es más complejo que ir o no ir al museo. Es algo "transversal y holístico", cree Ilonka Csillag, que incluso va más allá de la vinculación entre cultura y educación: "No sacamos nada con intervenir en educación si los municipios no están alineados con el tema, o si tienes al Minvu o al Serviu haciendo viviendas sociales horribles y que trasladan a la gente de un lugar a otro, o si no hay un policlínico lo suficientemente bueno para que la gente no se desanime y su autoestima baje".
Tal vez, las palabras de Marta Cruz-Coke valen para todo lo leído: "Lo que le he dicho es obvio, pero a veces lo obvio hay que repetirlo".
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