El Mercurio
Durante años, esta zona capitalina era ignorada, pero sus vecinos le dieron vida con galerías de arte, clubes de cueca y tours que rescatan su identidad.
Sebastián Sottorff
A varios kilómetros de Sanhattan y su modernidad. Lejos de la Plaza Italia o el caos que suele invadir el centro de la capital. Aislado de los dominios del reggaetón o la cumbia que por estos días resuenan en el Parque O'Higgins.
Lejos, muy lejos, de todo eso, hay un barrio donde todavía manda la sencillez y la bravura. Una zona casi inexplorada para muchos santiaguinos; un lugar que no figura en ninguna guía turística o local, aunque hoy sea un secreto a voces entre jóvenes universitarios. Es el barrio Franklin-Matadero, un espacio donde sobrevive y se cultiva el Santiago popular.
"Este lugar es la mejor manera de definir Chile", dice Ricardo Silva, cuequero, gestor cultural e impulsor del Club Matadero y de un recorrido patrimonial que todos los meses se encarga de mostrar este rincón de Santiago a turistas y capitalinos.
El tour revisita las historias tras un sector que creció de la mano de obreros y matarifes, y que hoy guarda un importante, e ignorado, valor patrimonial.
"Muchos conocen este barrio y alucinan. Este es el Santiago popular, porque en tan pocas cuadras tiene de todo. Desde la belleza estructural del barrio Huemul, la entretención única del persa, hasta las historias de choreza del Matadero. Así que esta es por lejos la mejor manera de que un turista conozca Chile", explica Silva, integrante además del grupo Los Republicanos de la Cueca.
El recorrido se realiza solo una vez al mes y su próxima edición tiene como fecha el cinco de octubre. Ese día, quienes se inscriban previamente a través de un e-mail , iniciarán una caminata que parte en el metro Franklin.
Desde ahí avanzarán hasta el barrio Huemul, un conjunto habitacional construido en las primeras décadas del siglo XX para elevar la calidad de vida de las familias obreras de Santiago. La población, concebida por el arquitecto Ricardo Larraín e inaugurada por el Presidente Ramón Barros Luco, guarda varias e inesperadas joyas urbanas, como la casa de Gabriela Mistral, plazas, parroquias y el Teatro Huemul, que durante mucho tiempo fue conocido como "El municipal chico". Por ese lugar, afirman, pasaron Carlos Gardel y emblemáticas compañías teatrales del país.
Hoy, el recinto ha sido rescatado por un grupo de gestores que, además de potenciar su uso como un nuevo polo cultural, quieren devolverle su carácter social.
"Estamos trabajando con colegios, jardines y fundaciones para que los vecinos sientan que acá hay un epicentro para la comunidad. El teatro no se entiende como un edificio que solo sirve para las artes escénicas o eventos, porque queremos que este barrio sea más valorado, apreciado y conocido por turistas y chilenos", dice Luis Marchant, uno de los actuales dueños del espacio.
Después de recorrer esta área, se inicia la parte guachaca y popular del recorrido. El matadero Franklin, la historia de algunos matarifes y las anécdotas tras su centenario oficio se roban gran parte de este particular tour.
"Conocemos parte del patrimonio físico e inmaterial, que a veces es mucho más interesante", agrega Silva y detalla que además se narra la historia de los equipos locales de fútbol, las tiendas de antigüedades, los cités, el Persa Biobío y algunos personajes de dudosa reputación que marcaron la identidad del barrio, como el "Cabro" Carrera."Nunca un vecino me ha hablado mal de él, pues es como una especie de mecenas y Robin Hood del sector", explica Silva.
Las picadas tampoco pueden estar ausentes, pues son varios los restaurantes criollos donde el terremoto, el pernil y el arrollado huaso son los reyes de los menús."Este negocio debe tener más de cien años y sigue siendo tremendamente popular. Eso, porque acá se celebra el Dieciocho todo el año", dice José Valenzuela, dueño del emblemático restaurante "Las Pipas".
La cueca es la banda sonora de todo el recorrido. Algunos temas en vivo son complementados con la visita al Club Matadero, un local donde se baila, cultiva y toca la cueca brava. Establecido donde antes funcionaba una fábrica, este lugar está complementado con la Factoría Santa Rosa, un espacio dedicado al arte enclavado en una zona netamente comercial.
"La cueca brava es más urbana porque aborda lo que nos pasa. No habla del campo o de los cerros, sino que habla del persa, del mapocho o de La Vega", cuenta Silva, y agrega que todo el tour culmina con un almuerzo en el histórico restaurante "El Manchao", fundado en 1925.
"Me llena de orgullo saber que hay gente que se dedica a promocionar mi barrio, que, al menos para mí, es perfecto. Los almacenes de barrio, los cachureos del persa, las cuecas y el Club Matadero. Este lugar es una mina de oro y además de cuidarlo, hay que defenderlo", dice José Luis Parraguez (26), vecino y "cliente frecuente" de las bondades de un sector que poco a poco lucha por darse a conocer.
TOUR
En octubre es el próximo recorrido por el barrio Matadero - Franklin. El tour termina con un almuerzo en una de las "picadas" del sector.
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