El Mercurio
Después de 11 años, el director de origen húngaro regresa al Teatro Municipal y abre el año Wagner.
Con varios hitos a su haber, entre otros el estreno en Chile de "Tetralogía", el destacado profesional se ganó un lugar preponderante entre los wagnerianos nacionales. El músico repasa los momentos más emocionantes de su paso por nuestro país y analiza a fondo la creación del compositor alemán, al cumplirse 200 años de su nacimiento. El jueves 16 abrirá la temporada lírica del coliseo de Agustinas con "Parsifal".
MAUREEN LENNON ZANINOVIC
Nació en Budapest, estudió en Italia, adoptó la ciudadanía alemana y entre 1998 y 2001 fue director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Y aunque su período de titularidad fue más o menos breve -poco más de tres años- el nombre de Gabor Ötvös tiene una tremenda significación para el mundo musical y operático de nuestro país. Bajo su batuta, el Teatro Municipal protagonizó varios hitos inolvidables con estrenos absolutos y reposiciones de los más grandes compositores de los siglos XIX y XX: Richard Wagner, Richard Strauss, Anton Bruckner y Alban Berg, por nombrar a algunos.
Una larga historia, eso sí, que se remonta a principios de los 80: "Yo estaba dirigiendo la 'Tetralogía' en el Teatro Colón de Buenos Aires y un joven Andrés Rodríguez, director artístico del Municipal, me convidó a tocar en Santiago", rememora Gabor Ötvös a "Artes y Letras". Agrega que en esa oportunidad y con algo de ingenuidad, le preguntó a Rodríguez qué repertorio había pensado para su debut en Chile. "Me dijo que 'Elektra' de Strauss y de inmediato le contesté que estaba loco. ¡Es uno de los títulos más difíciles! Pero terminó convenciéndome y así se concretó su estreno en 1984". La historia, para los melómanos nacionales, no pudo continuar de mejor forma, porque desde ese momento el nombre de Gabor Ötvös comenzó a repetirse de manera frecuente en las temporadas líricas y de conciertos del Municipal. Resulta difícil enumerar los éxitos de su estadía en nuestro país, pero sin duda -y en esto coinciden los operáticos- el hito más importante ocurrió en 1994 con el estreno en Chile de la "Tetralogía" de Wagner.
"Fue una verdadera aventura y, afortunadamente, salimos victoriosos, porque muchos teatros que han intentado abordar el 'Anillo' parten muy bien, pero después no tienen los medios suficientes y terminan abandonando el proyecto, dejándolo a medio camino", dice el director. Agrega que cuando se propuso montar la "Tetralogía", sabía que uno de los escollos más preocupantes sería el financiamiento. "Me contacté con el entonces embajador de Alemania en Chile (pone la mano como un pordiosero), casi mendigándole. También tomé contacto con la comunidad alemana y con el teatro fuimos armando una serie de redes hasta que conseguimos el dinero necesario. Nos involucramos en un proyecto descomunal".
Wagner cumple dos siglos
Suma y sigue. En 1999 fue artífice del estreno en el coliseo de Agustinas -por primera vez en alemán y con su duración original de casi seis horas- de "Parsifal" (una compañía extranjera ya había presentado esta ópera en 1920, en italiano y con algunos cortes en la partitura). Justamente con este título el Teatro Municipal de Santiago ha querido abrir, a partir del jueves 16, su temporada lírica 2013 y, junto con ello, sumarse a los festejos del bicentenario del compositor alemán.
"Andrés Rodríguez me propuso abrir con este título y me pareció muy bien, entre otras razones por la posibilidad de reencontrarme con tantos amigos chilenos y con una dupla artística que, después de tantos años de trabajo en conjunto, la siento muy cercana: el régisseur Roberto Oswald y el diseñador Aníbal Lapiz. También me atrajo el participar en una propuesta absolutamente renovada y distinta a la de 1999", explica Ötvös
- ¿Cómo llega Wagner a sus 200 años?
"Llega muy bien y una prueba concreta es que siguen existiendo wagnerianos acérrimos. Aunque yo no comparto, para nada, ese fanatismo de los operáticos que aman solo al compositor alemán. Adoro a Wagner, pero también me gusta mucho Mozart, Puccini y Berg. Pero bueno, el autor de 'Tristán e Isolda' sigue generando reacciones de amor y odio. También es un libro abierto y un ejemplo es el furor editorial que sigue provocando -comparable con la Biblia- ya que solo al año se publican tres o cuatro obras sobre él: biografías y distintas aproximaciones a su obra. ¡Y para qué decir en el año de su bicentenario! Hay libros para todos los gustos, entre otras razones, porque Wagner fue un adelantado y mezcló muchos aspectos del saber humano y de su época. Inventó la psicología antes de Freud y realizó una fuerte crítica al capitalismo, de manera simultánea a los postulados de Marx. En 'El oro del Rin' el metal se nos presenta como el poder que corrompe, por eso algunos políticos han visto al músico alemán como el gran revolucionario. Y, junto con ello, puedes encontrar en sus óperas elementos de la mitología greco-latina y fábulas germánicas. Esa mezcla, esa elasticidad, nos ofrece una riquísima posibilidad de analizar sus creaciones desde distintos puntos de vista, pero sin olvidar que Wagner siempre será Wagner".
-Mucho se ha discutido sobre la búsqueda de Wagner por "la obra de arte total"....
"Lo que él persiguió fue la creación de una obra en la que confluyeran de manera perfecta lo visual, la palabra, la música y la poesía. Pero, la verdad, era un sueño demasiado ambicioso. En este aspecto, veo a Wagner con una cierta crítica. Asumo que es uno de los más grandes genios musicales de la historia y hasta creó instrumentos muy originales, como la tuba wagneriana. Además fue completamente diferente en cada una de sus óperas. Le gustaba experimentar con diversas posibilidades musicales, por ello en él viven cinco o más compositores. Pero, en palabras simples, siempre lo he considerado un músico increíble, más que top , un escritor muy bueno, pero un poeta mediocre. Es un buen escritor porque sus historias son fantásticas y también su desarrollo. Pero cuando usó el verso, sin duda no estuvo a la misma altura de un grande como Goethe".
-Wagner llamaba "melodía infinita" a su desarrollo musical. ¿Qué le parece este concepto íntimamente vinculado a su obra?
"Me resulta complicado hablar de una melodía infinita porque, en estricto rigor, no existe. Wagner creó una especie de programa y a través de él veía cómo se desarrollaba la melodía y decía que esta podía seguir desarrollándose hasta el infinito. Como programa, creo entenderlo muy bien y un maravilloso ejemplo se da en 'Parsifal'. En el preludio ya aparecen melodías que luego se repetirán en toda la ópera",
-¿Se debe tener una voz de gran volumen para hacer Wagner?
"En un cierto sentido sí, porque sus óperas requieren una orquesta enorme y la voz debe traspasar esa masa instrumental. Sin embargo, hay voces que no son exactamente grandes, pero sí muy centradas, que pueden pasar sobre la orquesta. Son voces que corren muy bien. Otro requisito muy importante es que el cantante debe tener una dicción muy clara. Aun cuando no entienda alemán, este aspecto resulta fundamental para emocionar al público".
-Mucho se ha comentado también de las diferencias entre Verdi y Wagner, ¿pero hubo algo que los unió?
"Los dos fueron hombres de teatro. Eso sí, Wagner fue muy libre en lo dramático y un ejemplo magistral se da en 'El Ocaso de los Dioses', probablemente la más compleja obra de la 'Tetralogía'. En especial en el primer acto: que ya da a entender que próximamente seremos testigos de una sucesión de escenas, aparentemente sin mayor conexión. Me encanta esa libertad de Wagner. Verdi, en cambio, fue un poco más riguroso".
Su mirada de "Parsifal"
"Ciertamente 'Parsifal' es la composición de un hombre maduro. Es sublime. Es la época más espiritual de Wagner y casi siempre esa concentración mística viene al final de la vida. Pero estamos ante una religiosidad muy privada, tremendamente personal", comenta Gabor Ötvös a "Artes y Letras" sobre el título que abrirá oficialmente la temporada de ópera 2013 del Teatro Municipal de Santiago. Agrega que es el único montaje lírico que el músico alemán escribió para que su estreno tuviera lugar en el marco del Festival de Bayreuth, "así que fue concebido para un escenario muy único, con una acústica soberbia. Para mí, 'Parsifal' es un velero de sensaciones. Su sonido es como una droga. Quiero decirle al público, escuchen la música de Wagner y se transportarán a otro mundo. Es una alucinación". Gabor Ötvös también resalta el papel del coro: "Acá hay una mezcla de tres tipos diferentes de coros. Se crea una conjunción de voces enorme". Y en cuanto a la historia, y a su innegable religiosidad, el director considera que es un poco discutible que aún en algunos teatros, después el primer acto, la gente no aplauda. "Esto no es una iglesia. Es una ópera y otra cosa bien distinta es que su historia nos hable de temas muy espirituales como el misterio, la salvación y la compasión".
¿Cómo se estructura la obra? Ötvös puntualiza que cada acto es diferente. "El primero termina con una interrogante. El segundo es más dramático, místico, con influencia hindú. Al inicio del cuadro segundo, en la escena del jardín encantado donde las flores se convierten en hermosas doncellas, Wagner ya realiza las primeras experiencias de música impresionista: antes que Debussy. Es un color musical que no existía antes".
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PROGRAMARSE:
Lugar: Teatro Municipal de Santiago
Fechas y horas: Jueves 16 de mayo (18:00 horas), 19 (16:00 horas), 22 (18:00 horas), 25 (16:00 horas) y 28 (18:00 horas).
Entradas: desde $11.000
Elenco:
Parsifal: Zvetan Michailov/ Enrique Folger
Kundry: Susan Maclean
Amfortas: Gregg Baker
Gurnemanz: Dimitry Ivashchenko
Klingsor / Titurel: Harry Peeters
Director Orquesta Filarmónica de Santiago:
Gabor Ötvös
Director de escena, diseñador de escenografía, iluminación y proyecciones: Roberto Oswald
Diseñador de vestuario: Aníbal Lapiz
Cuatro miradas al inasible "Parsifal" y a la concepción wagneriana de "la obra de arte total"
Eduardo Browne
Director de orquesta. Profesor Universidad de los Andes y Universidad de Chile.
"Wagner llega a la composición de 'Parsifal', su última ópera, con una nutrida producción escénica coronada por una serie de eventos de enorme importancia para su afianzamiento como creador. Por un lado, su matrimonio con Cosima Liszt lo estabiliza emocionalmente y le otorga hijos. Su patrón Luis II de Baviera salda sus legendarias deudas. Su teatro en Bayreuth le permite realizar la primera audición de su 'Tetralogía', quizás uno de los más vastos proyectos artísticos jamás acometidos por un creador. Con la acústica y las posibilidades escénicas de su teatro probadas, Wagner retoma 'Parsifal', un proyecto que ya tiene 20 años de edad y que, como de costumbre, aborda desde todos los ángulos: escribe el libreto, compone y orquesta toda la música, tiene injerencia en la dirección escénica y musical, en los diseños escenográficos, en la construcción de instrumentos (las 'campanas' de 'Parsifal') y hasta en la restricción de representarla fuera de Bayreuth. Pero la culminación de su último Gesamtkunstwerk (obra de arte total) se refleja en su deseo de unir teatro, música, psicología, sentimiento, naturaleza, misticismo y religión en una producción cuya última función dirige él mismo, en su última escena, antes de partir a Venecia donde moriría pocos meses después".
Andrés Yaksic
Crítico de ópera "El Mercurio"
"En el océano de conceptos que se entrecruzan en esta obra última de Wagner, siento que cada uno puede entender y elegir lo que quiera. Hay genialidad musical para cada uno, y parecería presunción proclamar que se ha aprehendido intelectualmente todo. No parece reductible a un relato lógico único. Creo más humilde y veraz admitir el deslumbramiento ante ciertos momentos. Personalmente, me llega en especial uno, casi fugaz, repetido tres veces en el primer acto, que hace un siglo fue identificado por E.E.F. Kühn como motivo del 'esplendor matinal del bosque', y que se asocia al pasajero alivio que este le brinda a Amfortas 'tras una noche de salvajes dolores'. En esta obra de ancianidad, crepuscular, es como si el compositor mirara hacia atrás, hacia el dolor de vivir, y se reconciliara no obstante con la vida, ante la belleza inmensa de la naturaleza. Es quizás una modesta interpretación propia, pero ¿por qué no? Después de todo, Wagner compuso también para mí".
Francisco José Folch
Crítico de ópera "El Mercurio"
"Habiendo leído o escuchado a no pocos analistas de 'Parsifal', me queda la sensación de que no admite una interpretación única. Se pueden encontrar zonas de concordancia en cuál es el significado del 'Anillo' (pese a que nunca dejan de aparecer nuevas tesis al respecto), pero 'Parsifal' resulta inasible. Siendo inseparables el argumento y la música, ¿qué quiso decir el poeta-compositor con esa extraña historia? ¿Lo habría podido responder él? Múltiples elementos heterogéneos se entremezclan, y cuando se cree vislumbrar un hilo conductor, otros se superponen o lo contradicen. Hay nociones cristianas obvias -eucaristía, Viernes Santo, paloma, cáliz, lanza, redentor, redención (¿de qué, exactamente?)-. Otras budistas -la interminable reencarnación para Kundry, respeto sagrado por la vida de todo ser sensible, que condena la muerte del cisne-. Otras celtas o medievales. Otras del Zeitgeist de Wagner. Otras de su propia cosecha. Hay compasión, pero el amor está ausente. Castidad, pero complacencia en la sensualidad -las muchachas-flores-, y 'prohibición de amar', llevada hasta la autocastración -Klingsor-. Misoginia -no se ven mujeres en el reino del Graal-, pero nostalgia de la madre a la que se abandonó. Temor al incesto -el beso erótico-materno de Kundry, que Parsifal recibe y rechaza-. Obsesión por la sangre. Es como si todo lo que Wagner leyó y vivió se hubiera volcado en una inextricable fusión. Tratando de explicarlo, Max Heindel, el fundador Rosacruz, escribía que 'hay por lo menos siete interpretaciones adecuadas de cada mito'. Es la inaprehensibilidad del símbolo, pero Wagner parece querer plantear un mensaje inteligible. Quizás, el 'necio puro', el único redentor posible según la profecía de la obra, sea, después de todo, el espectador mismo... Por cierto, esa mixtura, ¿impenetrable?, está transfigurada por una música de fuerza posesiva indiscutible".
Mario Córdova
Crítico Las Últimas Noticias
"Siempre he tenido mis dudas respecto a si Richard Wagner logró o no consumar en máxima plenitud su idea tan propia de la 'obra de arte total' ( Gesamtkunstwerk ) en el desarrollo de su proceso compositivo de casi cincuenta años, que culmina con 'Parsifal' en 1882.
Cuatro décadas antes, casi comenzando su carrera, expuso ese plan de elaborar obras escénicas donde las audiencias se sumieran en una fusión de teatro, música y poesía. Indudablemente, obedeciendo a esa mirada, Wagner -como ningún otro compositor lo hiciera en la historia de la ópera- no puso en música textos ajenos, sino que escribió él mismo sus propios libretos para toda su producción operática.
Analizando el legado wagneriano, a mi juicio, el rol de compositor se devora al de libretista, pues son varias las óperas donde la narración y el uso de los diálogos aparecen sino flaqueando al menos reiterativos, disparejos y frenando una acción más dinámica.
En el caso particular de 'Parsifal', Wagner tal vez consigue una notable aproximación a esa 'obra de arte total', con un tratamiento musical sublime y el clímax escénico más absoluto en la redención final, pero ese momento llega después de cuatro horas y media (¿pudieron ser menos?) en que se desplegó un libreto que pudo ser mejor".
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