El Mercurio
Cuarenta años después de haber sido descubierta, el etnomusicólogo Rafael Díaz comprobó que perteneció a la cultura tiwanaku y que no tiene nada que ver con los aerófonos altiplánicos conocidos hasta ahora.
ROMINA DE LA SOTTA DONOSO
Lleva décadas en el Museo Padre Le Paige, en San Pedro de Atacama. Pero acaba de descubrirse su verdadera importancia. "Es el único ejemplar de flauta traversa originaria de América encontrado hasta ahora", dice el etnomusicólogo y compositor Rafael Díaz. El hallazgo lo efectuó en su proyecto Fondecyt "El imaginario aborigen de la música chilena indigenista", y lo anunciará a la comunidad científica en una revista especializada norteamericana.
El aerófono mide 36,5 centímetros de largo y tiene cinco agujeros. Fue encontrado en 1969 por Gustavo Le Paige en un gentilario (tumba de no católicos) de San Pedro de Atacama.
Con apoyo del director del museo, Hans Gundermann, y de su asistente de conservación, Jimena Cruz, Díaz estudió los objetos que acompañaban a la flauta en la tumba. Una cerámica negra les indicó que su dueño vivió entre el 600 y el 900 D.C., época de esplendor de la cultura tiwanaku; un martillo de piedra, que era minero, y una cabeza de llama, que también era chamán
"Era muy requerido en actividades rituales y de sanación, por sus poderes especiales de supraconciencia, la que inducía a través de medios como la música", explica Díaz, profesor del Instituto de Música UC.
"Mi hipótesis es que ésta es la única genuina flauta traversa precolombina", anuncia, y asegura que su desaparición fue multifactorial: "Después del 900 D.C., el decaimiento del imperio tiwanaku debilitó su influencia cultural en San Pedro y se perdieron las prácticas chamánicas. Además, como esta flauta no posee un volumen sonoro prominente, no servía para situaciones carnavalescas. Fue reemplazada por el pífano -flauta traversa- altiplánico, que es una adaptación del pífano militar europeo, de mayor sonoridad y más fácil de producir, pues se fabrica con caña".
Mitos falsos
La investigación de Díaz derriba varios mitos. "La mayor parte del tiempo se ha escrito que los aerófonos del área surandina son todos de caña o cerámica. Pero el ingeniero bioquímico Jaime Emeres realizó un análisis de microscopía de barrido que reveló que esta flauta está hecha de madera de un árbol de la Amazonía boliviana llamado paquío. Es decir, sí existía una madera precolombina susceptible de ser utilizada para la fabricación de tan delicados instrumentos", aclara.
También desestima ciertos credos académicos: "Por siglos se ha hablado de la dependencia de Latinoamérica de los cánones europeos en lo que respecta a manufacturas e ideofacturas, visión que la flauta traversa de tiwanaku contradice, pues demuestra que esta cultura desarrolló sus propios cánones organológicos, y en el caso de este prototipo, varios siglos antes de que se estableciera una industria similar en Europa".
Díaz, que quiere recuperar la sonoridad y el sentido ritual de la flauta tiwanaku, le pidió al luthier Cristián González que construyese cuatro réplicas. Y está componiendo una obra que será estrenada por Ensamble Antara, que lidera Alejandro Lavanderos.
Desaciertos anteriores
Existen dos referencias previas de la flauta tiwanaku. En la Revista Musical Chilena, María Ester Grebe dijo que era de caña y le asignó origen incaico. En los 80, el Museo de Arte Precolombino la integró en una muestra y José Pérez de Arce mencionó la cantidad de agujeros y su procedencia. Se detalló, además, que estaba conformada por dos mitades amarradas, y que no sonaba. "No suena porque está rota, alguien debe haberla pisado. Y por eso mismo está unida con hilo de coser moderno", explica Rafael Díaz.
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