El Mercurio
El sábado 26 de noviembre, junto a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, actuó ante el Papa Benedicto XVI, en uno de los momentos más emotivos de su carrera. El 2012 también se viene muy estelar. En mayo, en Puerto Rico, dirigirá al tenor alemán del momento: Jonas Kaufmann, y regresará a nuestro país con conciertos en los teatros Municipal y de la Universidad de Chile.
Maureen Lennon Zaninovic
Han sido días de fuertes emociones para Maximiano Valdés. Junto a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) -de la que fue director titular durante 16 años-, se presentó el pasado 26 de noviembre en la sala Paulo VI del Vaticano y ante el Papa Benedicto XVI.
Éste es un sueño que el propio músico chileno comenzó a fraguar hace cinco años atrás y que finalmente se concretó gracias al apoyo económico de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, dedicada a la difusión del patrimonio artístico y musical de España.
"Cuando era estudiante en Roma fui a conciertos maravillosos en la sala Paulo VI. Escuché a un pianista legendario como Benedetti Michelangeli, a los directores Herbert von Karajan y a Ricardo Muti. Siempre recuerdo a esos artistas en un escenario fantástico, con el Papa al medio y toda la jerarquía eclesiástica. Poder revivir, de manera protagónica esa experiencia, me llenaba de ilusión", dice Maximiano Valdés en un contacto telefónico desde Puerto Rico, donde hace cuatro años asumió la dirección titular de la Orquesta Sinfónica de la isla.
Amor egoísta
Cuenta que fue el propio Santo Padre quien escogió el repertorio que ofreció la OSPA y desde un principio él les mostró un gusto muy definido y de ideas claras. Como buen melómano (de hecho tiene un piano en el Vaticano) pidió que no se tocara a Mozart o algún réquiem. Quería algo distinto, por eso sugirió un programa con música española o con compositores vinculados a ese país.
"En la hora que duró nuestra presentación, interpretamos piezas de Manuel de Falla, la transcripción de algunas selecciones de 'Iberia', de Albeniz realizada por Jesús Rueda, un compositor contemporáneo español; el 'Capricho español', de Rimsky-Korsakov, que termina con una danza que se llama 'La asturiana' y que se vincula con la Virgen de la Covadonga. Y me llamó la atención que el Papa nos pidiera el 'Don Juan', de Strauss, una pieza híper romántica y sensual", comenta Valdés.
La OSPA se presentó ante más de siete mil personas y con un marco de público que le dio más realce a este concierto: obispos, cardenales, religiosos y cuerpo diplomático. Uno de los momentos que más sobrecogieron al director chileno fue el discurso de Benedicto XVI: "Muy emocionante. Con sus palabras reflejó su extraordinario conocimiento del mundo artístico. Nos habló de cómo la música es capaz de representar la idiosincrasia, los anhelos y el espíritu de los pueblos. Se refirió con muchísima profundidad a la historia de la Iglesia en España y utilizó como metáfora al 'Don Juan', de Strauss, para explicar el vacío que produce un amor egoísta".
A la hora del recuento, Valdés atesora de manera muy vívida la figura del Sumo Pontífice. Le sorprendió su andar más calmo, que refleja el paso de los años, "pero en esa fragilidad resurge una amabilidad, un carisma y una paz que nos sorprendieron a todos".
Siguiendo con los hitos del 2011, destaca su debut, en septiembre, en el Teatro Colón, al mando de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y con un repertorio bien significativo. Entre otras piezas dirigió la Sinfonía Fausto, de Franz Liszt. Como él mismo adelanta, nunca antes había sido abordada por estos músicos trasandinos: "Era algo nuevo para ellos, así que los ensayos fueron sumamente trabajosos, pero el resultado final me llenó de satisfacción y, lo más estimulante, el teatro estaba lleno".
En el cuerpo de Reportajes de "El Mercurio" se publicó el pasado 26 de junio que a su padre, el recientemente fallecido ex canciller Gabriel Valdés Subercaseaux, le hacía mucha ilusión asistir a su estreno en el Colón: "Lamentablemente no pudo, pero sí alcanzó a estar en debuts muy importantes para mi carrera: en la Ópera de París, en Tanglewood..., en tantos otros. Él ha estado y sigue estando muy presente en mi vida. Afortunadamente mi madre (la compositora Sylvia Soublette) está con muchas actividades. La música la ha ayudado a superar este dolor".
-¿Cómo definiría su 2011?
"Ha sido un año muy intenso, porque en Puerto Rico hay mucho por hacer. Además, existe una competencia musical enorme que obliga a mantenerte en primera plana. Todos los días hay espectáculos: una noche actúa Ricky Martin y en otra Plácido Domingo. Esto no para, desde las seis de la mañana hasta las 11 de la noche. Y en el ámbito de la ópera, el Caribe siempre ha producido grandes voces. Por razones climáticas, uno levanta una piedra y sale un tenor. El hecho de que sea una isla también ha sido clave en afianzar un nacionalismo en materia cultural. Los puertorriqueños apoyan mucho a sus artistas y traen a figuras de gran envergadura como Plácido Domingo, que viene prácticamente todos los años y ofrece sus conciertos que mezclan lo popular con la ópera. En 2012, él regresará a dirigir mi orquesta y en dos años más, protagonizará 'Simón Boccanegra', de Verdi".
Y como prueba de esta cartelera bien estelar, Valdés confirma que el 4 de mayo ofrecerá un recital el tenor alemán del momento: Jonas Kaufmann.
"Tendré el privilegio de dirigirlo. La gestión fue de Guillermo Martínez, un empresario cubano que vive en Puerto Rico, amigo íntimo de Plácido Domingo, y quien ha traído hasta esta isla a los más grandes cantantes: Mirella Freni, Pavarotti y Alfredo Kraus, por nombrar a algunos. Para el concierto de Kaufmann no sé si quedan entradas disponibles. Será un acontecimiento mundial".
Como director titular de la Sinfónica de Puerto Rico y del Festival Casals, Maximiano Valdés sólo saca cuentas alegres:
"Vivir en el Caribe es una maravilla. Levantarse todos los días y con este sol radiante que le alegra el alma a cualquiera. Además, conduzco una muy buena orquesta de 90 músicos, todos formados en las mejores agrupaciones norteamericanas. Tengo un equipo sólido y completamente financiado por el Estado, porque se trata de una institución que aquí todos respetan y admiran".
Sus conciertos en Chile
En 2012, Maximiano Valdés tendrá una importante presencia en las temporadas musicales chilenas. El 5 y 6 de diciembre regresará al Teatro Municipal de Santiago con un programa que sumará al centenario del nacimiento de Alfonso Letelier (ver nota relacionada). Antes, el 3 y 4 de agosto dirigirá a la Orquesta Sinfónica en un repertorio de compositores chilenos, y el 7 y 8 de septiembre retornará al Teatro de la Universidad de Chile con una selección de compositores franceses.
-¿Sabía que la Orquesta Sinfónica está en búsqueda de un director? ¿Le gustaría volver a asumir una titularidad en nuestro país?
"Por ahora estoy tremendamente ocupado, con una intensa agenda de actividades tanto en Puerto Rico, como en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En 2012, iré a Sao Paulo, Belo Horizonte, Venezuela, y estoy invitado a Varsovia, a la celebración de los 80 años del compositor polaco Krzysztof Penderecki, a quien le tengo mucho aprecio".
-Usted ha sido uno de los grandes defensores de que la Sinfónica tenga un teatro propio con una acústica adecuada. ¿Siente que es una causa perdida?
"En mi última visita conversé con Ernesto Ottone (director del Centro de Extensión de la Universidad de Chile) y me dio la impresión de que ése era un tema prioritario para él y así lo espero. No me gustan las comparaciones, pero acá en Puerto Rico se realizó una campaña tan fuerte que finalmente se consiguió una muy buena sala para nuestra orquesta. Está claro que el Baquedano no es un escenario óptimo para la Sinfónica".
-¿Cómo ve hoy a los directores jóvenes?
"Tengo la impresión de que últimamente han surgido en Chile muchísimos y con proyección. Está Víctor Hugo Toro, quien está iniciando una interesante carrera internacional. Y dentro de los no tan jóvenes, están José Luis Domínguez y Eduardo Browne que ya tienen un reconocimiento y trayectoria bastante clara.".
La experiencia de las orquestas juveniles
-Usted ha dirigido en varias oportunidades a la Orquesta Simón Bolívar, que actuó este año en el Teatro Municipal bajo la batuta de Gustavo Dudamel. ¿Qué nos falta en Chile para llegar al nivel de los venezolanos?
"Un José Antonio Abreu, el padre del movimiento orquestal juvenil venezolano. Él es el alma de este proyecto. De hecho, nosotros nos preguntamos qué va a pasar con todo esto cuando él se muera. No hay que olvidar que el proceso de consolidación de la Simón Bolívar se produjo tras un descarte importante. No digo que se quemaran generaciones, pero sin duda pasó algo parecido. Hubo un proceso de selección al interior de todas las orquestas, hasta ir decantando en esta agrupación estelar. Abreu fue guiando todo y ha sido un personaje insustituible. Lo conocí en los primeros años de gobierno del Presidente Rafael Caldera y, hasta hoy, siempre ha estado en primera plana y nadie ha cuestionado su proyecto, porque tiene una dimensión social y cultural muy grande. Además, hay una competencia muy sana entre los músicos venezolanos por ser los mejores y los que vienen para atrás son unos virtuosos. Tuve la oportunidad de escuchar la orquesta de niños. ¡Son asombrosos! Tocan a Sibelius y a Tchaikovsky como si para ellos no fuese nada".
-También ha sido crítico de que los teatros internacionales se están encandilando con los jóvenes y no valoran la experiencia...
"Primero la crisis económica ha pegado muy fuerte y, sobre todo, las orquestas americanas tienen que subsistir, vender y atraer público a sus salas. Los gerentes de orquesta, sobre todo en Estados Unidos, terminan por no buscar la ecuación entre talento y experiencia y persiguen al artista precoz, para que el público se sienta excitado mirándolo. Está el caso de la Orquesta de Indianápolis que tiene un director polaco quien asumió con poco más de 20 años y con mucho repertorio por aprender. No quiero decir que hoy exista una falla en la calidad musical, pero sin duda hay un cambio significativo, donde los directores no son los maestros de antaño, con una experiencia reconocida. Los nuevos músicos venezolanos son fantásticos, pero todos fueron captados por agentes ingleses que, como sabemos, para ellos el tema comercial es lo más importante. Ganan mucho dinero con estos directores y los exponen a un ritmo de conciertos y de viajes impresionante. Algunos resisten, como es el caso de Dudamel, y otros no. Así estamos, pero esta realidad no es nueva".
-¿Nuestra Sinfónica Nacional Juvenil puede aspirar al nivel venezolano?
"Este año tuve una experiencia muy grata con ellos. Encontré en estos músicos una personalidad fuerte y decidida, muy acorde al movimiento estudiantil que reclamaba por la educación. Como hace muchos años que no los dirigía, palpé este cambio y sobre todo sus ganas de hacer las cosas bien. Pero recién había tocado en Chile la Simón Bolívar, de modo que la comparación era inevitable e incluso ellos me dijeron: 'Nosotros nunca vamos a poder a llegar a esto'. Lo conversamos bastante. Les dije que sí podían lograrlo con mucha disciplina y trabajo. Esta orquesta necesita metas, poder salir, escenarios que para ellos signifiquen un desafío, directores que tengan experiencia y que puedan aportar una visión nueva, aparte del gran trabajo que ha venido realizando José Luis Domínguez".
Valdés en Chile
En 2012 se cumplirán cien años del nacimiento de Alfonso Letelier Llona (1912-1994), Premio Nacional de Música 1968, compositor, decano de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile e incansable difusor de la creación nacional. En agosto, Maximiano Valdés conducirá a la Sinfónica en la obra de Letelier "Vitrales de la Anunciación", y en diciembre abordará a la Filarmónica con su Concierto para piano "La vida del campo", en el Teatro Municipal de Santiago.
"Todos saben que me unen con él lazos familiares. Pero más allá de que fuera mi tío, Alfonso Letelier es un compositor de primerísimo nivel, uno de los más grandes que Chile ha producido y considero un deber difundir su música. Los 'Vitrales de la Anunciación' ya los dirigí cuando era muchísimo más joven y es una pieza muy inspirada, bonita y transparente. Letelier tenía un idioma muy propio y una conjunción entre los elementos chilenos y un sinfonismo que fueron muy exitosos en su creación. Él admiró mucho a Paul Hindemith, y efectivamente, se puede escuchar a este compositor alemán a través de su música", señala Maximiano Valdés.
Alfonso Letelier |
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