Fernando Milagros. (Fotografía: Xavier Pintanel) |
por Maria Salicrú-Maltas
A sus 32 años, Fernando Milagros es el primer chileno que consigue repetir actuación en el prestigioso festival Primavera Sound de Barcelona. Aprovechando su visita, le hemos realizado una entrevista en dos partes de la que hoy publicamos la primera.
Cinco días antes de su presencia en el festival Primavera Sound de Barcelona, hablamos con Fernando Milagros mientras toma tranquilo un jugo de tomate en el barrio de Gràcia. Por la noche se defenderá solo en El Coleccionista. Chile es hoy un polvorín de jóvenes músicos inquietos. Fernando inicia una gira por Europa de la mano principalmente de la productora Petit Indie.
Es la segunda vez que vienes a Europa con tu proyecto y la segunda vez que tocas en el Primavera Sound de Barcelona, uno de los más prestigiosos festivales europeos de música ¿Cómo surgió esta gran oportunidad?
La verdad es que el año pasado tocamos en el festival porque Chile era país invitado y fui uno de los elegidos. También estaba Javiera Mena y Perrosky. Poco antes toqué solo en Madrid porque me invitaron al ¡Viva la Canción! de Casa América.
Tu propuesta debió gustar a los organizadores porque vuelves a tocar este año.
Sí, ¡nadie repite de un año al otro! Con la disquera (discográfica) hicimos las gestiones y los del Salón Smint Myspace aceptaron nuestra propuesta. Aunque en verdad la fecha del Primavera Sound no es la más importante. La idea de viajar a España fue para promocionar el disco nuevo, San Sebastián, que lanzamos a fines del año pasado. Conseguimos desde Chile que nos ayudaran desde la agencia I'm an Artist, que además es la de Nacho Vegas. En Madrid abriré su show el próximo 14 de junio en la sala Galileo Galilei.
Pero antes tocarás en Berlín y Valencia ¿verdad?
Sí, voy a estar en Berlín donde tocaré con un interesante cantautor chileno-alemán que vive allá hace tiempo y compartiré cartel con Ballet School (UK) el 11 de junio en Schokoladen.
La actuación de Valencia salió por un amigo que se llama Rick Treffers, un holandés que organiza el Live in the living, un proyecto donde pone a ciertos artistas en pisos, en un escenario muy íntimo con la condición que nadie use micro, que todo sea un directo acústico. Y la verdad es que funciona de manera súper especial. Cuando llegué la semana pasada toqué así en Madrid con The Secret Society (Madrid) y Modelo de Respuesta Polar (Valencia), y se dio una onda bien especial. Es bonito tener la gente tan cerca en directo defendiendo las canciones.
En Chile tienes una trayectoria musical cada vez más sólida, también como escenógrafo, pero aquí se te conoce poco. ¿Cómo estás viviendo este volver atrás? ¿Cómo te defiendes delante de un micro ante gente que te desconoce?
En México también me pasó. No es la primera vez. En verdad, es algo que no sabría como nombrarlo porque está pasando recién. Lo podré evaluar luego. Lo único que te puedo decir es que con el poco tiempo que llevo de trayectoria musical, he aprendido a confiar en las canciones, en que funcionan. Por algo estamos aquí. He logrado desarrollar un trabajo que ya lleva tres discos y uno en vivo. Soy un tipo más bien tímido y no sé hacerlo de otra forma. Solo sé convencer a la gente con mi música.
Fernando ¿Crees que a los chilenos se os valora más en el exterior?
Sí, es verdad, desde fuera hay una mirada sobre lo que estamos haciendo, aunque solo puedo hablar por Chile porque no conozco la realidad de otras zonas de Latinoamérica. Lo que está pasando en mi país a nivel indie y no tan indie, está súper interesante y no tiene nada que envidiarle a cualquier banda del primer mundo.
Lamentablemente, los chilenos —y creo que pasa en todas partes también— esperan que el otro te diga lo que está bueno. Por ejemplo, yo tengo que venir acá para volver para allá y que me feliciten por haber estado en el Primavera Sound. Necesitan que otros te validen para que ellos te consideren…
¿Pero qué es lo que pasa en Chile? ¿No hay buenos críticos, periodistas musicales?
Sí, los hay. De hecho, y con el tiempo, me he hecho amigo de algunos porque al final nos topamos siempre. Pero quizás por idiosincrasia o por costumbre, en general uno espera que le den todo en la boca. No salir a buscarlo.
¿Sucede lo mismo con los mánagers? ¿Tú tienes alguno?
Sí, tengo mánager, pero igual tengo que estar por encima. No descanso en él, porque tiene a 3 o 4 artistas más y debe estar pendiente de todo. La verdad es que uno ahora debe ser su propio mánager: tienes que saber dónde está la imprenta donde hay que imprimir los discos, saber los procesos de producción para poder sacar un disco para hacerle promoción… Como a punta de errores, uno va aprendiendo como tiene que ser la editorial de la prensa que te va a ayudar… Hay mil aristas que no tienen nada que ver con tocar la guitarra que uno tiene que ir aprendiendo porque en esta época ya no existen los sellos grandes que te tapan con adelanto.
¿Era diferente cuando estabas con el sello Oveja Negra?
No, no era muy diferente, pero hay que entender que allá los sellos no funcionan como lo hacen acá, pues nadie vende discos. No sé si en la música más popular o a niveles más mainstream se venden, pero por lo que nosotros hacemos, la entrada por discos no es una “entrada”. Es casi una especie de promoción. De acuerdo a eso, toda la industria se acomoda. Quemasucabeza, el sello en el que estoy en Santiago, postuló a un fondo del estado que se llama “apoyo a la Industria”. Ese fondo está ayudando a que durante dos años algunas bandas tengan actividad. Pero la disquera compite con EMI y con disqueras que antes eran gigantes que ahora se ven obligadas a postular en los fondos. Esa es la situación…
¿Quemasucabeza, tu sello, también distribuye tus discos?
Sí. En este momento estamos haciendo una alianza con Feria Mix. De hecho ellos me van a hacer la segunda edición de San Sebastián, mi último disco, porque con eso nos aseguramos que tenga distribución nacional y que esté en disqueras de otros países. Me sale a cuenta distribuir el disco con Feria Mix porque yo solo no podría distribuirlo a nivel nacional. Ese es el problema. Mientras haya alguien que lo pueda hacer, yo feliz de que pase.
En Chile tenemos problemas para entrevistar a los artistas chilenos y en cambio, cuando venís a Europa todo son facilidades. ¿A que crees que se deba eso?
Quizá falta cabeza de ingeniero. Por lo general, los sellos y los management y todo lo que tiene que ver con la producción deben ser más conscientes de su función. Igual yo estoy aquí gracias a mi sello, pero creo que en general hace falta crecer un montón en ese sentido.
¿Cuál ha sido tu evolución musical desde el disco Vacaciones en el patio de mi casa (2007) a San Sebastián (2011)?
Pues ha sido un proceso súper natural, como crecer. Desde que grabé el primer disco han pasado 6 años. Es natural que uno vaya evolucionando. En 2007 no tenía la intención de ser compositor de canciones. Mi inquietud iba en relación a la producción musical. Pero quise plasmar las cosas que yo tenía en la cabeza y dejarlas registradas. Ese fue el primer impulso. Lo mostré a mis amigos y se sorprendieron demasiado, y así empezó todo. Me di cuenta que podía tocar mis canciones.
El disco ya se hizo un poco más serio mientras yo trabajaba harto. Cuando la cosa empezó a marchar de forma más profesional, tuve que empezar a acomodarme con esta situación. Mis compañeros de la banda empezaron a no poder estar en todos los lugares en los que yo tenía que estar y entonces empecé a darme cuenta que tenía que pedir a músicos que me acompañaran. Era algo de lo que me tendría que haber dado cuenta mucho antes pero que siempre rehuí.
Cuando de chico quería tocar la guitarra a los 14 años, me dio un terror meterme a estudiar en el conservatorio. No lo hice. Luego estudié periodismo y al otro año me metí a estudiar diseño teatral. Me gustó, estudié y armamos la compañía Teatro de Chile que ahora es una de las compañías de renombre allá. Así que me di una vuelta súper larga para darme cuenta que en verdad no podía huir de la música. Con el disco San Sebastián he querido ponerme a trabajar de una vez en esto.
Tu primer disco lo grabaste en el patio de tu casa. Utilizaste la guitarra y distintos objetos ¿Cuáles fueron y por qué?
Utilicé algunos objetos porque era lo que tenía más a mano. Se me iban ocurriendo cosas en el camino que necesitaba y no tenía. Así que inventaban instrumentos. Por ejemplo, el colchón de la bodega de la casa me sirvió para hacer el bombo, un balón de gas lo ocupé para percutirlo. No tenía baquetas y probé a ver como sonaba una caja con plumillas, agarré unos espaguetis y los amarré con cintas…Era una artesanía que sonaba bien y encima era súper entretenida de hacer. También usé latas, pegué cosas a las patas de las sillas… Como estaba con la idea de la producción musical, gravaba los sonidos y los procesaba. Uno no se da cuenta en el disco, pero hay muchos efectos.
En cambio ¿cómo fue el proceso creativo de tu segundo disco Por su atención, gracias (2009)?
En ese disco ya estaba más acompañado. Ya tocaba con algunos amigos y la mitad del álbum lo hicimos en una sesión casi en vivo que arreglamos después. La otra mitad que no la tenía tan resuelta, la produje con un amigo Cristóbal Carvajal (productor y músico chileno francés).
En este segundo disco está la canción Reina Japonesa ¿Cómo nació?
Es difícil saber de donde nacen las canciones. En esa época me interesaba contar historias, tratar de describir ciertas atmósferas o paisajes. Y claramente uno va sacando cosas de su propia biografía. Siempre me preguntan el cómo de algunas canciones y yo prefiero dejar en la oscuridad ciertas zonas. Desvelar los trucos para el mago o explicar los chistes para el comediante hace que pierda vuelo el mensaje, pienso.
¿Y qué puedes contarme de la canción Avenida Perú?
Bueno, esa la podría contar: Es un juego muy estúpido que apareció. Recuerdo haber estado de vacaciones en el campo con mi ex novia. En esa época estábamos muy pegados a Chavela Vargas. Escuchábamos mucha música mexicana. Un día aburrido le pedí que me ayudara a hacer una lista de palabras que terminaran en “u”. Y así nació la canción. Luego empecé a entender de lo que trataba. A mí me gusta creer que la canción trata de un conductor de autobús que hace su recorrido por Avenida Perú, una calle del barrio de Recoleta de Santiago, que ve una chica y se desvía. En la canción hay paisajes urbanos reconocibles como el Cerro San Cristóbal o el río Mapocho. Mi idea era hacer una especie de ranchera o de corrido urbano.
¿Ranchera urbana? ¿Cómo te llega este folklore?
No lo sé, no soy un estudioso de los estilos. Sólo pasan por mí. Soy como un puente. Es cierto que hay una tradición en Chile de rancheras. Es muy divertido porque de Concepción, hacia el sur, hay disquerías y grupos de rancheras que se creen mexicanos. Supongo que de alguna manera, uno lo tiene en el inconsciente y en algún momento eso se libera.
¿Te pasa lo mismo con la cueca u otros ritmos más tradicionales?
No sé si tanto con la cueca…La verdad es que nunca he analizado mis composiciones. Nunca he buscado hacer un tipo de ritmo: huayno, joropo… si de repente sale uno, no tengo idea porque salió. Me funciona mejor así. Es más genuino, pues me parece un poco aburrido empezar a componer en estilo. Creo que eso es tarea de gente que es más docta.
Luego -en 2010- vino el directo en Estudio Elefante ¿Por qué publicaste un disco de estas características?
La primera razón era porque quería rescatar un lugar que fue súper importante para la escena underground des del 2002 al 2004. Por Estudio Elefante se pasearon hartas bandas que no duraron tanto, pero que al menos para mí fueron súper importantes y marcaron un poco de influencia en mí.
¿Se trataba de un movimiento?
No sé si llamarlo movimiento… No sé si alcanzó a serlo. Pero había hartas cosas cercanas al rock. Era una escena súper importante con bandas como Tsunamis, Guiso, Ramírez, Tobías Alcayota… unas más rockeras, otras más experimentales.
Estudio Elefante era un lugar bien bueno para ir a ver, clandestino, con poca gente… Estaba en el centro, en una calle chica llamada Ayacucho, cerca del metro Bellas Artes. La segunda razón fue porque estaba con banda nueva, la que traje en el Primavera Sound el año pasado y estábamos súper entusiasmados en hacer sonar. Iván Molina, el baterista, tuvo la idea de que ellos me acompañaran. Nació de una pequeña gira que hicimos al sur. Él tenía un trío que se llamaba Philipina Bitch. Primero tocaban ellos y yo después. Todos quedamos contentos de esa gira y apareció la idea de registrar las versiones que teníamos porque estaban súper diferentes a las que teníamos en los discos. Era algo más eléctrico, yo estaba acercándome a una idea más de banda y decidimos registrarlo con mi amigo Rodrigo Salvatierra que era el anfitrión de Estudio Elefante, un sonidista súper talentoso que está ahora viviendo en Washington.
¿En ese momento ya habías notado que la prensa en Chile se había fijado bastante en ti?
De hecho, con el primer disco ya aparecieron ciertas expectativas. Habían un par de críticos que me fueron un poco ayudando. David Ponce fue uno de los primeros. Él es bien estudioso de lo que pasa y bien melómano. Fue así el crecimiento, una curva ascendente. Cuando grabé el segundo disco, al estar en un sello más ordenado, todo creció exponencialmente. No hice mucha gira, pero siempre hubo actividad, sobre todo en Santiago.
Finalmente, en noviembre del año pasado, presentaste tu último disco San Sebastián en Santiago ¿Cómo fue?
Súper bien. La crítica fue increíble y fue elegido uno de los mejores discos del año por el circuito de críticos y periodistas de música. Una cosa súper buena.
San Sebastián (2011) ha sido el disco con el que tu carrera ha cambiado. Después de su publicación ¿puedes vivir sólo de la música?
Sí, desde que lo sacamos estoy como 90% viviendo de la música. Pero “vivir de la música” no significa vivir solamente de los conciertos. Yo también hago música para películas, sigo haciendo un poco de trabajo como escenógrafo...Cuando vuelva en julio, por ejemplo, voy a estar un par de semanas girando con una obra. Descansaré de músico y me pondré la chaqueta de director técnico de arte del montaje. Pero es verdad que estoy haciendo más pura música y estoy contento. Creo que antes no me llenaban las demás cosas. Sinceramente, este es mi lugar.
¿Por qué tu último disco se llama San Sebastián?
Es un santo romano que tiene un santuario en el sur de Yumbel, en un pueblo muy chiquitito cerca de Los Angeles de donde es mi familia materna. En los años 20-30 llegó un señor de apellido Berrouet, del país vasco francés y se casó con mi bisabuela. De allí se armó la familia. De alguna manera ponerle San Sebastián es un homenaje a mis raíces, como tener presente que uno tiene un árbol genealógico que le acompaña y que lo maldice o bendice también.
¿Por esta razón en el disco hay algunas canciones como Angelito, Abuelo o Nahual que tienen raíces folclóricas?
Más bien creo que corresponden a un período. Así como te comentaba antes que estaba pegado a la ranchera, en el momento que estaba componiendo San Sebastián estaba estudiando ritos americanos puros, religiosos. Mi novia de ese entonces, la de Avenida Perú, estaba metida más que yo en un rollo espiritual y a mí me gustaba observarla y acompañarla. De allí que empecé a sacar información para plasmarla en estas canciones. Nahual insinúa claramente espiritualidad.
Pero el ritmo que tocas en Abuelo es impactante, te sacude. Parece de raíz folclórica.
Sí. Cuando toco solo, abro el concierto con esa canción. Me sirve mucho para llamar la atención. Como músico me crié en puros bares, lugares donde la gente habla mucho y hay que inventarse de alguna manera para llamar la atención. Abuelo es un canto que aprendí en una ceremonia. No es una canción mía. Nadie sabe de quién es, sólo que apareció cerca de Ecuador. En un principio estaba muy temeroso de grabarla porque no era mía y se usaba en un ceremonial. ¡Casi no la pongo en el disco! Pero mi productor me animó y por el momento no ha pasado nada, así que todo bien. Nadie se ha enojado conmigo.
En este disco me gusta cómo crecen las canciones en intensidad. Nahual o Una sola vuelta son claros ejemplos. En esa última canción, la guitarra recuerda a un caballo. ¿De dónde parten y hacia dónde van las canciones de San Sebastián?
La verdad es que cada una nace desde inquietudes súper diferentes. Por ejemplo, Angelito es una canción que apareció después de haber ido al funeral de un hijo de una amiga mía. Más tarde definimos con qué instrumentos hacerla, pero la letra y la estructura aparecieron el día después. En Una sola vuelta, mi productor Cristián Heyne, viendo el material que había, me sugirió hacer canciones que partieran del tambor o desde otro lugar que no fuera la guitarra. Traté de hacer este ejercicio y partí con percusiones. Luego aparecieron las melodías, después las letras y finalmente el acompañamiento. Todas las canciones fueron como revelándose delante mío.
¿Qué puedes decirme de Rey Mayor y Nahual?
La primera es una canción que ya tenía compuesta pero en plan muy acústico y no me convencía tanto. Apliqué también la misma metodología de incluir percusiones, sacar la guitarra acústica y componer un tema más rock, más crudo. Nahual también salió un poco de una sola patada. Primero nació la melodía.
¿Por qué escogiste grabar Nahual y Carnaval con Christina Rosenvinge? No son temas pop como el single del disco, Piedra Angular.
No, es verdad, pero es que le mostré varias canciones y nos quedamos con esas para que ella me acompañara en su show. Empezaba con un trío, a la mitad me presentaba a mí, tocábamos Carnaval y Nahual y luego me quedaba en el escenario como guitarrista porque el suyo no estaba en esa fecha y habría que cubrirlo. Justo yo estaba grabando el disco y era súper lógico. Además ella me lo dijo después de ensayar.
Hablemos ahora de Carnaval ¿El folklore, la fiesta de La Tirana, forma parte de tu universo sonoro?
Carnaval era una canción que tenía guardada hacía tiempo. La letra fue primero. En realidad la música no tiene mucho que ver con la fiesta de La Tirana. Eso fue una idea de Luciano Rubio, el realizador de varios de mis videos. Siempre trabajamos igual. Yo le paso la canción y él propone una idea. A Carnaval se le ocurrió situarla en ese lugar geográfico. Estábamos en mayo y decidió grabarme en julio en la fiesta de La Tirana. Y así fue. De hecho la canción no se llamaba Carnaval hasta que hicimos el video.
Y para terminar ¿Cuál es el mensaje de tus letras? ¿Qué quiere decir Fernando Milagros al mundo?
Creo que no puedo hablar de un mensaje en general. Hace tiempo leí el libro Donde mejor canta un pájaro del chileno Alejandro Jodorowsky. Todos los personajes eran judíos. Había uno que tenía un tatarabuelo que lo poseía y siempre que pasaba algo le echaba la culpa a este, al rabí. Hablaba por él, hacía las cosas por él…La verdad, siempre que me preguntan eso, me acuerdo del rabí porque en verdad hay letras que yo no sé bien qué significan. Como te decía al comienzo creo que pierde la gracia si te explico el chiste con palabras. Por ahora prefiero cantar.
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