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lunes, agosto 10, 2020
La travesía de una arpillera: Chile recupera obra de Violeta Parra
El Mercurio
Estuvo en un sótano durante décadas, después de exhibirse en el Museo del Louvre. Ahora, “La rebelión de los campesinos” se suma a la colección del Museo Violeta Parra gracias a la gestión inicial de Ruth Valentini.
Daniela Silva Astorga
Abandonó su taller en Ginebra para instalarse en Saint-Prex (o Basuges, como se llamaba antes). Comenzaban los años 60 y en ese pueblo, a orillas del lago Léman, Violeta Parra (1917-1967) tenía donde continuar su periplo por Europa: la residencia de su amigo Charles-Henri Favrod (1927-2017). El periodista, escritor, fotógrafo y activista por la descolonización de Argelia le ofreció una habitación en la parte más alta de su castillo. Ahí trabajó sin cansancio ni distracciones en su obra plástica. Tejió, bordó e hizo cabezas con papel maché. También cantó canciones de cuna para los hijos de la familia hasta que, nueve meses después, decidió partir.
Enero de 2020. Ruth Valentini —viuda de Ángel Parra, hijo de Violeta— se refugia del frío parisino en su casa de Providencia cuando recibe un correo de su amigo Michel Bühler. El músico le cuenta su última conversación con Xavier Veuthey, conocido suyo, y el relato se torna crucial cuando menciona a Charles-Henri Favrod. “Me dice que Veuthey veía la sucesión testamentaria, y que estaba programada una subasta de todos los bienes del castillo de Saint-Prex. Muebles, cuadros, fotos, documentos y una arpillera de Violeta Parra. Escuché esto y rápidamente me puse en contacto con él”, recuerda Valentini, al teléfono desde Francia.
Era una de las arpilleras más relevantes de Parra: “La rebelión de los campesinos”. La expuso en el Museo del Louvre (1964), y conversó sobre ella con la periodista Madeleine Brumagne durante el registro del documental “Violeta Parra, bordadora chilena”, rodado por la Televisión Suiza. Y esa fue una de las últimas apariciones públicas del bordado. Después, su rastro se perdió: estuvo durante 60 años en el sótano del castillo de Saint-Prex.
“No podía irse a venta —afirma Valentini—. Le insistí a Xavier Veuthey que debía sacarla inmediatamente de la subasta. Me parecía evidente que la arpillera debía ser patrimonio del Museo Violeta Parra. Le pedí que los herederos la donaran. Se negaron. Su argumento era que existían coleccionistas suizos dispuestos a comprarla”. Días después, el encargado de la sucesión invitó a hacer una oferta.
Todavía en Santiago, Valentini fue al Museo Violeta Parra y, en medio de los vestigios del incendio, le reveló el hallazgo a Cecilia García-Huidobro, directora de la institución. “Su ánimo se transformó: pasó de la desesperanza a una increíble alegría. Me contó que hace años buscaba esa arpillera y desde entonces se hizo cargo de la gestión”, rememora Valentini.
Tras 150 días de trámites, la obra viajó a Santiago hace un mes. Valentini siguió en la misión hasta que Veuthey entregó la pieza, adquirida por la Fundación Museo Violeta Parra, al embajador de Chile en Suiza, Manuel Francisco Gormaz.
“Ahora esta arpillera les pertenece a todos los chilenos. Era muy importante recuperarla. Sabíamos de ella porque se exhibió en el Louvre, sin conocer su paradero”, comenta Cecilia García-Huidobro. La directora del museo cuenta, además, que este gasto fue posible gracias a los ahorros que han hecho al estar cerrados, debido a los incendios que sufrieron durante el estallido y la pandemia. Y los fondos vienen de la asignación del Ministerio de las Culturas.
“Este hallazgo nos da mucho ánimo para seguir adelante. Significa que estamos vivos”, afirma la presidenta del directorio de la fundación, Carmen Luisa Letelier. “Que aparezcan obras que se creían perdidas en Europa es muy impresionante, porque demuestra el poder de atracción que ejerció Violeta Parra en todas partes. Estamos muy contentos. Siempre los museos deben tratar de aumentar su patrimonio y más en este caso, pues es único y no tan abundante”, añade. Hasta ahora, la Fundación Museo Violeta Parra había comprado un retrato del historiador Leopoldo Castedo, que la artista hizo con pintura. Pero su colección ha crecido además por donaciones. Una de las más relevantes es la de Madeleine Brumagne. Cedió una arpillera, una pintura y un papel maché.
El proyecto es exhibir “La rebelión de los campesinos” apenas sea factible. Mientras el museo no se reconstruya —“estamos en el trámite con los seguros”, recuerda Letelier—, se usará otro espacio cultural. “Este fue un proyecto país. Es una maravilla que la obra esté ya en Chile y que sea patrimonio de todos”, cierra García-Huidobro.
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