El Mercurio
Este 14 de septiembre, el conjunto de cantos y danzas Palomar, creado por la investigadora en 1962, estrenará en el Cine Arte Normandie la obra "Me niegan, pero existo", donde da cuenta de la influencia afrodescendiente en la cultura popular chilena.
IÑIGO DÍAZ
La llamaban La Monona, había llegado desde Lima hacia 1820 y regentaba una chingana cerca de la Casa de Moneda. Su baile de la sajuriana habría sido tan lascivo que fue excomulgada. "La Monona era negra y tenía movimientos de cadera lujuriosos. Al girar, mostraba más arriba de la rodilla. Un hacendado de San Felipe se enamoró de ella, se casó y se la llevó de Santiago. Más tarde, la mató por celos", cuenta el folclorista Osvaldo Cádiz.
"La mató, pero su danzar quedó, y siguió entre las mulatas chilenas. Fueron las mujeres negras las que mantuvieron viva la sajuriana", dice Margot Loyola, compañera de Cádiz a lo largo de múltiples viajes por Chile en busca de tradiciones históricas e identidad popular. "Hemos descubierto, además, que Las Petorquinas del siglo XIX, las famosas cantoras que venían de Petorca, eran mulatas", agrega la maestra de la recopilación y la proyección folclórica que este 15 de septiembre cumplirá 95 años.
Un día antes, Margot Loyola estará sentada en la primera fila del Cine Arte Normandie para ver el estreno de la obra "Me niegan, pero existo" (financiada por el Fondart), que considera a 60 artistas del conjunto Palomar, dirigido por Cádiz. Con un programa de siete partes, el elenco creado por Loyola en 1962 presentará un recorrido escénico a través de cantos, danzas y vestuarios donde se manifiesta la presencia afrodescendiente en diversas fiestas, carnavales y bailes vigentes por todo Chile.
Margot Loyola hizo estos descubrimientos en sus viajes al Norte Grande en 1950 y luego a localidades del Norte Chico, Colchagua y el Maule. Y si bien sus resultados no son académicos ni científicos, sino artísticos, son tan evidentes como los que obtuvo el reciente proyecto "Candela" (Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica), impulsado por el University College de Londres, que investigó la genética de 1.700 personas provenientes de las 15 regiones: un chileno posee en promedio 4% de genes africanos.
"Muchas veces nos dicen 'cómo es que ustedes hablan de los negros chilenos, ¿dónde están?' Yo les contesto, 'sal a la calle a observar'. Nuestros afrodescendientes se han mezclado desde la Conquista y la Colonia, por lo tanto uno puede descubrir rasgos en distinta magnitud en la gente", dice Cádiz.
"El negro ha sido negado y discriminado, y todavía tratado en forma peyorativa. Hemos encontrado dichos como 'negro marcado', porque sus dueños los marcaban, o 'negro romaneado', porque los pesaban en las romanas y los vendían por kilos", dice Loyola. "Ellos fueron muy influyentes en la forma en que se bailó el cachimbo. Es un vocablo que significa 'negro que baila con arrogancia', pero las mujeres aristócratas del norte lo cambiaron a 'persona alta que baila con arrogancia'... ¡no pues, señora!", reclama Loyola.
Entre estas múltiples fiestas, el conjunto Palomar tiene escenificados cuadros como el Tumbe Carnaval, en homenaje a las comunidades ariqueñas Oro Negro y Lumbanga, defensoras de la afrodescendencia; la danza Pisa Pisa, los Morenos de Cavancha, los Zambos Caporales de Calama, el Baile del Negro de San Pedro de Atacama, la Pascua de Negros de Roma, en Colchagua, y las Calaveras de Cauquenes. La investigación se convertirá en un nuevo libro de la nonagenaria Margot Loyola.
-¿Cómo se siente a los 95 años?
"Con la vitalidad de una negra, nomás. Yo sospechaba que en mi familia tenía que haber un negro. Y la hubo: un Loyola se casó con una negra del pueblo de Putú, al otro lado del Maule, frente a Constitución. Eso lo explica todo".
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