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miércoles, septiembre 11, 2013
Frederic Rzewski habla de sus variaciones sobre "El Pueblo Unido Jamás será vencido"
El Mercurio
Su versión para piano de la canción homónima de Sergio Ortega.
Romina de la Sotta Donoso
Conocida como "las Variaciones Diabelli del siglo XX", por su exigencia interpretativa y riqueza expresiva, la han grabado decenas de pianistas. La última versión, del alemán Stefan Litwin, acaba de salir al mercado. Este año, ha sido tocada al menos una vez por mes en alguna parte del mundo, y este sábado el estadounidense Bobby Mitchell la abordará en el Festival i=u de Londres.
"The People United Will Never Be Defeated!" (1975) son 36 variaciones sobre la canción homónima de Sergio Ortega. Escritas por el pianista y compositor estadounidense Frederic Rzewski (1938), duran una hora, y son la obra más interpretada de su extenso catálogo.
"No sé cuántas veces la he tocado. Quizás unas 200. La toqué hace dos semanas en Neuchâtel y debo presentarla en 2015 en Colonia. Constantemente me piden que vaya a algún lugar para tocarla", dice Rzewski, desde Bruselas.
"La primera vez que escuché la canción fue en 1974. Con mi colega Ursula Oppens fuimos a un concierto en Nueva York donde Inti Illimani cerró con ella. Los dos salimos tarareándola. La música es lo que más me gustó", asegura.
Entonces, él vivía entre Roma y Nueva York: "En muchas manifestaciones en Italia la gente cantaba 'El pueblo unido'. Pero en Nueva York no sucedía esto". En 1975, Oppens le encargó una obra para estrenarla en la celebración oficial del bicentenario de Estados Unidos del Kennedy Center de Washington.
"Decidí escribir una pieza basada en la canción de Sergio Ortega, pero suficientemente larga para que algunos empezaran a pensar", dice Rzewski. "Naturalmente, no a todos les interesan sus implicancias políticas. En 1983 fui a Moscú y la toqué, con mucha curiosidad. Un crítico muy respetado me dijo: 'Es muy buena, quizás un poco larga'. Eso fue todo (ríe)".
Confidencia que conoció a Ortega en 1978, en Venecia, y que le mostró sus Variaciones: "Le gustaron mucho, especialmente la parte más juguetona, donde hay cosas típicas de música contemporánea, que no tienen nada que ver con la idea de la canción. Nos convertimos en buenos amigos".
El musicólogo Juan Pablo González, director del Instituto de Música de la U. Alberto Hurtado, recuerda que conoció la pieza de Rzewski en un asado, a fines de los años 70: "El anfitrión colgó una radio de un árbol, puso un casete y nos dijo 'Escuchen esto'. En el piano se reconocía la raigambre brahmsiana de la canción. Estábamos contentos: esa música prohibida había sido legitimada desde el mundo del arte y subida al pedestal de la música clásica".
La canción de Ortega también tuvo influencia en otras creaciones. La compositora y musicóloga argentino-uruguaya Graciela Paraskevaídis, identifica citas de esta en dos obras contemporáneas alemanas: "El sonido silencioso" de Mathias Spahlinger, y "Darabukka" de Nicolaus A. Huber.
También menciona otras piezas inspiradas en el Once: "Lernen von" del propio Nicolaus A. Huber, "Wooden pajamas" de Gordon Mumma y "Cantata de Chile" de Leo Brouwer.
A nivel local, una veintena de autores ha compuesto piezas al respecto, entre ellos, Gustavo Becerra, Juan Orrego-Salas, Juan Allende-Blin, Leni Alexander y Fernando García. El musicólogo Luis Merino, director de la Revista Musical Chilena, aclara que "existe una línea de trabajo compositivo vinculado al acontecer social que inaugura 'Balmaceda' (1955) de Acario Cotapos". Y asegura que "la más representativa, por su calidad, es la Cantata 'Caín y Abel' de Alejandro Guarello, que incluso se hizo en Chile". Con textos del sacerdote Esteban Gumucio, se estrenó en un simposio de la Iglesia Católica, en 1978.
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