sábado, abril 06, 2013

Los Jaivas en Argentina: “Este lenguaje ha ido evolucionando”


Página 12

Música descomunal. Música que, depende del punto del oído con que se capte, puede corresponder a un pasado mítico, ancestral. No sólo porque sus transmisores –Los Jaivas– llevan cincuenta años de hacerla. También porque en esencia porta, sintetiza, condensa, el latido casi ahistórico de la cueca, el huayno, el folklore total de la región y lo matiza con formas sinfónicas, con atmósferas de altura, con un patrón estético que el rock de otros tiempos entendió como el sumum, el cenit del sonido, el futuro. Allí está ella, felizmente registrada, necesariamente paradójica, en piezas que se niegan a dejarse corroer por la acción del tiempo. En “La poderosa muerte” o “Antigua América”, de Alturas del Machu Picchu (1981). En “Pregón para iluminarse” o “Tarka y Ocarina” con sus tres partes (“Diablada”, “Trote”, “Cotaiqui”) de un disco anterior conocido como El Indio (1975). En la casi totalidad de Todos juntos (1973), el disco que los hizo trascender fronteras, también conocido como La Ventana. O en el no menos poderoso Aconcagua, publicado en 1982.

“La verdad es que cuando arrancamos, allá por 1963, no teníamos mayores pretensiones. El promedio de edad de la banda era de 17 años, aún estábamos en la escuela secundaria y la música era otra manera de divertirnos... todos esos primeros años del grupo estuvieron dedicados a amenizar fiestas y temporadas de verano en Viña del Mar. Después parece que la cosa cambió”, ironiza Mario Mutis, cantante y bajista de la primera hora. “A fines de los años sesenta comenzamos una búsqueda de lenguaje por medio de la improvisación. Y después de tres años de solo improvisar, fueron apareciendo elementos de un lenguaje que nosotros consideramos propio... lo que pasó después fue que a través de los años este lenguaje ha ido evolucionando y enriqueciéndose.”

Tras ciertos cambios en la formación y con el categórico imperativo de haber perdido en el camino a dos integrantes clave (Gabriel Parra, muerto en un accidente automovilístico en 1988, y Eduardo “Gato” Alquinta, cuya desaparición física data de principios del 2003), Los Jaivas llegan a Buenos Aires tras haber recorrido todo Chile en veinte conciertos. Hoy, además de Mutis, forman con Claudio Parra –otro histórico– en piano, Ankatu Alquinta –hijo del Gato– en guitarra, Fancisco Bosco en saxofón y flautas, Carlos Cabezas en voz y charango, Juanita Parra –hija de Gabriel– en batería y Eduardo Parra en teclados y percusión, y prometen, además de una ajustada selección de piezas de su historia (21 discos total), un despliegue escenográfico y lumínico que se corresponde con la majestuosidad de su música. Con, por caso, el aura de “Del aire al aire”, tema que abre las alturas del Machu Picchu. “Desde sus inicios, el grupo se dio cuenta de lo importante de hacer soñar al público no sólo con la música”, dice Juanita Parra, que reemplazó a su padre a fines de los ochenta. “En cuanto al repertorio –sigue–, siempre tocamos temas de todas las épocas, aunque van variando según el público o los lugares donde toquemos... todos sabemos que hay mucho para elegir”, se ríe.

De la primera época, cuyos discos marcaron la impronta base, y de un segundo período –post exilio francés– en el cual otros discos seminales como Hijos de la tierra (1995), el orquestal Mamalluca (1999) y Arrebol, el último a la fecha, editado en 2001, los llevaron a profundizar en sus raíces y, de paso, incorporar nuevas formas estéticas. “La verdad es que el trabajo del grupo siempre fue de creación colectiva y toda la obra del grupo esta firmada por Los Jaivas. Después de perder a dos integrantes, la continuación de la obra del grupo no ha encontrado aún el camino para que no se pierda la esencia original”, sostiene el pianista Claudio Parra, hermano de Eduardo y Gabriel, sobre la prolongada ausencia de discos nuevos.

–¿Fue Todos juntos el hito del grupo, su momento más importante, más allá de Alturas de Machu Picchu?

Mario Mutis: –Fue el tema –el disco salió después– que nos dio a conocer, primero en Chile y luego en otros países, especialmente los latinoamericanos. Muchos artistas hicieron su versión, en Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador y otros que no me acuerdo. Es un tema que se ha convertido en un himno, por sus conceptos de la letra, aceptado por todos y cantado en las escuelas de varios países por los niños. Y sí, es un tema que no permite terminar un concierto sin interpretarlo. Su ritmo es un huayno, un ritmo que nos sorprendía cuando veíamos que lo bailaban públicos tan diversos en nuestros conciertos.

–Dado que se han movido y se mueven en las fronteras, digamos, entre el rock, el jazz y los distintos folklores latinoamericanos, ¿qué músicos o grupos han tenido como referentes clave?

Claudio Parra: –Siempre hemos tratado de no ser influidos por otros músicos o tendencias específicas. Sin embargo, en nuestra formación fueron muy importantes músicos como Alberto Ginastera, Carlos Chávez, Heitor Villalobos, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui y músicos del blues americano, claro.

–¿Y Quilapayún, Illapu, Inti Illimani?... los tres han trascendido fronteras como ustedes, ¿qué opinan de cada una de estas agrupaciones y de qué manera se posicionan Los Jaivas, musical e ideológicamente, respecto de ellas?

C. P.: –Cada banda tiene su historia, claro. Quilapayún nace en el seno de las Juventudes Comunistas en el momento en que la Unidad Popular llevó a Salvador Allende a la presidencia, por lo tanto su música en ese entonces estaba totalmente comprometida con esa causa. Inti Illimani, estando en la misma vía, tenía inquietudes musicales que los llevaron a desarrollar más profundamente el aspecto musical. Illapu, provenientes del norte de Chile y de una generación más joven, irrumpió en el centro del país con una música muy poderosa, lejos de la tarjeta postal musical a la que estábamos habituados, cambiando y enriqueciendo el espectro musical chileno. ¿Cómo nos posicionamos nosotros? Bueno, sin apartarnos del movimiento social de aquella época, estábamos a la búsqueda de un lenguaje que interpretara las inquietudes de la juventud y de la identidad nacional que, dada la historia, terminamos ampliando a todo el continente.

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