El Mercurio
Esta semana se inauguró una nueva versión del INEDIT, festival de cine y rock ya consolidado en el país. Al mismo tiempo que aterriza una colección de ensayos sobre la relación entre ambos géneros, con un prólogo de Julien Temple, director de "La gran estafa del rock and roll". Una buena ocasión para preguntarse si el séptimo arte y las guitarras eléctricas aún nos deben una obra maestra.
J.C. Ramírez Figueroa
En una escena de "Semilla de maldad" (1955, Richard Brooks), un grupo de adolescentes destruye con inusitada violencia los discos de jazz de 78 rpm de sus mayores. Y aunque al final de la cinta triunfan estos últimos, cuando empezaba a sonar "Rock around the clock" en los créditos, los espectadores -totalmente identificados con los pandilleros de la pantalla- destrozaban las butacas para bailar al ritmo de Bill Halley y sus Cometas. Como si la rabia y el aburrimiento tras la carnicería de la II Guerra Mundial y posterior polarización de occidente al fin encontrara su válvula de escape. Aunque el proceso ya había comenzado con la irrupción de dos héroes con que identificarse: el Marlon Brando de "¡Salvaje!" y el James Dean de "Rebelde sin causa". Personajes icónicos que se sumarían a un par de documentales dirigidos por Joseph Kohn: "Rock and roll revue" y "Rhythm and blues revue". Ambos presentaban una música salvaje e irresistible, tradicionalmente vedada en los medios oficiales blancos. Pero no hay dudas, la película que inauguró la fructífera relación de cine y música rock fue "Semilla de maldad". Frank Zappa confesó que cuando la vio por primera vez pensó: "Han hecho una película sobre nosotros, por lo tanto existimos". No estaba equivocado: la obra se convirtió en un fenómeno sociológico al presentar el concepto "teenager" , cuestionar el Estado de bienestar estadounidense y popularizar una banda de rock . El mismo Halley -que podría ser uno de los padres castigadores del filme- reflotó su carrera, salió de gira y en cada lugar, para su sorpresa, era vitoreado por los jóvenes. Zappa, por otro lado participaría como músico en "El pecador más grande del mundo" (1962) cinta de culto de Timothy Carey donde él mismo interpretaba a un rockero que funda una secta y en la escena final se enfrenta con el mismísimo Dios. Había nacido el cine rock .
Los años cincuenta
Pero antes de convertirse en un género con ramificaciones que van desde el documental paródico hasta la biografía experimental, el rock en el cine fue la música de fondo en las películas adolescentes. Cintas que para el escritor Paul Yonnet tienen dos orientaciones: una masiva (abogar por la liberación sexual) y otra más profunda: denunciar la segregación racial. El punto en común era la celebración del tiempo libre y la liberación de los "períodos de obligación y compromiso" (colegio, trabajo, familia). En esa línea -caracterizada por los amoríos adolescentes, una rebeldía algo domesticada y muchas estrellas de rock - destaca la comedia "The girl can't help it" (1956) dirigida por Frank Tashlin el mismo de la mayoría de los hits de Jerry Lewis. Allí participa Gene Vincent, Little Richard, el héroe de la guitarra Eddie Cochran y hasta Los Platters. O "Shake, rattle and rock" (1956) una cinta de bajo presupuesto sobre unos jóvenes que quieren abrir un club de rock y aparecen Fats Domino y Joe Turner para apoyarlos. Y aunque Elvis Presley fuera sin duda la primera estrella global de rock and roll , hay un consenso en torno a la mala calidad de sus cintas. Esto no impediría el revuelo provocado por "Love me tender", su debut de 1956, o "El rock de la cárcel" un año después. Fueron Los Beatles con "A hard day's night" (1964, Richard Lester) quienes convertirían una cinta de rock en una pieza visual realmente interesante. De hecho algunos la llaman "El ciudadano Kane del cine rock" y que rompería la moda de las películas de surfistas protagonizadas por Frankie Avalon. En blanco y negro e inspirado tanto en la nueva ola francesa como en el novísimo cine realista inglés, la película se adelantaba a MTV, los rockumentales y hasta las parodias al presentarnos a Los Beatles en diálogos delirantes, escapando de las fans y, por supuesto, tocando sus hits.
Beatles y Bob Dylan, las "excusas" para que la aventura creativa comience
"La idea de montar un grupo tiene algo que ver con la de hacer una película. Me gusta pensar que tiene algo de rebeldía, y todo el buen rock and roll es rebelde", escribe Julian Temple en la presentación de "¡Rock acción!", una colección de ensayos que analizan la relación entre séptimo arte y guitarras eléctricas (ver recuadro). Temple dirigió "La gran estafa del rock and roll" (1980) protagonizada por los Sex Pistols. Al no poder romper la resistencia del mánager Malcolm McLaren, instaló la cámara -que tomaba "prestada" de la universidad- en el baño y de vez en cuando iba a buscarla y grabar fragmentos del recital. Al final terminó grabando firmas de contratos y fiestas de la banda. Aunque algunos llaman a esa mezcla de rock y documental, rockumental, Temple se desmarca. "Odio que me llamen rockumentalista. Cuando lo oigo me dan ganas de ahorcarme. Soy cineasta". Es que desde mediados de los sesenta, el cine rock se perfila como género con sus propias características, mitos y estándares creativos. D.A. Pennebaker eleva la apuesta, al grabar la gira inglesa de 1965 de Bob Dylan y, con una efectiva ilusión de no haber editado nada, estrenó dos años después "Don't look back": un documental donde el cantante ignora a su amante Joan Baez, discute con los periodistas y su mánager negocia (y miente). Además de grabar el versionado clip de "Subterranean homesick blues" donde el cantante va dejando caer papeles con la letra de la canción. Godard se entusiasma y acepta el llamado de los Rolling Stones a filmarlos. Aunque al final en "One plus one", la banda es más bien un personaje secundario. Antonioni captura a Jeff Beck rompiendo la guitarra en el "swinging London" de "Blow Up". A su vez, Los Beatles experimentan con el non-sense en "Magical Mystery Tour". Y "Busco mi destino" actualiza la idea de viaje iniciático en motocicleta y acompañado de The Byrds y el clásico rock de carreteras "Born to be wild" de Steppenwolf.
El cine rock se convierte en género
En los setentas se establecen las bases de todo el cine rock que vendrá hasta hoy. ¿Recitales? "Woodstock" de Michael Wadleigh, estrenada un año después del megafestival de 1969. Con recursos como subdividir la pantalla o centrarse en detalles, como las manos temblorosas de Joe Cocker o Jimi Hendrix tocando mientras el público empaca sus cosas. ¿Nostalgia? "American Graffiti" , "The last picture show", "Grease" y "Rock and roll high school" protagonizada por The Ramones. ¿Humor? "Sgt Pepper's lonely hearts club band" (Michael Schultz, 1978), un musical inspirado en el disco de Los Beatles con Bee Gees y Peter Frampton. ¿Documental independiente y punkie? "Blank Generation" de Amos Poe e Ivan Kral. ¿Parodia? "All you need is cash" (Eric Idle, 1977). En esta salvaje parodia de Los Beatles que curiosamente se parece demasiado a los documentales sobre la banda que se harían después, aparece incluso George Harrison haciéndose pasar por periodista.
La revolución inconclusa
Sin embargo, para Xavier Cervantes en el ensayo "De Richard Lester a Jean-Luc Godard", incluido en el libro, la relación entre séptimo arte y el rock es desproporcionada. Música y cine forman una pareja disfuncional donde la "y" apenas es copulativa. "Sucede así desde que el cine es sonoro, pero sobre todo, desde los años cincuenta, cuando el rock puso los pies sobre la mesa para reclamar su estatus de cultura de masas. El cine, como gran devorador cultural, no dejó escapar una presa tan apetecible...". Y agrega, con amargura: "En ese proceso devorador, el cine llegó a plantearse viajar al corazón de la música, pero en general falló en los metros finales. Y es una pena, porque en las contradicciones y los conflictos que experimentaban los músicos anidaban algunas de las claves para explicar las transformaciones de la sociedad occidental, muchas de ellas vinculadas a la cultura del éxito y su correspondiente lado oscuro". Al parecer la gran obra maestra del cine rock aún estaría por escribirse.
¡Rock acción!
¡Rock acción! es una colección de ensayos que analizan la relación del cine y la música rock. Además del prólogo de Julien Temple, destaca el análisis de las obras de los años cincuenta ("Los adolescentes, los explotadores y el rey"); los lineamientos básicos del documental musical ("Teoría y práctica del rockumental"); el soul en el cine ("What`s going on") o un texto que intenta explicar lo que sucede cuando los rockeros se creen actores ("Zapatero a tus zapatos"). También hay reflexiones sobre las películas biográficas, la electrónica en la ciencia ficción o el rock independiente. ¡Rock, acción! Ensayos sobre cine y música popular . Varios Autores. Avant Press, España, 211 páginas.
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