El Mercurio
Después de dos años en Alemania , el curicano se definió como cultor del piano trío. “Far away”, “Mixture” y “Dadinirt” completan la trilogía.
IÑIGO DÍAZ
El chileno Sebastián Castro cerró su paso por Múnich con un categórico promedio 1 en los tres exámenes del máster de piano jazzístico que cursó allí: en Alemania, la escala de puntuación es inversa y la peor nota es el 5. “Todavía hay gente acá que se sorprende cuando digo que me saqué puros unos”, bromea.
Castro (1988) es un nombre destacado de la generación de jazzistas de los años 10. No solo apareció como sideman en cuartetos y quintetos, sino que abrió el espacio para sus propios proyectos. “Toqué con mi trío en la radio Valentín Letelier de Valparaíso y me vine a Santiago a recoger las maletas, porque me iba a Alemania”, recuerda sobre la única ocasión en que presentó en vivo “Forastero” (2018).
“Su título representaba lo que iba a ocurrir, cuando dejamos atrás Chile con mi mujer, que es flautista clásica, para buscar una vida allá”, refiere. Los resultados fueron favorables al punto que, hoy, Castro se encuentra presentando una saga de tres álbumes.
“Far away”, “Mixture” y “Dadinirt” son discos cuyo hilo conductor es ese paso por Alemania, pero fundamentalmente unidos por la narrativa que representa el trío contemporáneo de jazz. “El piano es el instrumento de Alemania. Existe toda una cultura del piano allá. Cada familia tiene uno y hasta los que no son músicos lo tocan. El que menos sabe, toca corales de Bach o sonatinas de Mozart”, dice Castro. “Eso me llevó a sentir su efecto sonoro en el cuerpo, porque las vibraciones pasan por ti. En Chile yo di conciertos en pianos, pero practicaba en teclados”, dice.
Cada disco de la trilogía está relacionado con uno de aquellos exámenes en que Castro obtuvo un 1. “Far away” se grabó con músicos de renombre en Múnich, el eslovaco Peter Cudek (contrabajo) y el austríaco Christian Lettner (batería). “Yo había compuesto música que me conectaba con Latinoamérica, pero salió algo muy distinto. Escribí un huayno que ellos no podían descifrar. Naturalmente se dio otra cosa, que terminó siendo mejor”, dice.
Si a esos músicos Castro los descubrió en la noche en los clubes, quienes lo acompañaron en “Mixture” fueron jóvenes compañeros de sus clases diurnas. Allí se rodea por el mongolés Munguntovch Tsolmonbayar (contrabajo) y el chino Zhitong Xu (batería). Su último trabajo, “Dadinirt”, está en etapa final. Toca con los chilenos Milton Russell (contrabajo) y Juan Pablo Jaramillo (batería), sus compañeros de una afiatada sección rítmica en varios proyectos de jazz local.
“Debido a la pandemia no se ha terminado aún, pero esta fue la música que toqué en mi concierto final para el máster en Alemania, que fue a distancia. Lo similar es que me saqué un 1; lo nuevo es que toqué a piano solo. Por primera vez estoy explorando esa faceta de improvisación abstracta en solitario. Y eso es un mundo nuevo”, cierra.
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