miércoles, noviembre 07, 2012

El wurlitzer con patas

The Clinic

Egidio Altamirano, acordeonista y cantor de "Las Tejas", es de la generación del Baucha y del Nano Núñez. Y es tan choro como ellos. Ha grabado con Los Hermanos Campos, con Daniel Muñoz y muchos más que alucinan con su vozarrón. Egidio Altamirano -que tiene pasado como luchador de cachacascán y fue uno de los fundadores de La Pincoya-conoce como la palma de su mano la vida nocturna.

A Egidio Altamirano le gusta enumerar todo. Por ejemplo, cuando habla de los locales “más grandiosos y famosos” en los que ha trabajado, dice: “he cantado en La Posada de Tarapacá, Bodegón, Hostería Providencia, Chito Faró, Antoniana, Capri, la boite Zeppelín, El pollo Bravo, la Quinta de Quilicura, la Quinta Gardel, el Santiago Zúñiga y el Germania…”. En emblemas de los años 60 y 70, cuando la bohemia era “fabulosa, una maravilla, puras fiestas”, donde con su grupo Chile Lindo compartía escenario con Ramón Aguilera, Los Tumbaítos y el Indio Pije.

Hace casi 40 años, eso sí, trabaja de lunes a sábado en Las Tejas -siendo el único músico estable del emblemático local ubicado en calle San Diego-, donde es conocido por los parroquianos como el “Wurlitzer con patas” pues canta el tema que le pidan. De hecho, se sabe de memoria más de 200 canciones de estilos variopintos, los que enumera en detalle: “Me sé tangos, valses, boleros, rancheras, corridos, pasos doble, pasillo, joropo venezolano, samba, cueca, balada, tonada, merengue, cumbia, tropicales, rocanrol, guaracha, salsa, foxtrot…, lo que me pidan. Menos reggetón. Esa lesera no me gusta. Es horrible. No canto esas tonteras, canto música”.

En Las Tejas, Egidio tiene un sistema particular de trabajo. Lo hace mesa por mesa, a pedido del comensal. No es de los que cantan una sola vez y pasan estirando la mano por todas las mesas. No le gusta así. “Yo canto a pedido. De repente en una mesa puedo estar un buen rato, siempre cuando me paguen lo correcto. Si les canto y toco el acordeón, lo mínimo es que me den luca, pero para eso hay que estar capacitado”.

LAS PUTITAS

Egidio llegó a la música por su padre, un marino porteño que en sus ratos libres tocaba la mandolina y el banjo. En uno de sus viajes a Alemania, a comienzos de los ‘50, trajo cajas y cajas con acordeones para vender en Valpo. Y le prestó uno a Egidio para ver si podía sacar algún tema de oído. Y le salió. Así que se quedó con un acordeón. Se metió al conservatorio, pero se retiró: aprendía más escuchando radio que leyendo partituras.

Un día, un guitarrista, amigo de su hermana, necesitaba a un músico para animar una ramada en Valparaíso. Y aceptó ir. Tanto lo cautivó la onda que se lanzó a la noche trabajando en bares, cabarés, restoranes. Fue así como llegó a Pueblo Hundido, una zona minera cerca de Chañaral donde le pagaban “el manso billete” por tocar con un trío musical en los cabarés que había por todos lados, donde “los trabajadores de la picota llegaban con todas las putitas a bailar”. “Que quede claro -dice- que yo solo tocaba, nomás, no soy de putitas, me gusta la exclusividad”.

Tiempo después se vino a la capital con una polola a probar suerte a una fuente de soda. Y las cosas se dieron: terminó con la polola, hizo contactos para trabajar en “lugares grandiosos” y terminó encontrando un sitio en La Pincoya para armar su casa. “Era puro barro, no había nada”. Era el gobierno de Frei, y se suponía que La Pincoya sería una villa. “Chuta, una villa, todo electrificado, igual que en el barrio alto, era para emocionarse. Pero llegó Allende y no hubo plata para la villa. Y quedamos como población. No sabemos qué pasó. Pero no me quejo, igual quedamos bien. Salimos privilegiados con el clima, es el mejor que hay, estamos protegidos por la cordillera de Colina. La vida es tranquila. La gente es trabajadora. Y los patos malos están en el cerro. Y no en La Pincoya”.

EL CACHACASCÁN

Tras el Golpe, Egidio quedó cesante. Y recurrió a parrilladas, restoranes y picadas más chicas para sobrevivir. Ya no tocando en escenarios, sino por mesas. Fue así como llegó a Las Tejas. Pero acá la bohemia no es la misma, dice. No se gana igual que en otros lados.
Si antes tocaba con dos músicos más en Las Tejas, ahora lo hace solo. Es que no alcanza para repartir las 20 lucas que se hace diariamente. “Hay poco campo. Los únicos que quedan en locales son músicos de mi época. Los nuevos tienen que esperar a que nos muramos para pillar pega”, dice. Así, que cuando le sale un pituto para “casamientos, cumpleaños, santos, pichangas, asados, banquetes, tijerales, despedidas de soltero, bautizos y funerales”, recurre a alguno de ellos para que lo acompañen.

Para ganarse los morlacos, cuenta, tiene que cantar sin parar de dos a doce de la noche.

¿Cómo no queda afónico de tanto cantar?
-Estoy entrenado. Como tengo estudios de canto, canto con el diafragma, como se debe hacer, entonces uno no se pone afónico. Bueno, debe ser por mi pasado deportista. A esta edad, no cualquiera se puede un acordeón de doce kilos sin cansarse. Le cuento: fui gimnasta, atleta, levantador de pesas, barrista, esgrimista, futbolista, boxeador, ciclista y luchador de cachacascán mucho antes que los Titanes del Ring.

Le gustaba la onda de las piruetas.
-Le pegaba harto a ese cocido. Mi papá me decía que era puro tongo, que estaban arreglados los golpes, pero no le creía: yo luchaba de verdad y sin tongo. Cuando entré a la noche, dejé el deporte. De esa época, mantengo una sana alimentación. Nada de chatarra. Sólo alimentos vitamínicos: como verduras pal mundo, lentejas, porotos, arroz, puré, chancho, caballo, pollo, me faltó decir perro nomás, guatitas en carbonadas, chunchules, pero más me gustan las guatitas con guatitas.

Decía que antes la cosa era mejor, que la plata le alcanzaba para lujos.
-Claro, pero fui inteligente. No farreaba con el billete, sino que con el acordeón. No gastaba plata en fiestas. Pues no había razón. Carreteábamos en los mismos lugares donde tocábamos. No había necesidad de gastar.

¿Cómo eran esos carretes?
-Se tomaba, cantaba y comía a destajo. Lo único que no existía era la droga. Y cuando llegó la droga, no le hice nunca. En ese tiempo, la cocaína no era como ahora, que corre como azúcar, era una rareza y un lujo. Pero nunca acepté. ¿Sabe por qué no me tomé un pencazo de coca? Tenía tanto entusiasmo que con un trago de vino volaba. Olvídese, si hubiese tomado coca, habría quedado pegado en el techo. Tenía una vitalidad tremenda. ¿Para qué iba a querer coca? Si al otro día estaba con la caña, pucha, otra vez su pencazo de vino. Y listo.

Era bueno para empinar el codo, entonces.
-Le puse harto. A veces despertaba sin saber dónde estaba y me ponía a gritar “dónde esta mi acordeón”. Y lo tenía al lado. No me acordaba de nada.

¿Y tomaba sus terremotos?
-No, ese es un invento de ahora. En la época mía no existía. Es nuevo. Se tomaba piscola, incluso el ron no existía, estamos hablando, uf, de hace tiempo… Pero estoy chantado hace como diez años. Es que vi como cien músicos que se murieron de cirrosis. Eran buenos pa ponerle. Empezaban con el vino y terminaban con el pisco, que les cocía el hígado y les quitaba el hambre. Y así morían. Y eso te hace recapacitar. Podría haberme ido cortado igual que ellos, de cirrosis o por peleas de curao. Yo estuve a punto de grabar un disco hace años, pero se me murieron los músicos: uno de curao y los otros dos de cáncer.

Chuta.
-Ahora tomo poco: para las comidas, la once o la emoción. Si antes tomaba como carretonero, ahora tomo como ejecutivo. Tomo de lo bueno, porque si tomara acá del vino en garrafa saldría en cuatro patas, y no es la idea. Además, que el vino bigoteado me hace pésimo. Me puse finoli.

LA MANSA PRIETA

Antes que todo, Egidio es cuequero. Pero de los choros. Nada de cueca centrina, la encuentra fome. Es más, es de los que goza cantando cuecas picantes y subidas de tono, de esas “no aptas para damas”, y de hecho tiene varias que ha escrito en esa línea. “Cueca del Transantiago” y “El rasca chuchas” son algunas de ellas. La primera surgió de la odisea que vivió él mismo arriba de la micro “cuando me pisaron los callos, me robaron la billetera, llegué atrasado porque no me paró el chofer y mi jefe me metió la mansa prieta por el poto”. El otro tema dice “rajaaa chuuu, rajaaa chu, mi corraleña/ por la huee huueea del camino/ por las hueeee… por las hueee… las del camino/ ya meee meee, ya me meeeooo un carabinero/ ya me caagooo/ ya me caigo de curao/ cada vez que te veo, mijita, tus lindas piernas, se me pone la goma, caramba, como una lezna”. La Lezna, explica, es un punzón para hacer los hoyos donde se meten los cordones de zapatos. “Así que imagínese lo que quiere decir el tema. En todo caso, el chileno es picaresco. Y le gustan estos temas”.

Tiene otro de cuando le pegaron en la nuca.
-El cabeza de puré, se llama. Chita, ese tema nació porque me dejaron la cabeza como membrillo colegial. Las mujeres me han hecho sufrir. Puras peleas y broncas. Me enfermaron de los nervios. Las mujeres que tuve eran muy porfiadas. No hacían lo que uno les decía. Me molestaba que se largaran para la casa de la familia y me dejaron botado. Pero entiendo que era una manera de desquitarse. Yo era bien machista, ahora se me ha pasado un poco. De hecho, me considero machista pero no intenso… Antes me la pasaba viajando. Y no me portaba muy bien con ellas.

¿Qué tanto?
-Les era infiel. Cuando andábamos en gira, si aparecía una minita, se terciaba nomás. Hace tiempo tuve dos mujeres al mismo tiempo, pero ninguna supo que la engañaba. Y le puedo decir que de las dos me enamoré. Siempre me preguntaba que por qué no se podrá vivir con las dos. En ese sentido, tengo espíritu de cacique.

¿Cómo es eso?
-Eso de querer tener hartas mujeres, como el Gurú, en el mismo núcleo. O como los árabes, que tienen de cinco a seis mujeres.

No quiere nada.
-Los árabes nacieron con otra contextura a la de nosotros, que salimos más tibios y no tan calientes. Por eso debo tener pasado árabe, al menos tuve de a dos. En todo caso, no era el único. Antes se usaba mucho eso. Incluso un compañero tuvo tres mujeres pero quedó casi en la ruina.

Además de infiel, ¿en qué otra cosa se portaba mal?
-No las llevaba conmigo de gira. Es que era un cacho. Había que pagarles todo. Y no hay bolsillo que aguante. Las mujeres, si no las atiendes bien, se van. Son capitalizadas las mujeres, chupan mucho la plata. Entonces, sale caro. Por eso el que tiene plata, tiene más mujeres. La mujer está muy vivaracha. En todo caso, estoy en otra. No me cuadra la vida que hice antes.

¿Cómo así?
-El cuerpo está gastado y no tengo ansiedad de mujeres como antes. Tampoco soy de tomar viagra, que es contraproducente: puede dar ataque al corazón y me da miedo morir así. Además que estoy más tranquilo, hogareño, y tengo una señora que me aguanta todo. Ella es joven, como me gustan.

¿Qué tan joven?
-Debe tener unos 40. Por ahí. No me gustan viejas. Se ponen medio guatonas, se descuidan y terminan siendo feas.

LA MÚSICA LATERA

Ahora está de moda la cueca chora. ¿Cómo cree que lo están haciendo los jóvenes?
-Hay buenos como el Daniel Muñoz y su grupo. Pero la mayoría son reguleques, les falta pito.

El Baucha, al contrario, los critica por cantar como si los estuvieran apaleando.
-Claro, cantan más rajados, a grito pelado. Se trata que toquen como pitos, pero entonados. Si no, se escucha mal.

¿Ha tocado con el Baucha?
-Canté con él en Los Chileneros unas veces. Pero él peleaba con todo el mundo. Además era muy sinvergüenza, cortaba mucho la cola, y muchos no le tenían buena, porque se los cagaba.

Él odiaba a Nano Núñez.
-Nunca he entendido por qué se tenían mala. Pero en lo comercial se entendían. El Nano le pasaba todas las cuecas choras para que él las cantara. El Nano era un gran compositor. No sé por qué le tiene tanta mala el Baucha.

¿Qué piensa de la cueca más empaquetada, como la de los Huasos Quincheros?
-Para empezar, esos no son huasos verdaderos, son tonaderos. Pero se visten de huasos para hacer un folclor que encuentro un poco fome.

¿Qué otra música escucha?
-No me gusta la que se canta en inglés. Me llegan al corazón Nino Bravo, Javier Solís, Lucho Gatica, Germaín de la Fuente, José José. Y eso es lo que me pide la gente también, además de Marco Antonio Solís, Chupete Fierro, Arjona.

¿Le gusta Arjona?
-Mmm, más o menos. A las mujeres no les gusta mucho. La mayoría me dice que, por favor, no toque el tema Mujeres porque les carga.

Qué piensa del Premio Nacional de Música. A Vicente Bianchi no se lo han querido dar.
-Ese chico es muy bueno. Ojalá que lo premien algún día. Se lo merece de sobra. Así como la Margot Loyola. Ahora la están pescando más, pero es tarde.

¿Le gusta Víctor Jara?
-No me gustan sus canciones, son desabridas. Pero me encanta Violeta. Su música es brillante… Pero para el folclor nunca hay premios. En cambio para la otra y los poemas, sí los hay.

¿Qué piensa de la otra música?
-No me gusta. He escuchado música clásica y a veces me he quedado dormido. Hay partes, movimientos, muy desabridos. No tiene el brillo de lo popular.

¿Con qué se ha quedado dormido?
-Con Beethoven, Mozart… Igual me gusta la Marcha Turca de Mozart, pero los otros temas sinfónicos tienen unos pasajes, uf, muy desabridos, unos silencios y de repente paaaá, pegan el tamborazo, un contraste que es para dar un ataque… Y esos silencios tan largos, monótonos, no, no nací para esa música. Tampoco hay mucha libertad. El público tiene que estar callado, sin hacer nada, ni moverse. Qué aburrido. Y los músicos tan empaquetados. No.
En cambio, yo gozo con el público, echándole el pelo, tocando, cantando, me atienden, me pagan, me elevan el espíritu, nos reímos. No estoy tocando pa’ callado.

También usted canta en rodeos, entiendo.
-Sí. Pero eso hace unos 30 años. Ahora no me llaman. Me hice 50 rodeos de Vallenar a Osorno.

De ahí que le dicen “el Huaso Altamirano”.
-Claro.

¿Qué opina de los rodeos?
-No tomaba en cuenta lo que pasaba. Muchos consideran que es muy bruto, pero resulta que el novillo no sale muerto.

Pero sí harto machucado.
-Tres veces machucado, pero no más. Entonces, no es para alharaquear tanto.

No hay comentarios.: