domingo, noviembre 08, 2020

No mires hacia atrás: 50 años de “Let it be”

 El Mercurio


De “Get back” a “Across the universe”, las canciones que siempre han estado a la sombra de “Abbey Road” cobran nuevo valor en su conmemoración este año y el próximo, con el libro “The Beatles: Get back”, la primera publicación oficial de la banda desde “Anthology”, del año 2000. Revisamos cómo era el repertorio que había imaginado Paul McCartney y cómo terminó siendo por obra de Phil Spector y gracia de John Lennon en este LP.

IÑIGO DÍAZ


Los Beatles van llegando a cuentagotas a los estudios cinematográficos Twickenham el 2 de enero de 1969, donde tendrá lugar la grabación de un nuevo álbum. No tienen mucha idea sobre su resultado. Solo conocen la motivación inicial: un disco hecho en condiciones de música en directo. Esas sesiones irán acompañadas de una película que se propone mostrar el proceso creativo en el estudio, como unos meses antes lo había hecho el director francés Jean-Luc Godard con los Rolling Stones. Más adelante solo servirá como testimonio sobre lo quebrados que se encontraban los Beatles unos con otros.


Se desean un feliz Año Nuevo, John Lennon se disculpa por algo, George Harrison saluda con un “Hare Krishna”. Luego se sorprende con un sonido que le trae recuerdos. “Estás tocando ese bajo de nuevo”, le dice a Paul McCartney, que improvisa en su Hofner violín de 1963. Es el instrumento que acompañó las épocas del Merseybeat y de la Beatlemanía, además de las giras por el mundo hasta 1966, cuando fue sustituido en el estudio de grabación por el fantástico Rickenbacker 4001. Luce ahora una pegatina con la leyenda “Bassman”. Y también viene a ser el símbolo de un regreso musical.


Este año se cumplieron no solo los 50 años de “Let it be”, publicado en mayo de 1970, sino los 50 años de la ruptura del grupo. Pero “Let it be” no se llamó “Let it be” sino hasta el último momento. El disco se iba a titular “Get back”, el concepto alrededor del cual giraba la idea creativa. Aburridos de la música y fastidiados por su estatus —salvo por un Paul siempre movilizado por la unidad— la banda buscaba volver a unos inicios, recuperar la mística del momento en que todos tocaban juntos, más o menos en el espíritu de las temporadas en Hamburgo.


“A Paul se le ocurrió la idea de que primero ensayáramos, a lo Simon & Garfunkel, en busca de la perfección. Y luego hiciéramos el disco. Y, naturalmente, nosotros somos unos vagos de mierda que llevamos 20 años tocando. Ensayar era una estupidez. (…) Era una sensación francamente horrible. Y no dejaban de filmarte. Nos plantábamos allí a las ocho de la mañana y a esa hora no se puede hacer música”, recordaba Lennon. “Los convencí de poner en marcha el proyecto, pero tuvimos unas peleas tremendas y plasmamos en la película la ruptura de los Beatles en lugar de lo que habíamos deseado”, admitía, a su vez, McCartney.


Lado A: nosotros dos


El documental recogió más de 90 horas de filmación con estas y otras relaciones del minuto a minuto entre los músicos. Pero no solo la película de 1969 muestra ese proceso. La oficina de los Beatles anunció la edición del libro “The Beatles: Get back”, la primera publicación oficial de la banda desde “Anthology”, del año 2000. Saldrá en agosto de 2021 y allí se revelarán nuevos testimonios, con transcripciones de 120 horas de conversaciones.


A menudo “Let it be” confunde al público. En la discografía de los Beatles aparece como el último álbum pese a que se realizó unas pocas semanas antes de que se embarcaran en la grabación de “Abbey Road”, que lo eclipsa. El motivo del desfase es la insatisfacción que les había dejado ese trabajo. Las cintas quedaron guardadas hasta un nuevo aviso.


Ese aviso fue el que John Lennon le dio al productor Phil Spector, al entregarle las grabaciones. Spector terminó alterando todos los planes iniciales de una música que iría a ser desnuda por una llena de capas, lo que se llamaba entonces “pared de sonido”. A Lennon se le ha acusado de perverso por esta acción deliberada, con aroma a venganza.


El repertorio nuevo estará entonces lleno de recovecos y detalles que hablan de ese regreso hacia algo. La propia “Get back” es el estandarte: “¡Vuelve donde una vez perteneciste!”, dice una y otra vez mientras galopa en el tresillo rítmico de la batería. “Let it be”, “One after 909”, la canción liverpooliana del siglo XVIII “Maggie May” y “Two of us” hablan de ello de distintas maneras.


A dos guitarras folk, “Two of us” acomete en el inicio del disco con un canto muy melancólico. McCartney la escribió para su enamorada, Linda Eastman, pero tiene una segunda lectura: evoca la relación entre Paul y John en sus aventuras adolescentes. La hermana de Lennon, Julia Baird, hoy de 73 años, es autora del reciente libro “Imagine this”, donde expone su testimonio sobre ese vínculo: “John era el poeta y Paul el letrista” dijo hace poco al diario Clarín.


Como “Come together”, “Dig a pony” es otro ejemplo de las letras escritas sin lógica por Lennon. Refiere a otro momento del pasado cuando menciona a un “moondog”: antes de llamarse los Beatles, se llamaban Johnny and the Moondogs. Luego sigue “Across the universe”, una excepción en el disco. Se encuentra completamente en otra frecuencia. Más todavía con las alteraciones realizadas por Phil Spector, incorporando aleteos de aves, una orquesta completa y coro de 14 ángeles. “La letra es pura inspiración, me vino a la mente sin esfuerzo. No me pertenece; se me presentó”, dijo Lennon.


“I me mine”, de George Harrison, tiene estrofas en tiempo de vals y un blues salvaje para su estribillo. Es otra manera de decir “yo, yo, yo”. “Odiaba todo sobre mi ego (…) El mensaje de ‘I me mine' es rechazar los ‘yo, mí, mío'”, declaraba Harrison. Se grabó en los muy poco acogedores estudios Twickenham, donde los Beatles aguantaron dos semanas de trabajo antes de trasladarse a las instalaciones de Apple. Tocan allí solo tres músicos. John prefirió bailar el vals junto a Yoko Ono.


Entre las intervenciones de las cintas por Phil Spector destaca “Dig it”. Había sido una improvisación colectiva en la misma relación de acordes de “Twist and shout”. Tenía 12 minutos y medio de duración pero quedó reducida a 49 segundos. Está conectada a otro sarcástico comentario de Lennon, quien presenta como “un villancico” la canción góspel más importante del disco.


En la letra de “Let it be”, McCartney retrocede hasta 1956 en su biografía para recordar las visiones que el joven zurdo tenía de su madre enfermera, muerta ese año por un cáncer. En sus sueños ella le decía: “Todo va a estar bien, let it be”. La primera parte del disco finaliza con una reobservación de “Maggie May”, rebautizada como “Maggie Mae”, una canción de marinos sobre una prostituta de Liverpool, que John aprendió, a su vez, de su madre, Julia.


Lado B: camino a la azotea


La música se reanuda con la fantasía de un encuentro entre la dupla de compositores, la famosa firma Lennon & McCartney. Es “I've got a felling”, con un sustancioso riff creado por John para esa canción de Paul, con estrofas escritas en colaboración y con un contrapunto vocal entre ambos. Ambos vuelven a esa dinámica de canto en la versión country rock de “One after 909”, canción de 1957 escrita por John y que los Beatles habían tocado en Hamburgo. Vino del pasado.


Es un rock and roll a dos guitarras que se arrastra por el piso y que contrasta con la sofisticación que terminó siendo la balada “The long and winding road”. La memoria auditiva nos confunde al decirnos que esa catedral de sonido orquestal y coral de Phil Spector es la canción correcta. Pero no. McCartney la concibió en una completa desnudez. “Hace unas semanas he recibido una remezcla de mi canción, con arpas, trompas, una orquesta y un coro femenino. Nadie me pidió mi opinión, no me lo podía creer”, dijo Paul en 1970. La versión original encontrará por fin justicia en 2003, con el disco “Let it be… naked”, donde se muestra tal como era.


En “For you blue”, otro blues de Harrison, que menciona a Elmore James, la camaradería reemerge. George toca la guitarra acústica, Paul el piano de burdel del lejano oeste y John la guitarra lapsteel hawaiana. De este modo se prepara el camino para el remate que representa la mejor canción del disco: “Get back”.


Es un momento decisivo en la tan trastabillada experiencia de sesiones musicales y filmaciones. En la película de Lindsay-Hogg, los Beatles entran en calor con “Get back” cuando Billy Preston hace su ingreso al estudio de Apple, practicando unos pasos de baile al escuchar tan estimulante música. El pianista y organista estadounidense había sido invitado por Harrison como condición para su regreso luego de su renuncia a la banda. Y Preston será el catalizador de esas fuerzas descontroladas.


“Ven a tocar con nosotros, porque están todos un poco raros”, contó George. “Los malos rollos se fueron por la ventana y nos pusimos a hacer lo que sabemos hacer”, añadió Ringo. “Era como tener un invitado (en casa), alguien con quien muestras tus mejores modales”, completó Paul.


Y si existían dudas sobre las propiedades terapéuticas de “Get back”, estas se disiparon el 30 de enero de 1969. Fue la canción de arranque de las cinco que los Beatles interpretaron en la azotea del edificio de cuatro plantas de Apple, en el número 3 de Savile row, muy cerca de la Royal Academy of Arts. El edificio luce actualmente una placa conmemorativa de English Heritage que da cuenta de ese último concierto de la historia de los Beatles, realizado en su techo.

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