domingo, diciembre 25, 2011

Rock en la cárcel de Puente Alto



La Tercera

Un programa del Consejo de la Cultura convirtió a 15 reclusos en artistas en potencia. Hoy, sueñan con cumplir sus condenas para, luego, vivir de la música.

por Manuel Valencia


GUITARRA acústica en mano. Tres anillos gruesos en los dedos, mirada desafiante bajo cejas definidas. José Luis Pérez (21) comienza a rasguear las cuerdas con una mezcla de timidez y rabia. Lanza los acordes tristes de una canción que compuso hace poco. La multitud grita y ovaciona. El escenario es suyo. Como siempre soñó. No hace mucho, cuando era niño. Antes de caer.

La fantasía de José Luis es breve. Dura poco menos de cinco minutos: termina la canción, descansa el brazo en la guitarra, se apagan los aplausos y se sienta en un rincón. No se trata del escenario que le gustaría dominar. Es el pequeño patio del Centro de Detención Preventiva (CDP) de Puente Alto. José es uno de sus 80 internos y, al igual que los compañeros que lo vitorearon, cumple condena por esos delitos que algunos llaman de alta connotación, pero que para el común de la gente son robos, violaciones y homicidios. El prefiere no contar cuál de ellos lo dejó hace tres años tras las rejas.

Pero algo lo diferencia. José es un artista y lo sabe. "Compongo en mi pieza, con mi guitarra, canciones románticas, de echar de menos". Su inspiración: Celia, la polola que lo visita todas las semanas.

Este joven, que antes de entrar a la cárcel vivía "un poco más allá", en Puente Alto, es uno de los 15 internos del penal que fueron seleccionados para el programa "Liberando Talentos", del Ministerio de Cultura y Gendarmería. La iniciativa se inició como un programa piloto y busca rehabilitar a jóvenes reclusos a través de la música.

"El arte transforma, nos hace más humanos, abre nuevos horizontes, y en ello hay una posibilidad de redención. Por esto, destaco la importancia que tiene este programa. El hecho de que exista una deuda no saldada con la sociedad no debiera ser impedimento para que una persona cultive sus talentos o los comparta con quienes temporalmente le toca convivir", explica el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke.

El gestor financiero del proyecto es el productor Juan Andrés Ossandón: "Busca darles la mano a todos aquellos que no podrían jamás pagar una entrada para ir a un concierto, a aquellos jóvenes que se han equivocado en la vida más por ser víctimas del entorno en que nacieron que por ser mala gente".

Es el día de cierre de la actividad y los integrantes participan de un concierto de la banda Keko Yoma. Los ecos de la música rebotan por los altos muros blancos.

"Me gustaría salir, irme para mi casa, con mi mamá en Melipilla, recuperar a mi polola. Terminamos cuando entré aquí", cuenta con la mirada pérdida Joao González (19). Ha pasado más de un año tras las rejas y le quedan apenas 20 días. Dice que la música lo cambió y que quiere dedicarse a tocar el bajo. De hecho, con sus amigos del taller formó una banda, que aún no tiene nombre, y que toca canciones de Rata Blanca. Por ahora, "copian", pero hace poco aprendieron a componer y a fabricar instrumentos.

"Esto hace pasar el tiempo más rápido", cuenta, mientras arrastra por el suelo una flauta de madera. De pronto, Joao levanta la cabeza. "Es la libertad", dice, con un gesto triste, y apunta con la flauta hacia un mural que muestra una paloma lanzándose al vuelo. Arriba, un alambre de púas y un centinela que no deja de ir y venir recuerdan que esa libertad que tanto añora tiene límites bien definidos en su pequeño anfiteatro.

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