domingo, mayo 21, 2017

La generación grunge se vuelve a teñir de tragedia con Chris Cornell

El Mercurio

El líder de Soundgarden se suicidó la noche del miércoles en un hotel en Detroit, horas después de tocar con su banda. El músico tenía 52 años y se encontraba de gira por Estados Unidos. Dueño de la mejor voz del movimiento, su vida terminó en fatalidad igual que las de Kurt Cobain y Layne Staley.  

José Vásquez 

La despedida fue con "Slave & bulldozers", esa canción de Soundgarden grabada en 1991 e incluida en uno de los álbumes indispensables en su carrera, "Badmotorfinger". Un tema denso, pesado, elástico y tan zeppeliano que Chris Cornell solía entrelazar en vivo con "In my time of dying", ese llamado a la muerte escrito por Robert Plant a mediados de los setenta que, quizás como una jugarreta del destino, fue la última canción que el artista interpretó la noche del miércoles en Detroit, horas antes de ser encontrado ahorcado en el baño de la habitación de su hotel, el MGM Grand de la ciudad.

Su representante, Brian Bumbery, dio a conocer de madrugada el deceso, que calificó de "repentino e inesperado", sin especificar sus causas, mientras trascendidos de la policía, en diversos medios estadounidenses, ya informaban de un posible suicidio. Su familia, a través de un comunicado, pidió respeto por la privacidad del momento, señalando que colaborarían con la investigación forense para determinar la causa de su muerte, que se oficializó con la tragedia ayer. Cornell tenía 52 años y se encontraba de gira con Soundgarden, banda con la que hoy tenía agendado un concierto en Columbus, Ohio.

En su juventud, el cantautor tuvo un cuadro depresivo luego de la separación de sus padres y comenzó a beber a los 13 años, una época en la que se recluyó en su hogar y se dedicó por completo a la música. Una enfermedad que su segunda esposa, Vicky Karayiannis, según publicó ayer el portal de noticias TMZ, dijo no haber advertido sus síntomas en el último tiempo, en conversación con su círculo íntimo. Cornell había comenzado su desintoxicación de drogas y alcohol cuando comenzó esta nueva relación hace 14 años
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En su última visita de noviembre pasado a Santiago, el artista realizó con éxito tres conciertos consecutivos en el Teatro Municipal. El músico vino como solista y se paró solo con su guitarra a entregar uno de los mejores shows del año pasado en el país. En esa ocasión, quienes compartieron con él lo recuerdan como un tipo deportista y de una alimentación muy sana a base de comidas orgánicas.

Semanas antes de su actuación en la capital, Cornell dio una entrevista a "El Mercurio" -ver nota relacionada- en la que habló de su nueva vida en la soleada Miami, alejado hace algunos años de su natal, lluviosa y fría Seattle.

"Si hubiera crecido en Florida, probablemente habría escrito música muy distinta", reflexionó entonces, agregando: "El clima puede ser bastante dramático y hay una cultura de playa que no tiene nada que ver con algo en lo que me haya involucrado antes. Tenía miedo de que me afectara de una forma en que no me gustara (vivir en Miami), pero todo ha resultado muy bien hasta ahora, y creo que la razón principal es porque estoy sentado en un estudio sin ventanas, escribiendo y grabando demos. Y si quiero, voy a la playa y nado en el mar".

Ciudad capital, Seattle

La capital de la música a comienzos de los noventa fue Seattle. Un fenómeno comercial que explotó con Nirvana y la figura atormentada de Kurt Cobain, líder de una banda de rock alternativo y de nicho que de pronto desbancó del trono pop en el Billboard a Michael Jackson. La industria entonces puso el foco en la ciudad del noroeste de Estados Unidos y una escena en ebullición donde ya destacaba Soundgarden, en un paquete apetecido que también incluía a Alice in Chains y Pearl Jam.

La denominación grunge cayó entonces como una etiqueta que funcionó de forma comercial para determinar un movimiento que coincidía en lo geográfico, pero no necesariamente en lo musical, donde Cobain era tan devoto de The Beatles como de Devo, mientras que Cornell sintonizaba con el rock clásico de los setenta.

Ahora con la muerte de la voz aventajada de la escena, tres de los cuatro estandartes del rock alternativo de los noventa, con domicilio en la ciudad, terminaron marcados por la fatalidad que se inició con el suicidio de Cobain en 1994 y que continuó con la sobredosis de Layne Staley, el cantante de Alice in Chains en 2002. Un final que volvió a teñir de tragedia al movimiento del rock más trascendente de los noventa.

Una carrera solista y tres bandas

A mediados de los ochenta, Cornell conoció a Kim Thayil (guitarrista) a través de Hiro Yamamoto (bajista). Esa reunión fue la génesis de Soundgarden, banda con la que alcanzaría la gloria artística a comienzos de los noventa con su rock de inspiración setentera y exuberancia vocal. Con esta banda se presentó en Santiago para la edición de Lollapalooza en 2014.

En 1991 y de forma paralela a Soundgarden, el músico grabó el título homónimo de Temple of the Dog, una especie de súper banda de Seattle, conformada también por miembros de Pearl Jam en honor a su fallecido amigo Andrew Wood. El conjunto nunca había girado en vivo y el año pasado realizaron su primer tour celebrando los 25 años de su debut discográfico. "Yo creo que todo es posible", dijo Cornell a "El Mercurio" cuando se le preguntó si estaba en los planes del conjunto realizar conciertos en Sudamérica.

Finalizando los noventa, el cantautor inició su carrera de solista con la colaboración del músico chileno Alain Johannes y su esposa Natsha Shneider. Fue en ese período cuando se presentó por primera vez en Chile, en 2007, con un maratónico e intenso show en Espacio Riesco, que entonces también incluyó temas de Audioslave, el proyecto con el que en 2002 inició transmisiones al frente de una banda integrada por los músicos de Rage Against the Machine.

 "¿Y qué pasa si un día no me siento capaz de tocar para el público?"

Arriba del escenario, Chris Cornell siempre entregó la sensación de dominio y control absoluto, aunque en el fondo, según contó a "El Mercurio" en noviembre pasado, había un inédito nerviosismo que apareció cuando emprendió su gira acústica y en solitario.

"Me costó aceptar la idea de que la gente gastara su dinero en mí para estar entretenidos por dos horas y media teniéndome como único responsable de eso", se sinceró entonces el músico que se angustiaba con la pregunta "¿Y qué pasaría si un día no me siento capaz de tocar para el público?". "Sentía esa pesada responsabilidad, igual como creo que un cómico de stand up debe de sentirse incómodo pensando en '¿y si fallo y me equivoco y se dan cuenta?' Después que comprendí que cada show era único y me di cuenta de que cualquiera puede cometer un error y que no hay nada de malo en eso, dejé el miedo a un lado".

Sereno y de respuestas pausadas y extensas, el músico contó en esa entrevista que gran parte de la inspiración de su último disco solista, "Higher truth" (2015), surgió mirando a una de sus hijas (Cornell fue padre de dos niñas, Toni de 12 y Lillian de 16, y un niño, Christopher, de 11 años) en la habitación, extracto que entonces no fue publicado. "Recuerdo que me sentaba y me quedaba mirándola por mucho tiempo cuando Toni era bebé, observando cómo sujetaba mi mano mientras movía su cabeza en distintas direcciones y me chupaba el dedo, y entonces me surgió la pregunta: '¿por qué la gente está tan preocupada sobre si existe vida en otros planetas, si en este hay tantas cosas interesantes, tan alocadas y raras como las que podrían venir de afuera?' Me di cuenta de que siempre queremos algo que no tenemos, que está en la naturaleza humana, y para mí esa es de cierta manera la noción de 'Higher truth' (la verdad mayor), la manera en que un bebé está mirando a la derecha o a la izquierda y de arriba a abajo, encantado o atemorizado por cada pequeño momento, sin pensar en lo que va a venir después. No es preocuparse por la salvación eterna, no es preocuparse por asuntos del ego o encajar en una especie de sistema social en el que nos sentimos aceptados. Este tour (su última gira solista) me ayudó a ver todo eso con claridad, y fui capaz de simplemente vivir el momento reinterpretando las canciones como si nunca las hubiese tocado antes, sin pensar en el show pasado o en el siguiente. Así pude sentirme completamente libre de una manera artística como nunca antes".

Cinco discos indispensables en su carrera
"Badmotorfinger", Soundgarden, 1991
Fue el tercero en la carrera de la banda de Seattle y uno de los álbumes más macizos del grupo, gracias a sencillos como "Rusty cage", "Outshined" y una demoledora "Jesus Christ Pose".

"Superunknown", Soundgarden, 1994
En su cuarto álbum, la banda alcanzó su mayor éxito comercial cosechando sus mayores hits globales con "Black hole sun", "Spoonman", "The day I tried to live", "My wave" y "Fell on black days".

"Temple of the dog", Temple of the Dog, 1991
El único registro de la superbanda de Seattle, que integraron miembros de Soundgarden y Pearl Jam. Una agrupación que el año pasado salió por primera vez de gira y que dejó huella con su éxito "Hunger strike".

"Euphoria morning", Chris Cornell, 1999
El debut solista del músico a base de baladas rockeras. Un álbum que contó con Alain Johannes y su esposa Natasha Shneider en la producción y éxitos como: "Can't change me" y "Sunshower".

"Audioslave", Audioslave, 2002
Su primera incursión junto a los músicos de Rage Against the Machine, un debut potente que golpeó con canciones como "Cochise", "Like a stone", "Show me how to live" y "I am the highway".


La sensación de una enorme orfandad (Por Alfredo Lewin)

Me sentía tal como él al final de los 90, y el disco "Euphoria morning", con toda su carga de tristeza infinita, me salvó la vida. Tuve la oportunidad de decírselo y él lo valoró. Ahora, con su muerte, recuerdo que siempre ha habido en torno a Chris Cornell esa pena rotunda, pero también esas ganas de levantarse.

A los 52 años un padre no muere, y aunque la distancia entre nosotros no es tan grande, lo consideraba el patriarca fundador de una sociedad cómplice que cambió la música y se tomó al mundo por asalto. La sensación es de orfandad y siento una gran pena porque una historia así termine: una historia musical y también la historia de un tipo sensible.

Cornell es un músico que se entronca en la tradición más clásica del rock americano, del rescate del folk. Defensor a rajatabla de la guitarra como compañera, fue un hombre que por momentos abusaba del octanaje de los decibeles. Siempre estará entre los más grandes.

Entre las múltiples veces que nos encontramos pude advertir a dos Cornell: al primero, cuando lo entrevisté un par de veces junto a Soundgarden se tornaba más hosco y denso. El segundo era un tipo bastante amable y centrado. Tuvo una intuición melódica tan característica que hizo que su música fuera transversal y con menos ripios agresivos.

Es realmente una pena enorme. Recuerdo que cuando actuó en Chile en 2007 se reunía Led Zeppelin en Inglaterra y él era un fanático duro. Esa noche interpretó dos temas de ellos haciendo que ese show durara casi tres horas, algo que hoy es considerado un concierto mítico. Fue un gran encuentro.

La de Cornell es una historia musical que no muere y su legado es más que un puñado de preciosas melodías que, de seguro, van a ser parte del patrimonio del Congreso Musical de Estados Unidos. Hay en sus creaciones un montón de raigambre que tiene que ver con este sonido antiguo de su país.

Nos deja una sensación de enorme orfandad tal como ocurrió con las partidas de B.B. King y David Bowie. Durante toda su carrera lo vi evolucionar y recuerdo sus palabras: "En la complacencia del fan yo me debilito". Decía que cuando las cosas se ponen duras, es cuando él surgía. Hay que tener cuidado con la complacencia porque te debilita. Tenía una cercanía, pero también una indiferencia por las situaciones.

Cuando murió Cobain en el 94, recuerdo el discurso de Courtney Love. Dijo que Eddie Vedder viviría 100. Y ahí está él hoy y debe ser el hombre que está más afectado que nadie, porque probablemente los va a enterrar a todos.

El grunge fue una manera de nominar a un cierto grupo, del que nos sentimos viudos, y yo en lo particular me siento huérfano. Espero que Pearl Jam tenga una larga vida y en su próximo disco se convierta en Temple of the dog, porque eso es lo que tendrán que hacer ellos: tendrán que asumir que por segunda vez en sus carreras han perdido un cómplice, a un compañero de ruta. Seguro será un disco con una aura fúnebre, como una despedida.

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