La premiada intérprete de "Evita" y "Piaf" vuelve a Chile con el grupo Escalandrum y el espectáculo "3001 Proyecto Piazzolla". "Escalandrum evoluciona esta música, le aporta algo nuevo, pero no lo hace de manera rupturista, sino desde un lugar que al compositor le habría gustado mucho", dice.
Juan Antonio Muñoz H.
Todo llega a su tiempo. Y el tiempo también llegó para que Elena Roger (1974), la voz argentina femenina más destacada de los últimos años, se lanzara sobre la música de Astor Piazzolla. Por supuesto, no lo haría siguiendo los esquemas, digamos, tradicionales, sino buscando un sonido contemporáneo y aun futurista. En "3001 Proyecto Piazzolla", estrenado en 2016, trabaja directamente con Daniel "Pipi" Piazzolla, nieto del compositor, que sabe bien que a su abuelo le gustaba que se interpretaran sus obras, pero no que se hicieran como él las hacía: "Para eso estoy yo; ustedes hagan otra cosa", decía.
Son momentos de muchas conexiones en la vida Elena Roger. Y todo tiene que ver con hechos que se produjeron hace años, cuando ella era una adolescente de 15, comenzaba a estudiar canto y se integraba al grupo Fundación Vida Silvestre, el que levantó la Reserva Ecológica argentina. Eran los días en que se armaba su estructura como artista, y todo aportaba lo suyo.
Como también bailaba, de pronto se sorprendía lanzada sobre "El lago de los cisnes", pues era uno de los long play de su madre, que amaba la música clásica. "Hasta ópera cantaba; cosas como el vals de Mussetta ("La Bohème") o "Ah! Non giunge" ("La Sonámbula"). Pero por ahí iba con mi padre manejando por la 9 de Julio y sonaban los tangos y Piazzolla, y la fuerza de esa música te atrapa quieras o no. Es algo tremendo. Escuchaba, por ejemplo, que a mi madre no le gustaba tanto la corriente de Piazzolla en el tango, y yo trataba de entender por qué. Y estaba también mi hermana, que escuchaba rock, y eso también se me impregnó, con Cerati y Soda", relata con pasión desde Barracas, Buenos Aires, uno de sus hogares, pues el otro está en Ushuaia, en el sur-sur, de donde es su pareja, el actor y cantante Mariano Torre ("Los ricos no piden permiso"), con quien levanta una vida y también una familia y una casa autosustentable -"Nave Tierra", la primera construcción en América, hecha con botellas, neumáticos y paneles de lavarropas- que la tiene enamorada.
Con Mariano tienen a Bahía -"que significa hermosura en árabe"-, un nombre que escogieron porque no querían que su hija fuera referencia de nadie.
Esa poesía de Ferrer...
"3001 Proyecto Piazzolla" la une con Escalandrum, una banda dedicada, fundamentalmente, al jazz y donde no hay bandoneón. Hay contrabajo, piano, batería y tres vientos.
"Son unos hermosos; el sonido que logran es increíble. Esa articulación de los vientos con la que se consigue una fuerza tan poderosa... Trabajamos tan bien juntos; desde el inicio. De hecho, nuestro primer ensayo fue la prueba de sonido de una presentación; yo había estudiado 15 días con sus pistas en Ushuaia mientras ellos estaban en Buenos Aires. Y todo fue perfecto. Salimos a tocar y todo resultó".
¿La voz no se resiente cantando estas cosas? "No, no. Tal vez la única canción que me lleva hacia un momento de tensión es 'Balada para mi muerte', que es una maravilla de intensidad. Todas esa obras son increíbles y te traspasan; en especial las que tienen poesía de (Horacio) Ferrer, como 'Balada para un loco', 'Chiquilín de Bachín', 'La bicicleta blanca'... La imágenes de sus letras... Si escuchás frases como 'Que hoy Dios me deja de soñar...' o 'Mi penúltimo whisky quedó sin beber' o la palabra 'renaceré'... Escalandrum está acostumbrado a todo, tienen una capacidad increíble, y yo aporto lo mío, enfatizar lo que es más dramático o más romántico. Cuando Nico Guerschberg, el arreglador, presenta algo, de inmediato te emocionás... Escalandrum evoluciona la música de Piazzolla; le aporta algo nuevo, pero no lo hace de manera rupturista, sino desde un lugar que a Piazzolla le habría gustado mucho".
"Antes era muy gritona"
Elena ama los animales, las plantas y la vida natural; y quiere dejar bien claras las cosas que le interesan y también hacer una suerte de proclama: "Los artistas somos ejemplo", subraya.
"Estamos aquí por algo; tenemos un contacto con la gente que nadie más tiene. Nos metemos en sus casas y en sus vidas. No es cuestión de andar por ahí diciendo o haciendo tonterías. Para qué puedo hablar con un periodista si no puedo decir algo que sirva. Como digo, somos ejemplo para lo bueno y para lo malo. Aunque para algunos lo bueno nuestro sea considerado lo malo, y al revés. Es parte del juego. Yo soy una artista y canto, pero me gusta comunicar que hay que preocuparse del medio ambiente, ser conscientes de lo que bebemos y comemos, que hay que ocuparse de hacer algo más en la vida que no sea ganar más y más plata. Siempre he sido amante de los animales y ahora me muero por tener un perrito, pero no puedo porque vivimos en medio de viajes y la casa de Barracas aún no está lista. Sería malo para el perro. Tampoco me gusta llevar a los perros en un avión... He resuelto cosas en estos años, como la alimentación, por ejemplo; porque una cosa es querer ser vegetariana y otra es saber hacerlo, sin morir en el intento. Soy vegetariana casi vegana, pero tengo que decir que a veces me muero de ganas de comer lentejas o un buen jamón crudo, y claro que me lo como. No me gusta ser extrema en nada; de pronto uno asume un viaje, pero ese viaje no tiene por qué ser eterno. Uno cambia y la libertad está en eso, en poder volver, en seguir, en cambiar, en alternar. Hay que ejercer la libertad, incluso en el amor".
La vida de Elena Roger está poblada de otras mujeres. Cuatro, principalmente. Eva Perón en "Evita", que la llevó a Londres y Nueva York; Edith Piaf, que también paseó por el mundo; Mina, la extraordinaria cantante italiana, y la gran Lotte Lenya, la mujer de Kurt Weill. ¡Vaya señoras! Se llenó de premios con ellas, incluso el Laurence Olivier por Piaf.
"¿Me preguntás cómo salgo de ellas después de una función? Agotada. Son extraordinarias, pero exigen de uno todo y uno también quiere darles todo. Me he vuelto bastante zen después de ellas. También me ayudó el yoga y la meditación trascendental, supongo. Ahora soy una persona más tranquila. Antes gritaba todo el día, era muy gritona. En casa de mis padres todavía se discute a gritos. He ido puliéndome en todo; antes usaba cosméticos no probados en animales; ahora uso maquillaje solo para las obras".
Elena Roger y Escalandrum -Daniel "Pipi" Piazzolla, en batería y dirección; Nicolás Guerschberg, en piano y arreglos; Mariano Sívori (contrabajo), Damián Fogiel (saxo tenor), Gustavo Musso (saxo alto y soprano) y Martín Pantyrer (clarinete) estarán en el Teatro Nescafé de las Artes el domingo 30 de julio, a las 19:30 horas. Precios entre 54 mil y 25 mil pesos.
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