El Mercurio
Se habría detectado que mantenían vínculos con locatarios del Persa Biobío y San Diego. Aún pueden apelar a fallo de fiscal administrativo.
ÓSCAR SAAVEDRA
Mil ochenta libros desaparecieron desde la Biblioteca Nacional. De a poco los textos que pasaban por las manos de los funcionarios a cargo de la sección "Adquisiciones" -que recepciona los al menos quince ejemplares que autores o editoriales deben entregar a la entidad por la norma de Depósito Legal-, se comenzaron a extraviar. Hasta hoy, aún no aparecen las obras y la PDI investiga a un grupo de empleados, y la propia institución lleva adelante un sumario.
La indagatoria interna ya arrojó los primeros resultados: al término de la etapa investigativa, el fiscal propuso que seis empleados fueran exonerados de la biblioteca. Fuentes cercanas a la pesquisa administrativa revelaron que se detectó que los expulsados habrían hurtado los ejemplares para venderlos a algunos comerciantes del Persa Biobío y de calle San Diego.
Actualmente, de acuerdo a los plazos del sumario, los sancionados todavía podrían apelar al fallo del sumariante. Sin embargo, la gravedad de la falta, que podría ser perseguida penalmente tras el cierre de la indagatoria de la PDI, haría irrevocable la decisión, según se señaló en la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam).
Ayer, luego que se diera a conocer el extravío de los documentos, la directora de la Biblioteca Nacional, Ana Tironi, confirmó la gravosa sanción dispuesta para los funcionarios, aunque declinó ahondar en detalles de la indagatoria.
Contó que apenas se detectó la fuga de los libros, el hecho fue denunciado a la Fiscalía Centro Norte y la PDI, y que se inició la pesquisa interna: "Se actuó diligentemente. Los hurtos de libros son frecuentes en las bibliotecas grandes, es un tema bastante complejo".
Explicó que, luego de la pérdida, se aumentaron las medidas de seguridad en el edificio de la Alameda. Afirmó: "Se dispuso de un mayor control en los espacios de la sección 'Adquisiciones', y lo primero que hicimos fue cambiar las cerraduras del depósito para que no hubiera nuevas fugas y el acceso a dicho lugar se restringió solo al personal de esa unidad. Además, se ha desarrollado la implementación de un software que permite el seguimiento de un libro".
Más medidas de seguridad
A las cámaras de seguridad dentro de las salas de lectura, se sumaron otras en los depósitos de libros. Asimismo, antes del hurto de los textos, los funcionarios podían entrar a las bóvedas con bolsos, pero hoy se cuenta con casilleros en las distintas entradas, donde deben dejar sus pertenencias e ingresar sin nada en las manos y salir solamente con los ejemplares solicitados por los usuarios.
En tanto, una vez puesto en marcha el programa computacional, se erradicará la forma en que se registra el paradero de los diversos libros. Históricamente, esto ha funcionado con bitácoras en que se anota con lápiz el ingreso de un texto a la Biblioteca Nacional, un método que es altamente inseguro.
Ana Tironi aseveró que "nos hemos dado cuenta que esto es sumamente vulnerable. Con el nuevo módulo, con el programa de automatización, ya no se va a poder adulterar la información de un libro. Se conocerá desde el minuto en que ingresó hasta la estantería en que quedó o donde se distribuyó".
Mil ochenta
libros se extraviaron desde la Biblioteca Nacional. Hasta ahora, las dos investigaciones -la penal y la administrativa- apuntan a los funcionarios de una sección.
Detectives
iniciaron una investigación en marzo pasado, luego que la propia entidad detectara la fuga después de un inventario. Surgió tras la pérdida de ejemplares éxito en ventas, como "Cincuenta sombras de Gray".
A menos
del 50% del precio real del libro se habrían comercializado los ejemplares hurtados en locales del Persa Biobío y la calle San Diego, según fuentes del caso.
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