lunes, octubre 31, 2011

Grupo Motete lanza disco: El epicentro del jazz se mueve a Copiapó

El Mercurio

Activos desde 1995, el quinteto que lidera el saxofonista Sergio Olivares presentará en vivo su tercer trabajo junto a estrellas invitadas.

IÑIGO DÍAZ
Las imágenes de ese norte intermedio, que no es chico como en Vallenar, ni enorme como en Arica, están presentes en gran parte de las composiciones de este grupo creado en Copiapó hacia 1995 por el saxofonista, flautista y compositor Sergio Olivares.

En los dos primeros discos del grupo de jazz fusión Motete se advierte ese sello. El primero se llamó "Tributo a Atacama" (1999) y en el segundo, titulado "Evolución" (2003), los músicos aparecen en la portada en una larga planicie desértica. "Nací en La Serena, pero hace veinte años que vivo aquí. Soy copiapino. Esa experiencia se nota en nuestro nuevo disco", dice Olivares.

El quinteto Motete, que ya es transgeneracional con la llegada del saxofonista Joaquín Olivares, hijo del líder y compositor, presentará su "Motete III Project" en conciertos en el Cine Inca de El Salvador (jueves 3) y en el Centro Cultural Atacama de Copiapó (viernes 4).

"Su título habla del proyecto de integración que está detrás. Somos músicos copiapinos pero queríamos intercambiar con los jazzistas de Santiago. Viajamos a la capital y grabamos en el estudio del bajista Christian Gálvez, con la participación de músicos de primer nivel", cuenta.

En "Motete III Project", el trompetista Daniel Lencina tocó solos en "Spirit", un tema con ritmo de bossa nova y huayno, mientras que Cristián Cuturrufo puso su toque latino de trompeta en "Laura", "Ancestros", "Bluemot". El guitarrista Federico Dannemann aparece en "Nantoco", el nombre de un pueblito cerca de Copiapó, y Joe Vasconcellos tocó percusiones en la "Samba del barrio". Parte de este elenco viajará al norte para los conciertos de lanzamiento.

"Copiapó es una ciudad muy cultural. La gente está comprometida con su historia de esplendor, que parte en 1835, cuando se descubre el mineral de Chañarcillo, y dura unos cincuenta años. Entonces llegaban los grandes espectáculos a sus teatros. Copiapó está lleno de músicos y de gente que la escucha. Yo creo que es por la inmensidad en la que vivimos, por el silencio y la soledad", dice Olivares.

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