domingo, mayo 26, 2013

Alfredo Castro: “Estoy en la quiebra”

Capital

Alfredo Castro está dolido. Dice que su “proyecto de vida ha sido arruinado”. Se refiere al Teatro La Memoria, que deberá cerrar sus puertas por falta de fondos. En esta entrevista habla de las crisis de las salas independientes y cuestiona las políticas culturales. Por Pablo Marín / Fotos: Verónica Ortíz


En el interior del Teatro La Memoria, en calle Bellavista, las paredes lucen las hojas de un comunicado “a la opinión pública y a los medios de comunicación”. Lo firma Alfredo Castro (57), en su calidad de director artístico del Centro de Investigación Teatral Teatro La Memoria, y en lo medular informa que este último “cesará sus actividades docentes y de investigación después de 8 años de funcionamiento”.

La determinación, que se suma al cierre del Teatro del Puente, se origina en “la no obtención de recursos en los fondos concursables, durante dos años consecutivos, de ninguno de los proyectos presentados como Teatro La Memoria, ni de los presentados por docentes de nuestro teatro, tampoco la realización de proyectos que nos han sido presentados por el Consejo de la Cultura”. Aunque, agrega el comunicado, el problema es más amplio y apunta a la “falta de políticas culturales a largo plazo”, que entre otras cosas entreguen “recursos permanentes” en el ámbito de la creación.


El documento ha circulado y la voz de Castro se ha hecho escuchar, en especial a través de una carta al director en El Mercurio donde refuta dichos del también actor y actual ministro Luciano Cruz-Coke respecto de la gestión de las “salas para pocas personas”. Y donde le daba una repasada a la experiencia de Lastarria 90, de la cual Cruz-Coke fue socio.(ver carta al final de la nota)

Ahora que está aunando voluntades con otras salas independientes y que, al cierre de esta edición, estaba convocado por la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados a hablar del tema junto a Héctor Noguera, el intérprete y director se refiere al cuadro general. Y no deja pasar un informe de Fondart sobre una de sus postulaciones: “Estupendos currículos, proyecto de alto impacto a la comunidad, los currículos de los participantes son notables. Pero hay una frase que dice, ‘no tiene excelencia’. Por esa frase, estoy en la quiebra”.

-¿Es definitivo el cierre? ¿Está sujeto a algo?

-No está amarrado a nada. Es una decisión derivada de una crisis súper fuerte entre enero y fines de marzo, cuando postulan nuestros alumnos. Esta escuela vive de lo que cancelan mensualmente los alumnos y no teníamos alumnos. O teníamos muy pocos. Ahora, el eje de este asunto es que falta un Estado que subvencione ciertas áreas del arte. Pero ahora resulta que nosotros somos pésimos gestores y que nuestras obras son pésimas.

La crisis es una cadena bien perversa: la gente no tiene plata para estudiar y si no tiene plata, no se inscribe. Por lo tanto, yo no puedo sostener este espacio. Aparte de eso, se me niegan los fondos para mantenerlo. Hay un círculo que no tiene que ver con la gestión buena o mala. Es un círculo como el de la pobreza: si alguien no me da un empujón en la medida que yo aporto un bien social, no puedo salir de ahí.

-¿Qué puede decir de la gestión?

-En esta escuela hay muy buenos profesores. Están Juan Radrigán, Diamela Eltit, Rodrigo Pérez, Marcos Guzmán y los seminarios, a mi entender, son muy buenos. De esta escuela han salido proyectos muy importantes del teatro, ha salido gente importante, lo que es una demostración práctica de que la gestión es buena. Ahora, ningún fondo recibido ha servido para gestión: los fondos son para habilitación y por ley no pueden usarse para gestión.


El problema acá es económico y estructural. Por ejemplo, aparecen en la escena nacional el GAM, con 1.900 millones de presupuesto anual; el Centro Cultural Palacio La Moneda, con 1.500 millones; el Teatro Municipal de Santiago, con 2.163 millones anuales. Yo aprecio esto y está toda la gente de teatro feliz porque la labor que hacen es maravillosa. Pero, ni yo, ni el Ictus, ni Noguera, ni el Teatro de la Palabra ni ningún teatro independiente puede competir en igualdad de condiciones.

-Si ganan el fondo están bien, pero si no ganan en dos años están en crisis…

-Es un problema súper serio. En todos los países desarrollados se entiende que la creación artística es un bien social que debe que ser subvencionado, como la salud o la educación. Los bienes culturales no son tangibles, pero hacen un aporte social a una sociedad más íntegra, más sensible, mejor educada. Hablamos de una materialidad que no es física, sino ética, y eso es subsidiado por los gobiernos.

Ahora, ésta es una quiebra que no me está sucediendo sólo a mí o al Teatro del Puente. Hay teatros emblemáticos, como el Ictus, al que por respeto ético cualquier gobierno debería destinar fondos, ni siquiera concursables. El Fondart se creó hace 20 años, se reformuló algunas veces, pero ese fondo está agotado en su fundamento y sus montos son ridículos. Lo que yo estoy diciendo es que Chile debe tener una política cultural clara.

-¿Y esa política va más allá de los fondos? ¿Qué están planteando?

-Hay gran cantidad de creadores que, por su obra y trayectoria, ameritan ser subvencionados por el Estado. Durante 30, 35, 40 años han comprobado su talento, creatividad y su aporte cultural a un país. Por lo tanto, lo que proponemos las personas que somos dueños de salas independientes, que somos creadores y gestores, aparte de docentes, es que se nos subvencione permanentemente sin apelar a fondos concursables, obviamente a cambio de proyectos anuales que ameriten esos fondos.

Creemos que es absurdo que muchos teatros hayan aportado para salvar los espacios escénicos, para recuperar patrimonio y que después los dejan botados. Entonces esta plata es de todos los chilenos, que está invertida en todo lo que tú ves acá, en esa sala y focos.

-¿Se trata de considerar patrimonialmente a los lugares y a las personas?

-Esto es como construir un hospital. Tú dices, “ahí está el hospital”, pero éste es un hospital público y tienes que sostenerlo. Y no va a ser con la empresa privada, porque a la empresa privada le interesan otras cosas. Yo llevo 35 años en esto y no es viable: ninguna empresa privada te va a ayudar.

Lastarria 90, el ex teatro del ministro Cruz-Coke, una vez que termina su contrato con Minera La Escondida, arriendan el teatro y yo digo ¿Por qué, si Luciano dice “la empresa privada tiene que aportar”? La empresa privada no va a aportar.

En otros países es un prestigio enorme que una empresa apoye a los teatros, a la ópera, la pintura, las artes escénicas, lo que sea. Acá no existe esa voluntad ni esa cultura. Lo que hay que hacer es un trabajo largo en el tiempo con los pequeños empresarios, con los jóvenes, con las grandes empresas para que empiecen a ver teatro y a decir “me gusta, yo quiero ver a este gallo”.

-¿Entra ahí en conflicto con la idea de “impacto social” adjunta a las obras evaluadas en los fondos?

-No puedes comparar a una escritora que venda 200 libros con una que vende 4 millones. Puede que la de 4 millones sea una pésima escritora y la otra una grande. En arte hay una cuestión que se mide en el tiempo, que no es inmediato. En la Estación Mapocho se presentó una compañía europea que montaba un espectáculo para una persona dentro de una caseta y uno salía completamente conmocionado de ese espectáculo que duraba 3 o 4 minutos. Y yo he visto obras con 3.000 a 4.000 personas que son un bodrio ¿Qué impacto tienen esas obras en la sociedad? Pero, ¡qué pregunta es ésa! Ésa es una pregunta completamente fascista.

Ahora yo comprendo que se haga labor social para que la gente vaya al teatro. Para este país, las entradas son caras. Si yo me arruiné, es por tratar de traer público cobrando más y más barato. Por dar becas y becas a gente que no podía estudiar.

Lo hice porque soy un idealista, porque soy un imbécil tal vez, pero creo que el eje de visión de Estado está completamente alterado: no es que el artista tenga que ir a pedir limosna al Estado; el Estado tiene que ir a sus artistas y decirles “mira, tú llevas 30 años trabajando, tienes una obra, se te estudia en las escuelas, has representado a Chile en el extranjero, has ganado premios, así que te vamos a ayudar”.

-¿Hay una autocrítica en todo esto?

-Yo no acepto que nadie que no haya estado aquí diga que he hecho una mala gestión, ni que Tito Noguera ha hecho una mala gestión. Acá se han dado obras increíblemente buenas, han venido desde Raúl Ruiz hasta Castelucci, un gran director italiano. Han dado talleres y seminarios gente muy importante. He adecuado los seminarios a los tiempos: empecé haciendo seminarios por dos años y ahora hacemos 5 seminarios al año de 6 semanas cada uno. He bajado las entradas a $2000 pesos para que venga la gente. Donde recae toda esta dificultad es un problema ético: cómo vas a someter la creación a juicios de un empresario que me diga, “a ver, yo te pago la obra si me montas Shakespeare”. A mí me fascina Shakespeare, pero no es mi interés en este momento, quiero hacer una obra sobre el abuso en los supermercados. “Ah, no, no te pasamos ni un peso”.

-¿Se ve tentado por la política?

-No. El 2009 apoyé a Jorge Arrate, que planteaba lo que se está oyendo ahora: asamblea constituyente, nueva Constitución. Fui encargado de cultura apoyando a Jorge, con mucho orgullo, porque creo en ese proyecto profundamente.

Lo que pasa ahora es que a ningún candidato le interesa la cultura. Estaba la Javiera Parada con Bachelet, pero renunció y no he sabido de nadie más que quiera escuchar qué pasa en la cultura. El mundo de la cultura es el gremio más desprotegido del país: un artista no tiene ni contrato, ni seguro social, ni isapre, ni AFP. Y cuando se plantea un proyecto Fondart por un sueldo de 300 mil pesos por dos meses, te bajan el proyecto porque es muy alto el sueldo.

-¿Y no sería sensato vincular más frontalmente el arte y la cultura con la formación educativa?

-El arte tiene mucho que ver con la educación. Lo que pasa es que cumple una función de una inutilidad tremenda, aunque lo digo como paradoja. Es inútil que alguien escriba un libro, que escriba poesía. Neruda es inútil, Gabriela Mistral, Zurita, la Violeta Parra, todo es inútil. Pero si te fijas bien, quienes han dado espíritu, alma, identidad a un país, somos los artistas.

Entre dos mundos

“Tengo separadas mis dos cosas”, dice Alfredo Castro cuando uno lo saca de La Memoria y los temas asociados. “Éste es mi proyecto de vida que ha sido arruinado”, dice por un lado para sentenciar, acto seguido, que “mis proyectos personales son otra cosa”.

De estos últimos hay varios, siendo los más vistosos sus desembarcos en el cine (el último de los cuales fue No) y en la pantalla chica: a la TV ha vuelto tras renunciar hace más de un año a las teleseries que lo tuvieron como rostro por largo tiempo. Por de pronto, está su rol protagónico en un remake local de la serie estadounidense In treatment (o, más bien, de la serie israelí que dio pie a ésta). En terapia, como se llama, lo tiene como un siquiatra que se sienta a escuchar a sus pacientes, pero que también se examina a sí mismo, así como los métodos que emplea, mientras el espectador saca sus propias conclusiones. Para Castro, ésta es otra televisión.

“En terapia es una serie maravillosamente bien escrita que juega con una dificultad ética ¿debe un analista comprometerse con sus pacientes? La supervisora del psiquiatra le dice al tipo que no, y él le dice que está completamente equivocada. Va a provocar un remezón fuerte. Se muestra la vida de este hombre con su familia, que es común y corriente, pero con abismos emocionales, unas dificultades emocionales tremendas, que las tiene todo Chile: la hija teniendo relaciones sexuales muy pequeña, el hijo metido en drogas, la mujer con un amante. Y cada historia que se revela es impresionante y pone en la mira cuestiones y discusiones éticas muy potentes”.

-¿Lo lleva esto a explorar otros territorios de la actuación? ¿Le pasó con No?

-En No la fisura entre la realidad y la ficción es mínima, lo que no me permite “actuar”. Es una paradoja, porque evidentemente si no estuviera actuando estaría en el siquiátrico. Lo que digo es que me permite entrar en un grado de verosimilitud tan notable que si yo hablo a este volumen [volumen normal de una conversación] reviento al sonidista. Tuve que entrar en un aprendizaje que te pone en un estado emocional muy impresionante.

-¿Qué viene por esos lados?

-Me retiré de la televisión aterrado, muerto de susto. Estaba mal en televisión y la televisión estaba mal conmigo. Estaba muy mala onda, mal genio y la gente lo pasaba mal conmigo. Pero después del retiro, empezó a aparecer una cantidad de proyectos maravillosos, desde En terapia hasta la nueva temporada de Prófugos. Y voy a estar en la serie de Andrés Wood sobre la Caravana de la Muerte, y en la serie sobre la película No. Son todas producciones fantásticas. Me siento un gallo tremendamente afortunado, dichoso. Grabo todos los días 30 minutos de televisión, y pregúntale a cualquier persona que trabaja en TV y te dice que eso es una locura.

-¿Qué rescata de su paso por teleseries como las de Vicente Sabatini?

-Esas teleseries mostraban un país. Podía haber romance, comedia, un thriller en medio, pero su mayor importancia estuvo en un concepto de país. La gente adora eso. Ahora, creo que series como Los 80, Los archivos del cardenal o El Reemplazante están dando un giro importante en la televisión. Ahora los canales están modificando sus parrillas y viendo que estas series cortas de dos o tres meses, dejan a todo el mundo feliz. •••

----------------------------------------------------------------------------------------------------

Carta enviada a Cartas al Director de El Mercurio, y publicada el 7 de Mayo de 2013


Como Director Artístico del Centro de Investigación Teatro La Memoria quisiera expresar mi punto de vista a propósito de algunas aseveraciones manifestadas en la edición del domingo 5 de mayo, como así mismo las declaraciones en torno al tema del ministro Cruz Coke aparecidas en "El Mercurio" el 28 de abril.

Quisiera en primer lugar aclarar algunos rumores que dicen relación con este artículo y es que, debido a la crisis por la que atraviesa el Teatro La Memoria se habría vendido este espacio a una clínica vecina a nuestro teatro y que es debido a nuestra "mala gestión" que nos encontramos en esta situación crítica. Ambas aseveraciones son falsas.

El Teatro La Memoria en sus siete años de existencia ha recibido dos Fondart para "habilitación", es decir infraestructura y restauración de una sala que data de fines de 1.800 como fábrica textil. Es decir, lo que se realizó con fondos concursables otorgados por el Estado fue recuperar un patrimonio en riesgo de perderse y quien concurra a nuestra sala puede verificar su espectacular infraestructura, comodidad y lo acogedor que resulta esta sala para los espectadores, y cómo los creadores que ahí trabajan pueden hacerlo con la dignidad que merecen. Estos fondos recibidos no son de gestión.

La crisis que afrontamos varias salas de teatro la conocemos en profundidad solo quienes día a día, durante años, vivimos en la desesperación de la "fortuna" de obtener un fondo concursable o no obtenerlo. Por esto me siento en condiciones de señalar que para la existencia de compañías de teatro con proyectos reflexivos y profundos, que ahonden con creatividad y calidad sus proyectos, es necesario no cerrar salas, sino tener salas con viabilidad de recursos permanentes que permitan su permanencia en el tiempo.

No concuerdo con el ministro Cruz Coke cuando argumenta que "salas para pocas personas" y "un poco más experimentales en su programación (...) suelen no tener una gestión de público que permita tener más ingresos". Yo lo invito a revisar los proyectos de Teatro Camino y Teatro La Memoria presentados al Fondo y especialmente creados para este tipo de Pymes culturales, que son los que conozco y que han tenido igual suerte: su rechazo. Ahí encontrará planes claros de gestión que además venimos realizando durante muchos años.

El ministro nos critica y trata de ser simplista en nuestros análisis, de hacer gestiones de mala calidad, de no conocer nuestros costos fijos, no saber cuantos recursos públicos hemos recibido y desconocer los flujos de caja. Le puedo asegurar que esa información está en los proyectos de Teatro Camino y La Memoria. Pero hoy debemos cerrar salas, porque no se nos asignan recursos permanentes para continuar nuestra entrega, porque se nos han negado los fondos para organizaciones culturales creadas el 2011.

El ministro afirma que no hemos buscado "mecanismos creativos y de gestión", y que debemos "reflexionar sobre las obras que montamos, el tipo de público que convocamos y buscar la generación de recursos propios". ¿Vamos a permitir, en el caso de que existiera interés de algún privado, que éste intervenga en nuestros repertorios y proponer ellos las obras que montamos y decidir ellos, los empresarios o la empresa privada, el público al cual dirigir nuestras creaciones?

El señor ministro puede dar testimonio y fe que el Teatro Lastarria 90, que según sus palabras él "administraba", y que cumplió una labor magnífica durante años, debió ser dada en arriendo una vez que el privado que los apoyaba a él y su socio Felipe Braun, terminara su contrato de colaboración. Pero yo no podría, como lo hace el ministro aducir mala administración o mala gestión de parte de ellos, al contrario.

Invito al señor ministro, a mis colegas, a los creadores de este país, a pensar juntos cómo cambiar y trabajar por un bien que va solo en beneficio de la comunidad, de ayudar a un país más sensible, más instruido afectiva y críticamente, a consolidar un imaginario heterogéneo, diverso, inclusivo, de ciudadanos sensibles e instruidos, que puedan aportar a la formación de un imaginario cultural común.

Y quisiera convocar a quienes nos debemos: al público, a nuestros espectadores, a nuestros verdaderos críticos y cómplices, a exigir y defender su derecho a la cultura.

Alfredo Castro
Director artístico

Teatro La Memoria



No hay comentarios.: