El Mercurio
El cerebro, el corazón, las emociones, la conducta. Todos ganan cuando un niño o un adulto se expone ante una obra artística y disfruta de ella. Las vacaciones son un tiempo perfecto para generar espacios familiares donde eso es posible.
Pamela Elgueda
Observar una pintura, escuchar un concierto, seguir los desplazamientos de los bailarines en un escenario o leer un clásico. No importa a qué tipo de arte los seres humanos se expongan o decidan apreciar, porque no sólo sentirán el goce estético de disfrutarlo, sino también beneficios que tocan aspectos cognitivos, emocionales, sociales e, incluso, de salud.
El corazón, el cerebro, la concentración, las habilidades sociales, la expresión de las emociones y la conducta se ven favorecidos tanto al practicar una disciplina como al convertirse en un espectador o receptor constante de ella.
"En general, vivimos muy estresados y tendemos a buscar una recompensa comprando cosas, cuando se pueden liberar las mismas endorfinas, pero con actividades que pueden dar un beneficio y que activan otras áreas del cerebro, como las artes", dice Jimmy Stehberg, neurobiólogo del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Andrés Bello.
Cerebro contento
Un primer efecto que, probablemente, quienes se han expuesto a una obra de arte conocen es una baja en la ansiedad. "Uno puede pensar que, en personas normales, la música, la observación de un cuadro o una escultura, por ejemplo, permiten activar áreas cerebrales que están asociadas al placer. Es claro que uno tiene una sensación de recompensa cuando escucha determinada música y en el caso del arte lo mismo, uno se encuentra con obras tan bellas que relajan y desconectan de la realidad. Y todos esos son efectos que las personas podrían aprovechar para tener una mejor calidad de vida", propone el neurobiólogo.
El cerebro también sería otro beneficiado. Un estudio presentado en 2012 por científicos italianos indagó en la recuperación de 192 personas que habían sufrido un infarto cerebral. Ciento cinco de ellos dijeron disfrutar con frecuencia de la música, la pintura y el teatro, mientras que los otros 87 declararon no tenerles ningún aprecio.
Al analizar la recuperación conseguida por ambos grupos, los investigadores de la Universidad de Tor Vergata (de Roma) se encontraron con que los "amantes" del arte reportaban tener más energía, mejor estado de salud general y mejor movilidad que los indiferentes de las manifestaciones artísticas. También se declararon más felices, menos ansiosos, con mejor memoria y comunicativos.
La explicación para este mejor estado general de salud estaría en la exposición al arte durante toda la vida. Eso, según el doctor Ercole Vellone, miembro del equipo investigador, porque la apreciación del arte provocaría cambios en el cerebro, que permitirían recuperarse mejor y más rápido de una lesión. En el caso de quienes, por ejemplo, escuchan su música favorita durante el período posterior a un accidente cerebrovascular, los efectos serían un mejor ánimo producto de la mayor liberación de dopamina, que es la que provoca las sensaciones de placer.
Otros estudios, comenta Jimmy Stehberg, han mostrado beneficios a nivel cardiovascular asociados al ritmo de la música y su sincronización con la frecuencia cardíaca. Sin embargo, advierte que en este tema, en particular, aún hay debate acerca de si tiene sentido o no ese efecto.
Emociones y conducta
Donde la experiencia muestra que las artes sí tienen un efecto claro es en la educación. Desde que partió, en 2001, que el Centro de Estudios y Desarrollo de Talentos Penta UC, destinado a niños académicamente brillantes de la educación pública y subvencionada, ofrece a sus participantes talleres artísticos y deportivos, además de los cursos científicos. Entre el 28% al 30% de ellos, anualmente, acepta la invitación a hacer arte.
Ana López, psicóloga, licenciada en Estética y jefa de Coordinación Docente de Penta UC, explica que la oferta de actividades artísticas ha ido variando a través del tiempo que lleva este programa. El que se ha mantenido hasta ahora es el coro, al que este año se unirá el taller de banda de rock, pedido por los mismos alumnos.
"Los niños que asisten al programa son muy intensos emocionalmente. Como tienen estas habilidades cognitivas más elevadas, las reflexiones que pueden hacer desde muy chicos son mucho más profundas que las de sus pares. Entonces, las artes funcionan muy bien como vehículo para la expresión y la reflexión de esas mismas emociones que ellos tienen", explica la psicóloga.
Este tipo de talleres también les permite aprender a desenvolverse en público, les exige saber trabajar en equipo, les ayuda a socializar y a tolerar la frustración.
Con escolares distintos, en Estados Unidos probaron la fuerza de la percusión para ayudar a desarrollar competencias sociales y emocionales en alumnos de 5° básico de una escuela de Napa, en Los Angeles. Un centenar de niños latinos, diagnosticados con problemas de conducta, déficit atencional, ansiedad, trastorno de oposición e incluso estrés postraumático, fueron parte de una investigación en la que un monitor les enseñó a tocar tambores. Y mejorar su bienestar general.
La idea era que llevar un ritmo con estos instrumentos les ayudaría a aprender a concentrarse y mejorar su capacidad de atención, ya que además de tocar, los niños iban repitiendo en silencio afirmaciones como "yo soy responsable. Hago lo correcto".
Las clases, que duraban 45 minutos y se extendieron por tres meses, incluyeron también técnicas para manejar la ira, aumentar la autoestima y las conductas positivas. Los resultados: los profesores de los niños declararon una mejora en los participantes del taller y también en sus compañeros de curso.
Con toda esta evidencia, ¿por qué no aprovechar las actividades culturales del verano y darle, así, bienestar al cuerpo, al alma y la convivencia familiar?
Para el disfrute en familia
A todos les hace bien el arte. Y no hay edad para deleitarse con sus diversas expresiones. "Lo primero es decirles a los niños que todos somos seres distintos que tendremos reacciones diferentes ante una misma obra", parte diciendo María Irene Alcalde, curadora de la colección del Museo de Artes Visuales (MAVI).
Lo segundo es pedirle al niño que piense en la obra y en lo que ahí ve. "Recuerdo a una mamá que mientras miraba un cuadro con su hijo, lo instaba a pensar en lo que veía de distintas formas: ¿Es un lobo vestido de oveja o será al revés?, le proponía, y el niño comenzó a hacer una serie de interpretaciones muy creativas", recuerda.
La propuesta que el equipo educativo del MAVI ha diseñado para recibir a su público escolar es la de proponerles mirar la obra no sólo desde el punto de vista de la forma, sino también del contexto histórico y social en que fue creada.
María Irene Alcalde junto a Paula Caballería, coordinadora educacional del MAVI, dan estas sugerencias.
Arte pictórico:
"La Gioconda", de Leonardo da Vinci
Proponerle contemplarla durante varios minutos. Desde arriba, desde abajo, probar si es cierto que los ojos lo siguen, qué le dice la sonrisa, si la puede imitar. Luego, ir a aspectos como la importancia del retrato en esa época, que se usaban como una validación social, y pensar cuál es su símil en el siglo XXI. Recordar que el fondo es importante, porque Da Vinci estaba en pleno análisis de la perspectiva. ¿Dónde está ubicada ella? ¿Frente a una ventana? ¿En qué piso?
"La Ronda", de Henri Matisse
Pedirle al niño que se fije en la perspectiva de este cuadro, porque este pintor francés lo que está haciendo es plantearse la pintura en dos dimensiones, lo que requiere mayor abstracción. Él no quiere representar la realidad, quiere decir otras cosas en sus obras y de ahí nace otra pregunta: ¿Qué crees que el artista quiere decir con esta pintura?
Obra de Matilde Pérez
Una artista chilena, cultora del arte cinético. Ella hace al observador un ser activo, porque tiene que moverse de posición para mirar sus cuadros y al hacerlo verá formas y ritmos diversos, en los colores y formas. También porque ella rompe ciertos aspectos acerca de la obra de arte, partiendo porque no tiene que ser única. Y por eso ella repite la misma imagen desde distintas formas y técnicas.
Música:
Recomendaciones de Juan Pablo Izquierdo, director titular de la Orquesta de Cámara de Chile del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, y Rubén Sierra, profesor de la cátedra de Violín del Instituto de Música de la U. Católica.
Sinfonías de Ludwig van Beethoven
Ahí está todo el pensamiento del mundo occidental y son fáciles de recordar para cualquier persona. Decirles, por ejemplo, que escucharán la Quinta Sinfonía, y preguntarles si saben cuál es y cómo suena. Al escuchar los primeros compases la recordarán y querrán seguir adelante por la emoción que les provoca. Claro que se recomienda no saturar. Otra sugerencia: preguntarles si lo que están escuchando les recuerda otra pieza y pedirles que la tarareen.
Sinfonía de los Juguetes, de Franz Joseph Haydn
Una obra lúdica y descriptiva. Pedirles que reconozcan los sonidos de los instrumentos y qué se imaginan que representa cada uno.
"Las cuatro estaciones", de Antonio Vivaldi
Muy similar a la anterior. Obras lúdicas y descriptivas, donde pueden imaginar el canto de los pájaros y pueden identificar a qué estación del año representa cada una.
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