El legendario director debutó anoche en CorpArtes, junto a la West-Eastern Divan Orchestra. En conferencia de prensa reveló su vínculo con el pianista chillanejo.
Maureen Lennon Zaninovic
Después de 17 años de ausencia, el regreso del director y pianista Daniel Barenboim (1942) a Chile provocó expectación y euforia entre los melómanos, quienes ayer repletaron las dos presentaciones de este músico bonaerense de raíces judías, junto a la West-Eastern Divan Orchestra: la primera tuvo lugar en la mañana (ensayo general) y la segunda, en la noche, como parte de la temporada de conciertos de CorpArtes. El programa incluyó el Poema Sinfónico "Don Quixote", de Richard Strauss, y la Quinta Sinfonía, de Tchaikovsky.
"Lo primero que tengo que decir es que estoy muy feliz de estar aquí, porque una de las personas que más he admirado en mi vida, como músico y como ser humano, fue Claudio Arrau. Él siempre me decía 'tienes que venir a Chile', y aquí estoy", rememoró el artista, en una íntima conferencia de prensa que dio acompañado de Mariam Cortas de Said, viuda del crítico y teórico literario y musical palestino-estadounidense Edward Said, con el que Barenboim dio forma a la West-Eastern Divan Orchestra, que reúne a jóvenes intérpretes árabes e israelíes.
En una relajada conversación, el director se explayó en su relación con el pianista chillanejo: "Lo conocí siendo muy chico, alrededor de 1949 o 1950, en Buenos Aires. Él venía muy a menudo a Argentina, al Teatro Colón, y yo iba a oírle. Debí haber tenido siete años cuando también me llevaron a tocar para él. Después, Arrau fue muchas veces a mis conciertos y me hacía observaciones".
Barenboim recordó cuando el legendario pianista Leon Fleisher (que vio truncada su carrera por una parálisis) canceló, a inicios de la década del 60, un concierto en Nueva York y él tuvo que reemplazarlo a último minuto. "Acepté tocar y eso que era un programa muy difícil: la 'Hammerklavier', de Beethoven. Salgo al escenario y veo en el público a Rubinstein con su señora, a Horowitz con su mujer y a Claudio Arrau. ¡Me tiembla la mano cuando me acuerdo de ese episodio! Y los tres pianistas tuvieron la amabilidad, después del concierto, de ir a verme al camarín. Arrau me dio su número de teléfono. 'Si tienes ganas, llámame', me dijo, y fui a su casa en Long Island. Estuve toda una tarde con él y me hizo un análisis completo de cómo había tocado. Tenía todo en su memoria. Era una persona de una honestidad realmente extrema. De Arrau aprendí mucho: la forma de enfocar el sonido, sus movimientos redondos y la increíble modestia que tuvo hacia la música".
Sobre la West-Eastern Divan Orchestra, aclaró que este no es "un proyecto que tiene que ver con la paz. La paz necesita muchas otras cosas más. Y no tiene que ver con la tolerancia, porque la tolerancia en nuestro mundo loco de hoy, se convirtió en algo positivo y eso es horrible. O sea, 'yo te tolero, aunque seas un criminal'. La tolerancia, y eso lo dijo Goethe, es el primer paso para salir de la animosidad, pero es en sí una cualidad muy negativa. Esta orquesta es un proyecto de humanidad".
En 2001, el músico dirigió 40 minutos de la ópera "Tristán e Isolda", de Wagner, en Jerusalén. "Wagner fue un grandísimo compositor y un antisemita asqueroso, como bien lo sabemos. Pero él vivió hasta 1883. Hay mucha gente en Israel que piensa, por idiotez, que Wagner vivió en Berlín en 1942 y fue amigo íntimo de Hitler. Lo que juega en contra y a favor de ciertos compositores, son las asociaciones", puntualizó Daniel Barenboim.
Su mirada de "El Sistema" de Venezuela
Otro de los temas abordados por Barenboim fue el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela y su cara más exitosa: el director Gustavo Dudamel. "Es una idea magnífica. La primera vez que escuché 'El Sistema' fue en el 2000, cuando Dudamel tenía 18 años. Un proyecto impresionante que no sé cómo estará ahora, por la situación tan fatal de Venezuela", dijo.
Más adelante precisó que "la idea de utilizar la música para curar la droga o la criminalidad es un poco problemática, porque la música no fue hecha para ser utilizada para otros fines. Tiene una característica única: es parte de este mundo y es un mundo aparte, al mismo tiempo".
En el caso extremo de Venezuela, agregó Daniel Barenboim, "que se les haya dado a estos niños la oportunidad de hacer música, en lugar de caer en el crimen o de drogarse, es un gran paso adelante. Es una pena que con esa actitud de los músicos venezolanos no haya salido una de las mejores orquestas del mundo".
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