El Mercurio
Después de haberse desarrollado en los márgenes de la industria -con fiestas clandestinas y drogas-, este género hoy está dominado por una red de promotores independientes cuya valoración hoy es millonaria.
Por Ben Sisario.
Durante un viernes del pasado mes, 60 mil entradas, a US$ 100, se pusieron a la venta para un megafestival de música electrónica en el estadio MetLife, en East Rutherford, Nueva Jersey. Ni siquiera se anunciaron quiénes tocarían.
Todo se vendió en tres horas.
El festival con seguidores tan fervientes es el Electric Daisy Carnival, un evento de dos días que se realizará el próximo mes y que está dedicado al nuevo género de la industria de conciertos: la música electrónica bailable. Por mucho tiempo considerado marginal y que subsistía en clubes y fábricas abandonadas, ahora es una atracción para públicos masivos, con un circuito de festivales y márgenes económicos sumamente interesantes que están atrayendo a Wall Street.
Para una industria cada vez más dependiente de estrellas que envejecen, como Bruce Springsteen, Madonna y los Rolling Stones, la seducción de un género con figuras nuevas y una audiencia gigantesca es innegable.
"Si tienes entre 15 y 25 años esto es tu rock 'n' roll", dice Michael Rapino, jefe ejecutivo de Live Nation Entertainment, el promotor de conciertos más grande del mundo.
Dos semanas atrás, 165 mil fanáticos fueron al festival de Ultra Music, para disfrutar de las pulsaciones de los bajos y palos fosforescentes en la oscuridad. Números similares se han visto en Los Angeles, Las Vegas y Dallas. Con el boom , también han estallado las tarifas de los artistas. Los DJ como "Deadmau5", "Tiesto" y "Afrojack" pueden llegar a cobrar un millón de dólares por una sola aparición y hasta US$ 10 millones por ir a un club en Las Vegas, dicen los agentes de talento.
Después de haberse desarrollado en los márgenes de la industria, la música bailable electrónica -ondas de alta energía de sonido mecánico que, en su mejor momento, crean una experiencia comunitaria entre un mar de extraños- está dominada por una red de promotores independientes.
Estos incluyen "Insomniac", que representa al festival "Electric Daisy Carnival"; "Hard Events", otro promotor a nivel nacional en Estados Unidos; "Ultra", cuyo festival en Miami se ha expandido a Brasil, Argentina y Polonia y, "Made Events", el promotor detrás del festival Electric Zoo, en Nueva York.
Este éxito ha atraído a un puñado de potenciales inversores, algunos de la misma industria de la música y otros externos. En el primer grupo están Live Nation y A.E.G Live, dos de los mayores promotores.
Los externos incluyen a Ron Burkle, el magnate de supermercados que hizo un intento fallido el año pasado por comprar Warner Music Group y el magnate de los medios Robert FX Sillerman.
Para estos inversores nuevos entrar en el negocio de la música electrónica bailable no es una fiesta. Determinar el valor de las empresas que promueven estos eventos es difícil y hay riesgos implícitos cuando se hace un evento musical para decenas de miles de personas.
En el Electric Daisy Carnival, de Los Angeles, hace dos años, una niña de 15 años murió de una sobredosis de droga; en el mismo evento, en Dallas, al año siguiente murió un joven de 19 años y más de dos docenas de personas fueron hospitalizadas por drogas, alcohol y molestias relacionadas con el calor.
Las conversaciones con inversionistas pueden estar sólo en la fase exploratoria. Sin embargo, para un género musical que no hace mucho se asociaba con lugares secretos y drogas, es un desarrollo sorprendente y las cantidades de dinero involucradas también. De acuerdo con personas que han estado en las conversaciones, las ofertas de compra para los mayores promotores han oscilado entre US$ 20 millones y US$ 60 millones.
"Se siente como la era puntocom", dijo Joel Zimmerman, un agente de William Morris Endeavor, quien contrata a muchos de los actos electrónicos más importantes. "Hay una especie de fiebre del oro, con muchos afuerinos mirando hacia adentro".
La música electrónica bailable ha estado con nosotros por décadas, pero sólo en los últimos años ha pasado a tener una audiencia lo suficientemente grande como para sostener giras a gran escala. En diciembre pasado, Swedish House Mafia se convirtió en el primer DJ en actuar en el Madison Square Garden.
Mientras las ventas de discos de música electrónica son relativamente bajas -incluso los álbumes recientes más grandes, como "Nothing But The Beat", de David Guetta, rara vez venden más de 300 mil copias-, el sonido se ha filtrado en la radios pop a través de músicos como Lady Gaga, Rihanna y Katy Perry. En los premios Grammy de febrero, Skrillex ganó tres.
Sin embargo, un matrimonio entre los DJ y los inversionistas multimillonarios puede resultar difícil. La música en vivo es un negocio arriesgado y de bajo margen para los promotores. Entradas demasiado altas o demasiado bajas, por ejemplo, pueden hundir una empresa, por lo demás exitosa. La música electrónica también se enfrenta a la pregunta de moda: ¿Perdurará su popularidad en esta ocasión o se diluirá como lo hizo en la década de 1990, cuando se llamaba la electrónica?
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