El Mercurio
Desde su confinamiento en Buenos Aires, la cantante habla sobre el privilegio de poder recluirse, adelanta el que será su primer concierto vía streaming y destaca la importancia de que las mujeres cuenten su propia historia. “Me han hecho mansplaining , y mucho”, dice.
Por Nicolás Lazo Jerez. Fotografías: Yvonne Venegas.
En la voz de Julieta Venegas todavía no hay ningún rastro de acento argentino. Aunque la cantante y compositora mexicana está radicada en Buenos Aires desde hace tres años, su forma de hablar —rápida y enérgica— es la de siempre.
—No se me pega y, si intento imitarlo, me sale fatal —dice riendo desde su casa en esa ciudad, donde vive con su hija Simona, de 10 años—. Creo que me sale mejor el chileno.
Cuando se desató la emergencia sanitaria, que ha tenido a la capital argentina en un largo confinamiento, el encierro que Julieta buscaba antes para desplegar su proceso creativo se volvió, de repente, una obligación.
—Una cosa es elegirlo y la otra es que se trate de algo impuesto. Últimamente pienso mucho en eso. Por ejemplo, no tenía ganas de viajar tanto pero, ahora que no puedo, no sé si me gusta mucho la idea. Elegir las cosas es diferente a no poder hacerlas.
En ese contexto, cuenta, su ánimo ha pasado por distintos estados.
—Siento que he vivido varias cuarentenas. He tenido momentos muy positivos, reflexivos; y tengo otros momentos muy para adentro. Pero lo que sí creo es que nos toca rescatar algo de esto para nuestra vida.
—¿Qué ventaja podría dejarnos esta nueva vida más simple, casi ascética?
—Un freno a todo el mundo nos viene bien. Pero es muy complejo, porque no todos están viviendo la misma cuarentena. Hay gente que no tiene la posibilidad de quedarse quieta y decir: “Voy a reflexionar, voy a leer”. No, tienen que pensar cómo poner comida en el plato todos los días. No puedo tampoco ponerme demasiado filosófica. Me preocupa el colectivo. Lo bueno es que están surgiendo muchas campañas de donación. Ahora en México lanzamos una para ayudar a los técnicos de los shows.
—La reflexión en este momento parece un lujo, ¿o no?
—Totalmente. Más bien, tenemos que empatizar un montón. Por un lado, sí creo que nuestras vidas estaban guiadas por una aceleración que, a veces, ni siquiera nos dejaba disfrutar nada. (…) Pero, por otro lado, yo no puedo decir que ahora todo está tranquilo. Hay que mirar alrededor.
Su traslado desde México, en 2017, se produjo durante otra crisis, una de carácter personal que consistió en un profundo replanteamiento de su ritmo de trabajo.
—Recurrí a la composición de otra manera a como lo había hecho en los últimos años. Y fue lindo reencontrarme con la escritura de canciones desde otro lugar, como alguien que se reconstruye con lentitud.
Con la llegada de la pandemia, dice, ese método nuevo se convirtió en una especie de terapia artística, la que combina con un ejercicio diario que considera fundamental: la lectura. El entusiasmo se apodera de ella cuando repasa sus hallazgos literarios más significativos del último tiempo, como las crónicas de la periodista española Guiomar Rovira, las novelas del argentino Pablo Katchadjian y la poesía de Raúl Zurita, a quien descubrió durante la cuarentena. Su pareja, Pablo Braun, dueño de la librería y editorial Eterna Cadencia, la provee de novedades.
—Para mí, la lectura es toda forma de entretenimiento. Si no tengo unas horas al día para hacerlo, me siento rara.
Factor humano
Dada su afición por la literatura, no es extraño que Julieta Venegas haya elegido una librería bonaerense —aún por confirmarse— para el concierto que dará vía streaming el sábado 22 de agosto, a las 20 horas de Chile.
—Siempre decimos que la tecnología es fría; lo opuesto a la creatividad, al amor —manifiesta—. Pero esto es lo que tenemos. Es un medio para conectarnos.
La reinvención que la cantante ha experimentado en los años recientes estuvo marcada por su acercamiento al teatro, lo que la llevó a actuar en la aplaudida obra “La enamorada”, del dramaturgo y director de cine argentino Santiago Loza. Habituada al escenario, Julieta confiesa que no deja de sorprenderla “el hecho de remover cosas en las personas sin que puedan controlarlo”.
—Ese es un texto para presentar en lugares muy chicos, donde escuchaba a la gente riendo y después llorando. Y eso es muy bonito.
—Su concierto, en cambio, no tendrá ese factor presencial.
—Puede que yo no me sienta tan cómoda, puede que la gente lo sienta de otra manera, pero vamos a descubrir cómo es. Hay algo ahí que vuelve a lo humano, que vuelve al “aquí estamos”. Eso es lo que me emociona de este show.
Su comodidad, probablemente, está garantizada: ese día tocará, al igual que en su casa, rodeada de libros. Ella plantea que la relación entre canciones y literatura forma parte de su identidad, algo de lo que dio cuenta en la Filba 2019, cuando pronunció la conferencia “Ser bilingüe: entre la poesía y la música”.
—¿Cuál de las dos expresiones es su lengua nativa?
—Me cuesta mucho trabajo separarlas. Siento que me hice lectora al mismo tiempo que me hice compositora. No sé cómo me hubiera hecho compositora de canciones si no me hubiera hecho lectora empedernida. Cuando me vine a vivir a Argentina, dije que me iba a sentar a escribir, a ver qué pasaba. Y no, ni siquiera me da por eso si no tengo el elemento musical. Necesito escribir canciones. Es mi manera, mi instrumento.
Mansplaining
Uno de los versos de su canción “Mujeres”, estrenada este año e interpretada junto a una banda filarmónica de Oaxaca, contiene un mensaje sobre la importancia de que las mujeres se representen a sí mismas: “No intentes contar esta historia / mi presente, mi pasado”.
—¿Le ha pasado que los hombres traten de hablar por usted?
—Sí, me han hecho mansplaining, y mucho. Soy una mujer de mi generación. Y ya ni siquiera es una cosa intencional. Eso es lo lindo de los últimos dos o tres años. Nos estamos sentando a decir: “Esto que siempre yo había dado por hecho no está bueno”.
Respecto a la idea de testimonio femenino que aborda la canción, ella profundiza:
—La historia de las mujeres no está bien contada. Si te fijas, muchas figuras femeninas están siendo desenterradas en la música, en la literatura, en todos lados. Hacerlo es resaltarlas de otra manera, porque todo el mundo nos ha mostrado a las mujeres de una manera muy patriarcal.
—¿Hay alguna escritora chilena que llame particularmente su atención?
—Me parece un gran momento para revisar la figura de Gabriela Mistral. Es una figura muy interesante, una mujer muy rompedora, y ahora está bueno volver a encontrarse con ella. Violeta Parra, ni se diga. Son figuras muy fuertes que, a lo mejor, en su momento eran convertidas en otra cosa.
Y agrega:
—En este momento, el tema del feminismo aún es incómodo para mucha gente. Pero nos toca hacer esto. Estaría genial que los hombres también lo hagan. Muchos sí se están dando cuenta. Otros, por la cantidad de violencia contra las mujeres que hay, evidentemente no. Están muy comidos por esa imagen patriarcal, pero yo creo que es un gran momento para regenerar ideas e historias.
Una de esas historias que le interesan es la de las mujeres de Chiapas, México, que durante las últimas décadas han transformado su manera de ver el mundo gracias al influjo del movimiento zapatista, y que cuestionan las estructuras de género y el sistema económico.
—Por desgracia, ante cualquier crítica contra el capitalismo (la reacción) es que eres comunista, eres del otro bando.
—¿Se ha sentido presa de esa lógica polarizada?
—Me gustaría que alguien con conocimientos de economía se siente y proponga una tercera opción. Debe haber más imaginación política, y sí podemos hacer una crítica. (…) Los países no se crean solamente con políticos. ¿Cómo llegamos a este mundo que tenemos? Hay que volver a pensar cómo guiar nuestra realidad.
—¿Qué opinión le merece la gestión del Presidente López Obrador?
—De las opciones que teníamos cuando fue elegido, era el más prometedor. México es un país de mucha desigualdad y está bien atender la corrupción, pero hay cosas que no termino de entender. Su manera de tratar el tema de las mujeres me parece fuertísimo, porque pareciera que está negando la realidad. (…) Dice que no hay más violencia hacia ellas en la pandemia, cuando estás viendo que creció el porcentaje. O dice: “La pandemia aquí no está llegando”, y estás viendo la cantidad de muertos. Tenemos que darle tiempo, pero no diría que todo está perfectamente. No sé cómo responder sin parecer que me estoy posicionando desde un lugar fijo.
Los invisibles
“He visto con mucha preocupación lo que pasa en Estados Unidos”, comenta Julieta Venegas sobre los casos de abuso policial que originaron protestas masivas contra el racismo en ese país. Pero advierte:
—Miremos también nuestros países. Tenemos mucho racismo en México, en Chile y en todos los lugares donde conviven distintas culturas. Toda la población indígena, todo lo que es moreno, es invisibilizado. Esa cuestión de la blancura como superioridad es algo que tenemos muy adentro. Si estas personas no son vistas, muchos piensan que no existen. Es importante verlas: que estén, que hablen.
—¿Se siente con la responsabilidad de manifestar una posición ante estos temas?
—No quisiera convertirme en una “opina todo”. Pero sí puedo decir que esto es tremendo. A Chile lo siento muy cercano. Cada vez que pasa algo ahí, me afecta; quiero entenderlo, quiero saber lo que está pasando. La invisibilidad genera racismo, y el pueblo mapuche es invisible para mucha gente. Lo mismo digo para México: las diferentes comunidades indígenas son invisibles, y hay que comenzar a pelear porque no lo sean.
—A México cada día lo asociamos más a la violencia del narcotráfico.
—Lo vivo con una gran tristeza, con mucho dolor y con un montón de miedo. Aunque no esté viviendo ahí, es mi país. Vivo todo como en carne propia. Y con los años, parece que (el problema) crece cada vez más. ¿Cómo es posibe que hayamos llegado a este punto? Quiero pensar que habrá una solución, pero no sabría decir cuál.
Por estos días, la cantante alterna los ensayos para su próximo concierto virtual, la composición de canciones nuevas y el apoyo a su hija en los trabajos escolares.
—Es muy chistoso, porque (en cuarentena) siempre piensas que tienes todo el tiempo libre. Y no, siento que se va todo muy rápido.
Sin embargo, también se da el espacio para otras actividades, para las cuales la comunicación telemática ha sido indispensable: los domingos se reúne virtualmente con su familia de Tijuana y los miércoles lo hace con sus amigas mientras se toma un mezcal. Además, se inscribió en un taller de yoga y en otro de poesía.
—En noviembre cumplirá 50 años. ¿Tienen algún significado para usted los números redondos?
—Hay que romper la invisibilidad de las mujeres después de los 50, porque eso también existe. Yo quiero sacar un disco, quiero estar de gira, generar una visibilidad linda. Antes siempre pensaba qué iba a pasar (musicalmente) a esa edad, y me decía que iba a estar muy mayor. Y lo estoy pasando muy bien. No en el sentido frívolo; me siento súper asentada en esta edad y contenta de cumplirla.
Julieta Venegas tiene ganas de festejar esta etapa.
—Yo nunca celebro mi cumple. Siempre decía que hiciéramos algo chiquito con la gente más cercana, con mi hija, con mi pareja. Pero ahora sí quería hacer una fiesta, bailar con mis amigas. No sé si lo pueda hacer. Capaz que lo haga por Zoom.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario