Revista Ñ
Hace tres décadas, la artista chilena pasó una temporada en Buenos Aires y grabó un disco que durante muchos años fue ignorado de la totalidad de su obra. Para muchos, se trata de una obra fundamental.
POR FRANCISCO LUQUE
Llegó, cantó y se fue. Así podría resumirse el paso de Violeta Parra por la Argentina, ocurrido entre la primavera de 1961 y el otoño de 1962, pero sería demasiado injusto plantearlo de esa forma. La experiencia argentina de la folclorista chilena está situada históricamente dentro de un fecundo proceso creativo de su obra y es un rico relato vivencial para aquellos que han intentado reconstruirlo. Porque es cierto; Violeta llegó, cantó y se fue, pero desarrolló también por estos lares los primeros aportes del que sería su cancionero social más comprometido. Todo construido con la premura y la inmediatez de una artista intensa e incansable, que buscó por todos los rincones de una ciudad distante un lugar para mostrar su arte y la fuerza de su canción.
“Yo no vengo a lucirme. Vengo a enseñar una verdad, quiero cantar porque el mundo tiene pena y está más confuso que yo misma. Los argentinos necesitan de la verdad sencilla y profunda del canto americano. ¿Cómo voy a irme tranquila si aquí hay un desorden descomunal? (…) ¿Cómo voy a irme sin haberlo intentado por lo menos?”, le escribe a su amante Gilbert Favre desde, seguramente, la pequeña habitación que ocupó en el Hotel Phoenix de Buenos Aires.
En la Argentina, Violeta Parra cantó, pintó, se presentó en televisión y dio un recital para el mundo cultural porteño de la época. Sin embargo, su legado más potente fue un disco de canciones grabado en Buenos Aires, supuestamente censurado por las autoridades de la época, y que durante muchos años estuvo ausente de la totalidad de su obra. Un registro realizado por la folclorista luego de vivir 6 meses en General Pico, La Pampa, y tras llegar a la Capital en busca de un impulso vital. Significativo por su conformación musical, fue un registro relegado al olvido luego de que su creadora recibiera el llamado de sus hijos, hiciera las valijas y partiera a Europa en busca de nuevas experiencias creativas y dejara las 14 canciones que lo conforman, entre recopilaciones del folclore chileno y composiciones de su autoría, a su suerte, canciones que con el tiempo fueron diseminadas en antologías perecederas y reediciones carentes de su espíritu original.
Lo cierto es que El folklore de Chile según Violeta Parra nació en un momento en que la chilena hace un giro fundamental en su trayectoria artística, alejándose de la artista que busca el sentido profundo del canto folclórico, para dar paso a la creadora y prolífica compositora de canciones de contenido social, vitrinas de la indignación que le provoca su tiempo. La Historia Social de Música Chilena (Ed. UC, 2010) señala al respecto: “Su creación musical [de esa época] se produce dentro de un proceso personal que, ligado a las difíciles circunstancias de Chile y el mundo, la lleva a ‘sacar la voz’ con un tono casi profético […] Con Violeta Parra, autora y cantautora, surgirá una manera crítica de hacer canción donde se denuncia y se innova, proponiendo finalmente, desde el canto, una nueva sociedad”.
Con la discusión política, el arte revolucionario y el lugar del artista en la revolución como temas recurrentes en la época, el disco argentino nace en un momento en que la crítica social está cada vez más presente en su obra. Fue un primer paso para el nacimiento de sus himnos revolucionarios, grabados en Europa, piedras angulares para el advenimiento de lo que se llamó “la nueva canción latinoamericana”.
El folklore de Chile según Violeta Parra fue grabado en distintas sesiones entre el 23 de abril y el 4 de mayo de 1962, en los estudios Odeón de la calle Córdoba. Los técnicos de sonido fueron José Soler y José Cortés. La grabación contiene 14 canciones, entre recopilaciones folclóricas y canciones de su autoría. La carátula está diseñada sobre un autorretrato de Violeta en óleo, transformándose en el primer larga duración de su discografía que utiliza su obra plástica como arte de tapa. Musicalmente, el disco está constituido por primeras tomas de canciones grabadas con anterioridad en ediciones chilenas –“Arriba quemando el sol”, “Levántate Huenchullán (Arauco tiene una pena)”, “Qué pena siente el alma” o “Parabienes al revés”, de ingeniosa estructura poética– y temas inéditos como “La pericona dice”, “Vengo toda avergonzada”, “La mazamorrita me dijo a mí”, “Cantaron los pajaritos” y “Salga el sol, salga la luna”, estas últimas canciones donde emplea la guitarra traspuesta. Para terminar, la canción “A cantarle a los porteños”, una cueca diabla recortada escrita como la declaración de principios de una cantora testaruda en tránsito.
En una entrevista realizada en 2009, el técnico José Soler recuerda las sesiones con la chilena: “Vi entrar la figura modesta de esta desconocida folclorista chilena y cuando comenzó a tocar realmente me impactó. Estábamos solos: ella y nosotros. Ningún directivo o productor de la compañía. Lo que también me impresionó fue el aura que Violeta impuso durante la grabación. La tristeza se apoderó del clima general de la producción y las únicas palabras que la chilena pronunció fueron las cantadas. Estaba ensimismada y tocaba la guitarra sin gritar, quiero decir, sin alarde de tocar fuerte ni poseer gran volumen. Se veía en un estado de melancolía bastante especial. Nosotros grabamos y luego mezclamos cuatro canciones, agregándole una segunda voz y un tañido de guitarra. No hubo demasiadas interrupciones y si se produjeron fue porque nosotros nos equivocamos. Violeta fue muy prolija. Su música venía cocinadita, madura, bien ensayada y bien cantada. Ella vino, cantó y se fue. Y si hemos repetido no fue su responsabilidad”.
Para el investigador de la obra de Violeta Parra, Hannes Salo, en El folklore de Chile…, están algunos de sus hitos más importantes: el tema anónimo “Qué pena siente el alma”, para él, en la mejor versión realizada por la cantora y una de las más populares y originales de su obra, “Parabienes al revés”. Para Salo, las canciones más interesantes son las entonces composiciones recientes de Violeta: “Levántate, Huenchullán”, “Según el favor del viento” y “Arriba quemando el sol”. Esas canciones tratan de forma explícita los problemas sociales de las provincias del Sur y del Norte de Chile, respectivamente. Las dos primeras enfocadas en la discriminación en contra del pueblo mapuche y la tercera, sobre la problemática de la vida de los mineros.
Finalizada la grabación del disco, Violeta Parra asume nuevos proyectos. Realiza un concierto en el Teatro IFT, expone su obra plástica y da una entrevista -recital en Canal 7, otro registro olvidado recreado en la película Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood. En esos menesteres se encontraba cuando recibió una invitación para participar en el VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Helsinki. Empacó sus cosas, se reunió con sus hijos –Isabel y Angel– y su nieta Tita y viajó a Finlandia. La compañía de discos editó el material y puso algunos discos a la venta. Ante la abrupta partida de su creadora, el hijo sonoro quedaba huérfano.
Durante mucho tiempo, la ausencia de este disco en la discografía de Violeta fue explicada por la censura. Según su hija Isabel Parra, el disco no habría sido comercializado debido a la prohibición impuesta por las autoridades de la época debido a su fuerte connotación político-social. Una canción, “Porque los pobres no tienen”, habría sido el detonante para esta medida injusta. Aunque la grabación del disco se enmarca en una época de fuerte restricción artística en la Argentina, investigaciones posteriores señalan que el disco no fue censurado ni esa canción fue grabada en Buenos Aires. Todo indica que la compañía de discos no le dio la difusión necesaria a esta obra y que la partida apresurada de la chilena despotenció el interés por su figura. Fue un disco ausente.
Algunas de las canciones se reeditaron en los 80 y 90, en ediciones apresuradas, como Antología de 1982 , en que todo el lado A se compone de esas grabaciones argentinas. Un dato para melómanos es que en la antología chilena La jardinera y su canto, de 1997 aparece un recorte diferente de la misma toma argentina de “Arriba quemando el sol”, en el que aparece el tercer acorde de la canción, recortado en todas las demás ediciones.
El 5 de febrero de 1967, Violeta Parra muere. En 1971, Mercedes Sosa presenta el espléndido Homenaje a Violeta Parra y la figura de la chilena se reconoce y potencia. Alguien recuerda que Violeta ha grabado un disco en 1962, en el sello Odeón, y El folklore de Chile… es reeditado bajo el nombreRecordando a Violeta Parra, que no contiene ninguna diferencia con la producción y mezcla original. Una copia de ese disco es comprada por el médico y locutor de La Plata, Daniel Heffes, quien en la década del 90 lo hace llegar a la familia de Violeta. Comienza a develarse el misterio de su existencia.
Marisol García, periodista chilena, quien en 2007 reseñó la edición Violeta Parra en sus 90 años, un box-set que contiene la primera edición chilena del disco argentino, señala que “el disco tiene títulos muy importantes de su cancionero. Sin embargo, al no haber estado disponible cuando debió ser, me cuesta considerarlo un disco’, y pienso en él más como una ‘reedición’. Sé que no estoy siendo rigurosa con las palabras, pero me resulta inevitable ver este álbum en una suerte de discografía paralela de Violeta. De que son canciones políticas y atrevidas, sin duda. Si resultan todo lo poderosas o subversivas que ella planeaba, no lo sé. Sí sé que no son todas las canciones de fuerza política de su cancionero, que desde el principio se mostró osado, valiente, crítico. Lo que sucede con este disco es que ofrece un buen compendio de su ‘lado político’ y es, en ese sentido, un disco representativo y que puede resultar una estupenda introducción a la Violeta Parra social”.
Hannes Salo no lo considera un disco de canciones revolucionarias: “No estoy totalmente de acuerdo con que el disco se caracterice por ser ‘revolucionario’. Se caracteriza por ser una mezcla del estilo antiguo de Violeta, de intérprete de canciones folclóricas y de contener muestras importantes de su emergente estilo de canciones político sociales. El disco así llega a ser una instantánea del mismo momento de esa ‘transición creativa’”.
Para Salo, el disco argentino está emparentado con el trabajo realizado un año antes de su viaje a Argentina –Toda Violeta Parra–, en que ofrece una muestra de todos sus estilos de composición hasta el momento (años 1952-1961). Ese disco, sostiene Salo, ya contiene algunas canciones de contenido social: “Hace falta un guerrillero”, que parece un llamamiento revolucionario disfrazado en un himno al héroe de la Independencia Manuel Rodríguez. También está “Yo canto la diferencia”, más inflamable que la anterior, pero sólo una simple protesta contra la pobreza y el militarismo, que no ofrece alternativa clara. No pretende desenmascarar la explotación de manera tan abierta y teóricamente sustanciada como en “Arriba quemando el sol”.
José Manuel García, del portal de música de autor Cancionero.com, sostiene que más allá de la calidad interpretativa de la Viola, que la tiene y bastante, es que este disco se nota la falta de producción artística en su realización. Una de los supuestos constantes en la historia del disco argentino es que Violeta llegó, cantó y se fue. García cree que este disco, si le quitamos los pequeños arreglos de estudio, parece más bien un registro en vivo. “Me gusta cómo interpreta las canciones y también me gustan éstas, pero no creo que sea un disco redondo.”
En 2010, el sello Oveja Negra editó dentro de la serie “Obra integral de Violeta Parra”, el disco argentino. Violeta en Argentina es su nuevo nombre y su carátula es una pintura hecha por la Viola y obsequiada al diputado provincial de General Pico, Joaquín Blaya, en agradecimiento por el apoyo durante su estadía en La Pampa. La pintura apareció hace poco. Todavía queda mucha tela para cortar sobre el paso de Violeta por estas tierras.
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