sábado, diciembre 24, 2011

Navidad en Chile: De jolgorio público a celebración privada

 

El Mercurio

No había cena hogareña, menos juguetes. El epicentro de las celebraciones era la Alameda de las Delicias, colmada de fondas, frutas, flores y una llama carnavalesca que comenzó a extinguirse durante el siglo XX. La historiadora Olaya Sanfuentes repasa la forma en que antaño se celebraba esta festividad en el país.

Patricio Contreras
Una crónica de autor anónimo, publicada en las páginas de El Diario Ilustrado a comienzos del siglo XX, describía en estos términos la celebración de la Navidad santiaguina en la Alameda de las Delicias: "Allí convergen todos los alegres en esta noche de júbilo. Y esa multitud abigarrada, trae ramos de albahaca en el pecho, brillo de fiesta en los ojos y vino en la cabeza. Es una fiesta eminentemente popular, legítima herencia española, en que lo profano y lo mítico se confunden hasta lo irreverente".

Era el ADN navideño. Era diciembre de 1911. Santiago aún contaba con manifestaciones callejeras de la festividad, pero esta tradición era desafiada por el progresivo retroceso del espacio público como epicentro de las celebraciones. Así lo constataba la revista "Zig-Zag" en la misma época: "El antiguo paseo que en Noche Buena hacía nuestro pueblo cada año disminuye en entusiasmo y concurrencia".

¿Qué era lo que se estaba perdiendo? ¿Cómo estaba mutando la celebración?

Ofrendas y frutas
En este recuento la fruta tiene un lugar relevante. Olaya Sanfuentes, historiadora y profesora de la UC, ha investigado la presencia de la fruta en la cultura chilena y, también, la devoción al niño Jesús en nuestra cultura. Ambos fenómenos confluyen en una ritualidad propia de la Navidad del siglo XIX: las canastas de fruta que los ciudadanos depositaban en los pesebres apostados afuera de las iglesias.

"La gente de Renca, de Conchalí, de Quilicura, traía de las chacras esta fruta, la vendía para la Pascua, la gente compraba y se la regalaban entre ellos", dice Sanfuentes.

El regalo existía pero no estaba rodeado del aura consumista que rige hoy. "La gente se regalaba tarjetas, flores, frutas", plantea la historiadora. La Lira Popular -pliegos sueltos impresos con décimas, adivinanzas y romances- también se hacía eco de esta dimensión: "Reciba como cariño/ Papas de mi Tía Paña, / Le mandó un costal llenito/ De la Chacra de Lo Caña", eran los versos de una Novena de Nicasio García (ver mas abajo).

En la Alameda se instalaban venteros para ofrecer horchata (brebaje azucarado), licores de fruta, ponche a la romana, mote con huesillo, plenitud de fritangas y sopaipillas. Los árboles sí se adornaban, pero se recurría a especies como los duraznos, ciruelos y damascos antes que al abeto, paradigma del hemisferio norte que empezó a aparecer en publicidades a comienzos del siglo XX.

Era una fiesta heterogénea, transversal, profana y religiosa. Muy ruidosa, según Sanfuentes. Y esto era resistido.

La Navidad carnavalesca
En una monografía sobre la religiosidad en Valparaíso, el historiador René Millar incluye una queja enviada por un porteño a "El Mercurio", en 1887, a raíz de los excesos: "Cuarenta y ocho horas se han pasado caballeros y familias honorables de este puerto sin poder dormir ni mirar a la calle por las insolencias e inmoralidades de todo género que se han cometido dentro y fuera de las chinganas".

Sanfuentes explica que después de cada celebración se generaban estadísticas sobre el desorden público: número de detenidos, borrachos y heridos en peleas, tal como en Fiestas Patrias. A la preocupación penal se sumaría la sanitaria. El calor de diciembre y la insalubridad propia del espacio público decimonónico generaron problemas.
 


"Hay veces que la municipalidad (de Santiago) ha tenido que cancelar la fiesta por ataques de cólera. A mediados y a finales del siglo XIX hay epidemias de cólera que impiden hacer ventas de frutas y casi no se celebra. Entonces aparecen los fonderos, los venteros, quejándose al municipio porque ahí venden lo que no venden durante el año".

El otro inconveniente del jolgorio callejero era de índole moral. "Es una fiesta muy sensual", dice Sanfuentes. "Están relevados todos los sentidos: tocarse, olerse, mirarse". De acuerdo a la prensa que revisó, dado el carácter carnavalesco de la celebración -y sus ribetes paganos-, los excesos prosperaban y la gente comenzaba a tocarse mucho, ruborizando a la jerarquía eclesiástica, que en sus sínodos reaccionaba frente a estas situaciones.
 


Olaya Sanfuentes explica: "Siempre hay esta cosa del carnaval, de la fiesta, que por un lado tienes que dar espacio para que haya celebración, para que mantengas el orden social, pero por otro lado tienes que contenerlo para que no se desborde. Tu ves ese juego fluctuante entre la permisividad y el control".

También había críticas por el excesivo gasto en que incurrían todos lo estratos sociales. "Hay mucha gente que habla en contra de la celebración y que cómo puede ser que los curas lleven a celebrar así, si hay tantos problemas económicos y la gente se está gastando lo que no tiene", plantea Sanfuentes. "Hay siempre una crítica a la jerarquía de la Iglesia o a la jerarquía política. Es interesante. Esta fiesta es un espacio de debate público, por todo lo que significa".

 


Una fiesta privada
Durante el siglo XIX, la Navidad y las Fiestas Patrias, dice Olaya Sanfuentes, son dos celebraciones "a la chilena"; es decir, con bailes y canto (tonadas y zamacueca), con núcleos básicos (fondas, chinganas y pesebres) y con una fuerte identidad popular.

Además de alegría. Según las recopilaciones de Guillermo Feliú Cruz, cuando Domingo Amunátegui Solar se encontraba en París, en la Navidad de 1886, escribió: "Hay animación y entusiasmo... Pero muy lejos de la alegría chilena. Esto es opaco y triste en comparación de aquello... La chicha, entre nosotros, hace prodigios, y en este país no se conoce".

Sin embargo, en las postrimerías del siglo cristalizarán algunos cambios en la ritualidad. La industrialización y el desarrollo comercial impondrán un símbolo Navideño por excelencia: el juguete, que hacia 1890 comienza a acaparar tanto las vitrinas del comercio alemán y francés de la capital, como la publicidad de la prensa. Además, la élite paulatinamente abjura de este modo de celebración, optando por participar en bailes de carácter privado, con más champaña y menos horchata.

"Coincide con una especie de segregación urbana de la élite, que se empieza a ir a la calle Ejército, hacia el sur. De ser una fiesta totalmente popular y transversal, donde celebraban todos, lentamente el nuevo urbanismo, las nuevas tendencias, las élites que viajan, comienzan a separarse del pueblo, a tener otra forma de vivir".

La estética anglosajona o germánica de la Navidad comenzaría a imponerse durante el siglo XX. También las distintas instituciones e identidades de la élite santiaguina serían parte de la segregación y privatización de los acontecimientos urbanos. Lentamente la cena navideña se impondría como el acto culinario por excelencia.
"Lo público y lo privado en un principio, durante toda la época barroca, es tan difícil de distinguir, pero durante el siglo XIX una de las cosas que trae la Ilustración y la modernidad es esta privatización. Las cosas se meten para adentro, son más sectarias, más elitistas", dice Sanfuentes.

-¿La privatización de la celebración es transversal a los ritos?
"Si ves en comunidades más pequeñas, eso no ocurre. Si vas a celebrar al norte hay fiesta, el pase del niño, que se lo pasan de casa en casa, el tema de los pastorcitos. En general el tema de las fiestas en espacios de comunidades con la tradición mucho más viva y comunidades más pequeñas, el espacio público todavía es muy importante".

 


Navidad, devoción y poesía en la literatura de cordel
Las novenas eran composiciones populares navideñas para nueve días y eran interpretadas por cantoras frente a los pesebres que se instalaban en Santiago. La Biblioteca Nacional ha recolectado algunas novenas publicadas en pliegos hace más de un siglo, específicamente las de los poetas Nicasio García, Rosa Araneda y José Hipólito Cordero.

"La Navidad está muy presente en la Lira Popular", explica Micaela Navarrete, del Archivo de Literatura Oral de la Biblioteca Nacional. "Especialmente lo que los poetas llaman los 'Cantos' o 'Regalos al Niño Dios', que son los versos que se han cantado también como villancicos en Chile. El nacimiento del Niño Dios es un tema muy querido por los poetas populares de todos los tiempos, que derraman su ternura para esta 'familia' tan divina, pero que vivió y sufrió como cualquier familia de campesinos pobres. Por eso sus 'regalos' son cosas hechas o cultivadas por campesinos pobres o gente del pueblo".

 

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