El Mercurio
"Nos hemos enfocado en llegar con estos recursos a lugares de América Latina donde no llega el brazo del sector privado, pues hay que democratizar el acceso a la cultura", dice Ivan Duque, director del Centro Cultural del BID, cuya convocatoria por un total de US$ 850 mil acaba de abrir. Conozca seis proyectos nacionales emblemáticos.
ROMINA DE LA SOTTA DONOSO
Sonrisas infantiles
Este proyecto conquistó la subvención del BID, en 1999 , y su gestora, la enfermera Ximena Cabella, ya está jubilada. "Partió de la necesidad de contar con estrategias lúdicas dirigidas a niños cuya hospitalización sería prolongada o su enfermedad, de larga duración, con el fin de disminuir su angustia y estrés a lo desconocido", explica Valeria Díaz, coordinadora de la Línea Educativa Recreativa del Hospital Dr. Luis Calvo Mackenna , y encargada de una biblioteca que atiende a 150 menores al mes. El proyecto consistió en entrevistar a todos los niños entonces hospitalizados para, a partir de sus temores y afectos, elaborar el libro infantil "La magia de aprender". "Estos libros aún se distribuyen a niños oncológicos y quemados. Han sido de gran aporte para los psicólogos de estas unidades y para los educadores del hospital. Y gracias a ese proyecto han surgidos otras propuestas para que el niño cuente con información sobre su condición de hospitalizado, como la Revista Jirafa".
Parvularias 2.0
Iván Sánchez, codirector de la plataforma Escenalborde , cuenta que en 2010 ganaron la subvención del BID por US$ 5.000 para diseñar y ejecutar un innovador taller para educadoras de párvulos.
"Pensamos en un piloto que nos permitiera entregarles capacidades en artes escénicas para que las aplicasen en los párvulos, de forma que empezaran a poder leer qué es lo que el niño les puede decir, a través de su cuerpo, respecto de su formación", explica.
Trabajaron, entonces, con 24 educadoras de jardines de Fundación Integra. "Las parvularias deben entender su propio cuerpo como una herramienta expresiva, porque los chicos leen muy bien sus cuerpos ", agrega.
Por su éxito, este proyecto no sólo se ha replicado, sino que ya fue certificado por Sence y por el Centro de Formación Técnica Universidad de Valparaíso.
Orquesta de "barrio alto"
Felipe Hidalgo fue titular de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Lo Barnechea desde que se creó, en 2002 , hasta 2009, y recuerda que "fue importante el fondo BID que recibimos en 2002. Ya teníamos las cuerdas, y necesitábamos adquirir los instrumentos de viento y financiar profesores. Esa orquesta no brilló en términos musicales, como las de Curanilahue o La Pintana, pero tuvo la gran fortaleza de la integración entre niños de diferentes clases sociales de la comuna. De inmediato se forjaron amistades, los niños no tenían una gota de clasismo . Con los papás era otra cosa, había padres muy ausentes de la vida de sus hijos, y esto era transversal a lo socioeconómico".
Hidalgo cuenta que "en esa orquesta había un tremendo e inusual interés por el clarinete. Y dos de los clarinetistas ahora están especializándose en el extranjero. Uno venía de un escenario socioeconómico bien complejo y el otro, de una familia de bastante plata. Y eran bien amigos".
Acervo aimara
"Ha sido la plata mejor gastada", dice Jacinto Bustos, fundador del Centro Cultural Manuel Rojas y quien en 2004 presidía el directorio de ese espacio. Ese año postuló al BID la itinerancia del documental "Mä pacha utjiana", de Alex Moya, por comunidades aimaras del norte del país. Y ganó."Cuando hicimos ese documental, que es sobre los mitos y leyendas de la Quebrada de Tarapacá, la gente nos decía que siempre iban antropólogos y tomaban su conocimiento, pero nunca veían qué hacían con eso", recuerda. "Así que arrendamos un generador y fuimos pueblo por pueblo hasta la frontera con Bolivia. La recepción fue increíble, y aprovechamos de grabar otro documental, 'Viaje a la semilla'", agrega. "Con eso abrimos la programación del centro, que se enfocaba más en lo literario y social, al área indígena, y ganamos en diversidad ".
Animadores culturales para todo el país
En 2006, Balmaceda Arte Joven sede Valparaíso ganó US$ 5.000 para su proyecto "Buenas Prácticas de Participación Patrimonial".
"La Unesco recién había nombrado a Valparaíso Patrimonio de la Humanidad, y no había mucha gente preparada respecto de su acervo local", cuenta Felipe Mella, director de la entidad.
Por ello idearon un proyecto de rescate del acervo intangible, con metodología mutidisciplinaria y una capacitación con los historiadores Samuel León y Archibaldo Peralta, para trabajar en los cerros Barón, O'Higgins y Santo Domingo.
El proyecto fue tan exitoso, que se creó el Programa de Formación de Animadores Culturales en todas las sedes de Balmaceda Arte Joven, aplicando este modelo en barrios periféricos de todo el país. "Se han formado 90 animadores, y muchos de ellos ya trabajan de manera profesional ", aclara Mella, y concuerda en que este programa cobró especial relevancia hace dos años, cuando el CNCA eliminó "Creando Chile en mi barrio": "Nos ha tocado suplirlo".
Oficios recuperados
Con la subvención BID que ganó en 2012 , el Centro Cultural El Sitio de Yungay fortaleció el trabajo que realizan desde 2010 en su Escuela de Artes y Oficios Fermín Vivaceta , que dirige José Osorio.
En cursos de tres o cuatro meses, han capacitado a 150 personas en construcción en tierra, yesería, carpintería en madera e instalaciones eléctricas, oficios todos en extinción. "Esa plata fue fundamental para mantener la iniciativa. Muchos alumnos nuestros son obreros, estudiantes y vecinos", dice Osorio, y anuncia que en 2013 sumarán un oficio a la malla: "Como casi no quedan personas que sepan hacer baldosas, ni montarlas, firmamos un acuerdo con Baldosas Córdova para fomentar la salida laboral de los alumnos ". En paralelo, volverán a ofrecer el curso en tres centros cerrados del Sename y en la U. de Chile.
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