domingo, agosto 25, 2013

Investigación patrimonial: Revelan las claves de la música que nació con nuestra república

El Mercurio

Luis Merino editó "Prácticas sociales de la música en Chile, 1810-1855", libro que desentraña las raíces de la modernidad en nuestra música.

Romina de la Sotta Donoso

Desde el momento en que Chile se independiza y se establece la República, se produce también la irrupción moderna en la cultura local. La música jugó un rol relevante en ese proceso, según lo demuestra una investigación Fondecyt liderada por el musicólogo Luis Merino, director de la Revista Musical Chilena y académico de la Universidad de Chile.

Merino y sus colegas Rodrigo Torres, Cristián Guerra y Guillermo Marchant -que falleció antes de esta publicación- desarrollaron siete estudios que identifican las claves de ese cambio de paradigma. El resultado es el libro "Prácticas sociales de la música en Chile: 1810-1855. El advenimiento de la modernidad en la cultura del país" (234 páginas, Ril Editores), cuya lectura se articula con 25 ilustraciones sonoras referidas a cada tema tratado, disponibles en www.artes.uchile.cl/musica. Aquí, cuatro claves de este proceso fundacional.

 Música hecha en Chile

Hasta 1850, todas las partituras que se interpretaban aquí eran foráneas. Pero eso cambia, apunta Torres, "cuando nos volvemos parte de un circuito de conciertos públicos y empiezan a llegar artistas viajeros, cuyo mayor punto de comunicación con la audiencia chilena era el Himno Nacional y algún baile local", apunta Torres.

Dos megaestrellas del momento, el violinista italiano Camilo Sivori y el pianista francés Henri Herz, presentaron sus propias zamacuecas, en 1848 y 1850. "Era tal la euforia, que el teatro se convertía en un tablado", dice Merino. Torres complementa: "Era realmente extraño oír una zamacueca en violín, pero esas mutaciones van a ir esbozando la idea de cómo hacer, desde el espacio letrado, música chilena. Algo que retomará, y muy bien, Eustaquio Guzmán".

Zamacueca transversal

Hacia 1820, se inicia una fuerte campaña mediática en contra de las chinganas, epicentro de la zamacueca, pero no logra ni prohibirlas ni erradicarlas. "La élite ilustrada le asignaba al teatro un rol pedagógico de la ciudadanía, el que funciona como espacio de exhibición y de encuentro para ese segmento", explica Rodrigo Torres, autor del capítulo "Zamacueca a toda orquesta".

Sin embargo, la zamacueca terminó siendo incorporada al teatro hacia 1840. "La zamacueca no solo era el epicentro de la fiesta popular, sino también de la fiesta del medio pelo y de la élite, al final de sus tertulias. Apenas entra al teatro, este baile de tierra aparece, en el discurso, como base para la construcción de una idea de nación que se consolida ya para el Centenario", agrega.

De esta transversalidad da fe una crónica escrita por Domingo Faustino Sarmiento en 1842, donde dice que es "el único punto de contacto de todas las clases de la sociedad".

Sonidos sacros

La modernidad también se instala en Chile a través de caminos religiosos, como constatan Guillermo Marchant y Cristián Guerra. El primero destaca la importancia capital de la Catedral de Santiago: al ser la única institución que contaba con una orquesta estable, allí se realizaban prácticamente todos los estrenos de música escrita contemporánea. El segundo, revisa cómo llegan conceptos modernos estrechamente vinculados al protestantismo, cuando empiezan a erigirse sus templos en Valparaíso. Aunque había limitaciones, pues estas iglesias no podían tener campanarios visibles y en ellos había que cantar bajito, los conceptos modernos se difundieron a través de un repertorio propio, y que se sigue interpretando 150 años después.

El espacio público

En 1826, la Sociedad Filarmónica abre al público los conciertos, hasta entonces exclusivos del salón y de los sectores pudientes. "El hecho de que un bien simbólico circule públicamente, es decir, que tenga acceso público, es el primer rasgo moderno", apunta Merino. Para este atrevimiento, agrega, "fue determinante la experimentación liberal en el ámbito político que hubo en la década de 1820".

Y mientras la música empieza a ser incorporada en las funciones de teatro, el salón tiene alcance limitado. "Quise ver cómo se proyectaron, al espacio público, Isidora Zegers y José Zapiola, en cuanto creadores", dice Merino. Para eso, actualizó sus catálogos y revisó cuánto circularon las 26 piezas de Zegers y las 12 de Zapiola: "La obra de doña Isidora nunca se proyectó; se restringió a su cenáculo más íntimo, y Zapiola es su antípoda, era muy conocido".

Entre 1830 y 1840, José Zapiola cubre todos los ámbitos de cultivo de la música de su época: militar, patriótica, de salón, escénica y sacra. Su obra se identificó con el movimiento político-militar republicano. "Su famoso Himno de Yungay corrió en pareja con la Canción Nacional hasta el siglo XX, igual que su Canción a la Bandera de Chile", detalla Merino. Además, como demuestra Cristián Guerra, es un pionero de la crítica musical en el país: es el primer "músico letrado" en ejercerla.

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