El Mercurio
Aterrizó en Chile casi por accidente. A su marido lo trasladaron a Brasil y decidieron que era mejor que la familia se instalara en Santiago. Aquí espera dedicarse a la docencia y seguir cantando mientras intenta acostumbrarse a su vida de chilena.
Por Claudio Gaete. Fotos Carla Dannemann.
El domingo 17 de febrero llegó extenuada a Santiago. Venía del sur, de Frutillar, donde el viernes 15 participó en una charla de más de dos horas. Al día siguiente dio un recital en el Teatro del Lago, extenso y exigente. Una de las primeras cosas que hizo cuando puso un pie en su nueva casa fue ir al supermercado.
-No tenía nada y necesitaba comprar al menos algo para el desayuno, dice Cristina Gallardo-Domâs en su casa aún a medio armar, con muchas cajas en la bodega esperando para ser desempacadas.
Ese lunes 18 sus dos hijos, Romina, de casi 17, y Esteban, de 8, entraron al colegio Nido de Águilas a comenzar su nueva vida en Chile.
Y ella también. Han pasado más de 20 años desde que dejara el país. En 1991 partió a realizar un máster en la Juilliard School de Nueva York y protagonizó una destacada carrera operística que la llevó a ser catalogada como una de las mejores sopranos de los últimos 20 años. Logró triunfar en los cuatro teatros más prestigiosos del mundo: Covent Garden de Londres, Metropolitan de Nueva York, Opera Estatal de Viena y la Scala de Milán. Ganó el premio Laurence Olivier por su interpretación de Madama Butterfly y protagonizó la noche inaugural de la temporada 2006-2007 del Metropolitan con el mismo rol, en una producción del fallecido director Anthony Minghella, que fue transmitida en vivo por toda la ciudad y que la elevó a la cúspide de su carrera.
Cuando se fue, recuerda, "lo hice con el chip de no volver luego que me había dado un año de adaptación afuera cuando hice el máster. Quería ver si mi carrera despegaba y me fui quedando afuera, cada vez más lejos".
Ahora está de vuelta, pero no se atreve a decir si es para siempre. Instalada en España desde hace varios años (primero en las Islas Canarias y más recientemente en Valencia), su carrera está en una etapa de menos frenetismo y de evolución vocal. Sus presentaciones han disminuido pero no piensa en el retiro. Su sueño es terminar el ciclo de las heroínas de Puccini interpretando a Tosca, rol que nunca ha hecho en escena. Pero asegura que su voz está dando un giro hacia una mezzo lírica y por el momento tiene pensado cantar el rol titular de Carmen en Manaos. Y para el próximo año espera estrenar una cantata con poemas de Gabriela Mistral, con motivo de los 125 años de su nacimiento, compuesta para ella por el español Juan Durán.
Está casada con el abogado español Justo Garzón, quien trabaja para la empresa Iberdrola, gigante energético español. Dicha firma compró una planta en Brasil donde Garzón fue destinado. "Al principio Justo se pasaba una semana en Brasil y tres en España. Luego lo de Brasil fue creciendo y se tenía que ir por más tiempo y el traslado se vio inminente. Después nos dimos cuenta de que su trabajo allá implicaba estar viajando permanentemente entre Rio, Sao Paulo, Brasilia y Campinas, o sea que al final no lo íbamos a ver igual. Y yo le dije: 'Mira, me encanta la caipirinha, pero ¿por qué mejor no nos vamos a Chile?'".
Y aquí está, con sus dos hijos y su esposo viajando permanentemente entre ambos países. Afirma que aún se siente en transición. "Es bonito estar acá, pero he tenido un aterrizaje forzoso y estoy en vías de ubicarme. Tengo a mis papás aquí, a mis amigos más cercanos y eso me reconforta, pero estaré feliz cuando vea a mis hijos felices", sostiene.
Para los niños el cambio no ha sido fácil. Con muchas mudanzas a cuestas, para ellos, tal como dice Cristina, esto no es un volver a Chile sino un ir a Chile.
-Si bien yo he viajado permanentemente a Chile, creo que en dos ocasiones he venido con los niños. Para la mayor sigue siendo un poco más difícil porque su relación con el país, aunque tiene la nacionalidad chilena, es distinta. Ella venía a ver a sus abuelos y ahora encontrarse viviendo acá es raro. Siempre ha tenido sus miras puestas en estudiar en Inglaterra o Estados Unidos.
Para Esteban el proceso ha sido diferente. "Él tiene mejor disposición, es muy comunicativo y rápidamente hace amistades. A los tres días de estar en el colegio ya fue invitado a un cumpleaños", asegura.
Y Romina, ¿qué quiere estudiar?
Ahí estamos viendo. Ella tiene facilidades con el diseño, la creatividad, pero anda con la mente volando, no sabe bien. Además tenemos unos pequeños conflictos madre-hija, como que no nos entendemos. Yo le digo que me formé en Chile, me titulé y mi siguiente paso fue ir a Juilliard a un máster. Que tenía las cosas más esquematizadas y creo que es el mejor camino que me ha podido pasar en la vida. Pero hoy no, las nuevas generaciones todo lo ven fuera. En Europa es fácil ese planteamiento porque los países están todos tan cerca, pero eso no cuaja aquí. Romina sigue manteniendo ese trazo porque creció así, tiene esa mentalidad, me voy fuera, hago esto y veo lo que se me da mejor. A mí manejándola a tanta distancia se me hace cuesta arriba. Ella me dice, 'mamá, lo que pasa es que tú me quieres tener a tu lado, no me quieres perder de vista'. Y yo le digo, lógico que no quiero perderte de vista.
¿Ella tiene aptitudes para el canto?
-Los dos me han salido con aptitudes para el canto. Lo que pasa es que Romina no se ha querido manifestar ante ello. Y le doy razón. Nunca los he querido forzar a seguir mis pasos, porque yo de lo que he vivido de carrera no se la doy a nadie, todo el sacrificio que por sí conlleva desplazarse, alejarse de todo tipo de vínculo, familiares, amistades, sentimentales, porque la carrera te lleva de un sitio a otro. Y después súmale que para un cantante si se resfría no hay vuelta de página, no puedes salir a escena.
Violeta embarazada
Gallardo-Domâs sabe los sacrificios que conlleva su carrera, pese a los aplausos, los vítores y las alabanzas. En una ocasión cantó Violeta, de La Traviata con ocho meses de embarazo. Dicho rol lo cantó más de 200 veces en su carrera y por muchos críticos y el público fue considerada una de las mejores intérpretes. Aquella ocasión fue en Venecia. Alternaba el rol con la soprano rumana Angela Gheorghiu y cuenta que el asistente de producción, un argentino, la detuvo y le dijo: "Pero, ¿por qué no te has quedado en casa? ¡Mira esa barriga!".
-A lo mejor tenía razón, pero yo sentía que podía cantar. La verdad es que mis dos embarazos fueron ideales. Nunca supe lo que eran las náuseas, los vómitos, y después tuve unos períodos de lactancia que hasta el día de hoy los pediatras no dan crédito con la actividad tan plena que llevaba cuando es normal que la leche materna se corte. A mí me hacía el efecto contrario, era peor que las vacas lecheras suizas, dejaba los trajes empapados, por más que me ponía protecciones. Yo me llevaba los niños conmigo al teatro y les daba pecho entre función y función, en las pausas, en los intervalos. Lo hice por períodos largos. A la Romi hasta los 10 meses y Esteban a los 11. Además, con toda esta producción podía almacenar leche y cada uno quedó con un mes más de abastecimiento. A Romina se la corté porque tenía que ir a Japón a hacer una Traviata y mi madre se quedó con ella en Alemania, suministrada con leche por un mes. Con Esteban pasó que tenía muchos compromisos y ya no podía ser más esclava de la leche. Ahora los niños tienen una salud a prueba de todo, para lo único que van al médico es para las vacunas. Valió la pena tanto sacrificio.
Pero hay costos que se deben pagar por esta carrera. Cristina no pudo gozar como toda madre de ver a su hija dar sus primeros pasos. Fue a mediados de los años '90 y en aquel entonces, vivía en Colonia, Alemania, con su primer marido. Fue llamada por el insigne director de orquesta Antonio Pappano a hacer una grabación de estudio a Londres de Il Trittico, de Giacomo Puccini en 1996. Esta es una obra compuesta de tres óperas de un acto cada una, entre las cuales está Suor Angelica, con la cual Gallardo-Domâs cosechó uno de los principales éxitos de su carrera. Es la historia de una mujer que es enviada a un convento por su familia, la cual se siente deshonrada porque tuvo un hijo fuera del matrimonio.
-Fue de las pocas veces que viajé sin ella. Me fui sola porque eran cinco días de grabación demasiado intensos y no se justificaba que me la llevara. La forma de grabar es tramo por tramo. A veces toca que un día tu voz está a full y las hormonas están en su nivel más alto y la voz que quiere seguir cantando, pero se acaba la sesión. Un día me tocó grabar la escena en que la tía Principessa, quien la mandó castigada al convento, le comunica a Suor Angelica que su hijo ha muerto. Y cuando volví por la noche me dicen que Romina empezó a caminar. Yo, me quedé con un "oh", en silencio, en una especie de vacío.
Con Esteban no le pasó lo mismo y pudo estar con él cuando dio sus primeros pasos.
Luego de la escena antes descrita, la protagonista canta una de las arias más hermosas y tristes compuestas por Puccini, "Senza mamma", donde Suor Angelica se lamenta porque su hijo no murió en sus brazos.
A principios de enero de este año, la prestigiosa revista británica Gramophone -creada en 1923 y una de las más respetadas en el género de música clásica- realizó una elección de la mejor grabación de todos los tiempos de cada una de las obras de Puccini. Cuando le tocó el turno de revisar Suor Angelica eligió la versión de Cristina Gallardo-Domâs como la mejor.
Al explicar el porqué de su elección, Gramophone dijo lo siguiente: "Incluso más notable es el canto de la joven soprano chilena Cristina Gallardo-Domâs como Suor Angelica. La suya es una Angelica más joven y vulnerable de lo usual. Su sutileza vocal y su imponente técnica van de la mano con un completo y maduro retrato de la agonía de la monja, su enfrentamiento con su tía así como el dolor ante la muerte de su hijo. Sus dinámicos tonos traen pianísimos de una delicadeza que deja sin aliento".
Dicho rol la puso en aprietos en otra ocasión pero logró salir airosa. Esta vez fue en Amsterdam, en un concierto transmitido en vivo por televisión el 25 de diciembre de 1999 con la Orquesta Real del Concertgebouw dirigida por el maestro italiano Riccardo Chailly.
-Yo me quedé sin voz. Caí enferma con el bendito aire acondicionado de la sala. Di los primeros tres conciertos y había un día en que no se daba concierto, pero había ensayo general para la grabación del 25 de diciembre que iba en vivo para todo el país. En ese ensayo general yo tuve nada más que acto de presencia, no podía cantar, si cantaba sabía que no iba a tener voz para el concierto. Riccardo Chailly estaba atacado. Finalmente, el día de la función todo salió muy bien y fue un gran éxito.
De todos los años que estuvo Riccardo Chailly al mando del Concertgebouw, entre 1988 y 2004, se hizo una edición especial con lo mejor que había hecho en esa sala. Y resultó ser precisamente aquella grabación de Suor Angelica.
¿Cómo supera esa presión y los nervios?
-Esa es una parte que nunca he querido saber porque si me pongo a pensar la verdad es que creo que no saldría no más. Imagínate que ahí estás absolutamente expuesta. Además que siempre me toca con estas obras de heroínas donde no tengo por donde pasar piola, tengo que estar involucrada, comprometida. A mí siempre me ha gustado trabajar mucho en la interpretación. La ópera es un teatro cantado y el teatro es interpretación y tiene que existir eso también, no hay que dejarlo al amén de la música. Tú tienes que crear el personaje para que después la parte musical tenga más lógica y una intensidad mayor.
¿Hay alguna herramienta que le ayude a sacarse el personaje de encima?
Sí. Siendo alguien a quien le gusta tanto la familia me enfocaba en los niños, en sus necesidades, las actividades del colegio. Además, me encanta la computación, la informática y desde hace algún tiempo empecé a meterme más en la pintura y ahora pinto.
Desmayo en escena
Algunos de esos cuadros cuelgan en las paredes de su casa. Junto con muchas fotografías y recuerdos. Hay un bosquejo de la escena tercera de La Bohème que interpretó en La Scala y que tiene una dedicatoria de Franco Zeffirelli. También un póster en tamaño gigante que inundó el metro y las calles de Nueva York en septiembre de 2006 donde ella aparece como Madama Butterfly, en la producción de Anthony Minghella, quien la llamó para encarnar la heroína luego de verla en Londres con gran éxito.
El 25 de septiembre de ese año, el Metropolitan Opera House inauguró su temporada por primera vez con una alfombra roja y con el desfile de múltiples personalidades de la lírica y el cine. Esa noche estuvieron Susan Sarandon, Sean Connery, Meg Ryan, Sydney Pollack, David Bowie, Jude Low, Naomi Watts, Salman Rushdie, entre varios más.
Al terminar el primer acto, Susan Sarandon le comentó a sus amigos: "Ella es realmente increíble".
Al final de la noche, la chilena salió sola al escenario y recibió una ovación de pie de los más de 3.600 invitados al teatro.
Ese año debía interpretar 14 funciones de Butterfly. A fines de octubre le tocaba la última, pero no se sentía muy bien.
Terminé tan enferma con una gripe muy fuerte así que tuve que cancelar. Pero Minghella volvía a Nueva York a ver la última función y me pidió que la hiciera igual. Lo hice, pero me desmayé al final del segundo acto, en escena, tenía cerca de 40 grados de fiebre. Fue poco antes del coro a boca cerrada. Mi cabeza ya no me respondía, funcionaba en automático. Hasta en el dúo de las flores poco podía participar de la escena porque me agarraba de cualquier elemento físico que me encontraba en el camino y cuando llegamos a la posición final, me caía en brazos de la Suzuki. Ella me aguantó y siguió ahí hecha hielo, luego vino el coro a boca cerrada y yo recuperé el conocimiento cuando estaba en urgencia con el traje de la Butterfly. Eso de desmayarme en escena fue algo tan único, tenía una sensación de que no había abandonado el escenario y yo tenía que volver al Met a hacer una serie de Bohème en febrero del 2007. Pero le había cogido fobia al escenario y no quería hacerlo. Me costó por lo menos dos días entrar al teatro. No sé, algo pasaba. Hasta que de a poco empecé a ir y una vez adentro estaba en la parte donde se hacía el ensayo, pero no quería subir al escenario. Me acuerdo que llegó mi agente y era el día de función y me dijo, ¿pisaste el escenario? y yo le dije que no. "Pero tienes que tener una toma de contacto después de todo lo que te ha pasado", me dijo. "No es fácil". Y yo decía que no iba a entrar al escenario. "¡Pero es que ya está por empezar la función!", gritaba él y yo le decía que iba a entrar cuando me llamen. Fue como que me automaticé, y sin saber cómo iba a reaccionar, sentía que tenía que hacerlo de ese modo. Me llamaron, y empezó la función y cuando se abrió la puerta para que entrara Mimí, yo tenía la visión de cuando dejé la escena en Butterfly. Era una cuestión sicológica. Esa fue la única vez que he tenido ese pánico escénico.
Su objetivo ahora es dedicarle más espacio a la pedagogía. Ya lo hizo en Valencia donde participó en el Centro de Perfeccionamiento realizando masterclass. Volverá a hacerlo el próximo año. También enseñó en la universidad de Palmas de Gran Canaria, donde existe un aula que lleva su nombre.
-Siento que a nivel de aula consigo comunicarme con los alumnos y eso es realmente un plus, porque siempre he creído que la relación maestro y alumno tiene que ser muy personalizada.
Asegura que en Latinoamérica existe una brecha entre lo que se enseña en el conservatorio y el eslabón profesional. "No se enseña cómo entrar a los teatros, hacer una carrera. En el Teatro del Lago, que se está dando a conocer bastante rápido en Europa, es el único donde tienen interés en la formación y educación en las artes. En mi primer encuentro con ellos hablamos del tema y de inmediato se interesaron en hacer un curso. Se lanzará el próximo año y se llamará Campus Lírico, donde trabajaremos intensivamente en la formación vocal y en el repertorio sostiene entusiasmada.
¿Y cómo la ha recibido la gente en la calle?
Yo entiendo que para muchos que no son de la élite de la ópera mi nombre es muy desconocido, pero me han reconocido en algunas ocasiones. Una vez estaba en una multitienda comprando las camas y las cosas para la casa. De repente me di cuenta de que la persona que me atendía me hablaba muy directamente, con un trato más personal. Y de repente me dice "señora Cristina". Yo dije de dónde sabe mi nombre si no le he pasado ni tarjeta ni nada y resultó ser una fan de la opera. También me pasó una cosa muy simpática en el Da Carla. Se me acerca uno de los mozos y me dice: "Con el permiso de los señores". Yo estaba con mi marido y un ejecutivo del Teatro del Lago. "Para la señora Cristina", y me pasa una flor. Yo pensé que había pasado piola porque ni siquiera había hecho yo la reserva. Además me dio una serenata de canciones italianas en medio del restaurante. Me han pasado cosas entrañables, bonitas, cosas que me han sorprendido.
¿Qué piensa del momento que vive el país?
De mis amigos que han venido a Chile, el comentario que me llega es: qué precioso tu país y luego, un país de contrastes. Ahora, cuando me vengo a vivir y tienes que lidiar con una serie de cosas, estoy de acuerdo con ellos. Chile es un país de contrastes. En algunos ámbitos ha avanzado mucho, está muy a la vanguardia, pero en otras cosas primarias se han quedado en el tiempo. No sabes lo que me ha costado hacer los trámites para nacionalizar a mi hijo chileno. Los tramites que hay que hacer, es una cosa increíble. Toda la gente a nivel diplomático me aconsejaba que lo hiciera a través del consulado porque el trato sería más personalizado aunque tardaría un poco más. El tiempo no me lo permitió, y lo he estado intentado aquí. No te digo los palos de ciego que he dado buscando una oficina del Registro Civil, de una comuna a otra, hasta que por fin llegué a una donde me dijeron que tenía que ir a la de Huérfanos porque es la única que tiene extranjería. Y yo pegándome unas colas desde las siete de la mañana para llegar a la ventanilla y que me dijeran que no me pueden hacer el trámite.
Usted estudió en el colegio Carmela Carvajal, que fue uno de los que dio la pelea más dura el año 2011. ¿Seguía el desarrollo de esa noticia?
Sí, claro. Y no me sorprendía, porque desde la época en que yo estaba dentro del Carmela, como buena mujer, tenaz, dura, reclamaba por mis derechos. Fíjate que habría querido que mi hija se hubiera repetido el plato en el Carmela. Ella me dio por loca y me dijo que se quería ir a estudiar fuera, y yo le dije, mira, si no fuera porque estás en la última etapa te habría puesto en el Carmela. Tengo buen recuerdo. Allá fue donde me rompieron el cascarón y me metieron en el conservatorio. Mi profesor de Música de entonces y mi madre me metieron en el coro. Ahí rápidamente el profesor del coro me dice: ¿tú no has pensado en estudiar canto lírico? Mi padre decía que el canto era un hobby y la edad me jugaba en contra. Yo ya tenía una voz impostada cuando tenía 12 años y debía tener 17, cuando el proceso biológico ya estuviera asentado. Pero me pusieron en la Escuela Moderna de Música. Allí estaba la señora Elena Waiss, una mujer única, muy exigente. Cuando me entrevistó me dijo que yo era como los niños que sueñan con ser bomberos para apagar grandes incendios. Yo le dije que no le entendía lo que me decía y ella me respondió que yo quería ser una gran cantante de ópera. Yo le dije: bueno, mi sueño es llegar a La Scala. Nada más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario