lunes, abril 30, 2012

La chilena que lanzó a Bob Dylan

Revista El Sábado

El artista canta el miércoles en Chile y trae con él una carrera de casi 40 discos y la marca de ser uno de los mejores letristas de la historia. su camino empezó hace 41 años en un pequeño café de Nueva York regentado por la chilena Juanita Rieloff, quien le dio sus primeras oportunidades de tocar en público. Acá, por primera vez, su historia. 

Rodrigo Fluxá

Y Dean Schambach, en medio de un bosque en Woodstock, con casi 80 años, toma aire y recuerda:
-Una tarde un tal Bobby Dylan apareció en el Gaslight. Y Juanita le dijo: Veamos si puedes tocar algo. Y él se puso a afinar su guitarra. Yo lo veía todo desde la cocina: estaba arreglando algo. No encontré que cantara lindo, ni que tocara bien, pero le venía del corazón. Era imposible no notarlo.

¿Quién era Schambach?
Un carpintero, gásfiter, aspirante a actor al principios de los 60 en Nueva York.

¿Quién era Juanita?
Él responde:
-Era el amor de mi vida.

Juan Alberto Rieloff fue un reconocido constructor de casas, pionero en Chile de las viviendas prefabricadas, que, por sus dotes, conoció personalmente a tres Presidentes. Era también hijo de inmigrante alemán, esposo de Elizabeth Nielsen y padre de siete hijos.  Vivían  en lo que hoy es el límite entre La Florida y Macul, pero que en los años 40 eran enormes parcelas, casas de campo. La mayor de las hijas, Juanita, nació en 1933 en Valdivia. Ya en Santiago estudió internada con las Monjas Pasionistas. Cuando cumplió 14 dejó el colegio, después de varios choques con las religiosas. A su papá no le importó mucho: la educación femenina no estaba tan arraigada en la sociedad.

Los Rieloff vivían con soltura: pasaban los veranos en una gran estancia en Quintero, que le habían comprado a la familia Cousiño.

-Había que llegar en bote desde Concón -recuerda Paulina, una de las hermanas menores de Juanita. Después había que esperar la hora del día en que la arena estuviera dura para pasar en auto y entrar a Quintero. Era un pueblo hermoso en esos años.

Un verano, con 15 años, Juanita fue elegida reina de belleza de Quintero.

En Santiago comenzó a trabajar como corredora de propiedades de las casas de su padre. Le gustaba la música clásica y la poesía. Pablo Neruda era un asiduo a la parcela de Macul.

Con 22 años, tras escuchar los relatos de un amigo, decidió embarcarse a Estados Unidos.

- No iba a nada en particular -dice su hermana Georgina. Pero fue la primera en darse cuenta de que ser una mujer independiente en Chile no iba a ser posible. Tenía ideas muy progresivas en relación al ritmo del país.

Con un pasaporte diplomático, conseguido gracias a los contactos familiares, Juanita Rieloff abordó el Queen Mary. Hizo escalas en Panamá, donde compró un par de zapatos con parte de sus ahorros, y en Cuba, dónde los vendió, ya casi sin dinero.

Según sus hermanas, en Miami tenía arreglado un alojamiento desde Chile con una familia.

Ella, en un diario de San Francisco, tiempo después, contó otra versión sobre su llegada:
- Me quedaban 15 céntimos en los bolsillos. La primera noche no tuve dónde dormir. En inglés sólo sabía decir taxi. Fui a un hotel y les pregunté por trabajo. Me presentaron a dos caballeros que tenían trabajo en una fábrica (...) Al día siguiente me subieron en un bus con otra gente. Al avanzar noté que había una multitud en la calle: era una huelga. Y yo era parte del equipo de rompehuelgas. Cuando me di cuenta dije:
-No, no, no
-¿Tienes qué comer?, dijo el hombre que nos llevaba.
-Pero no así.

Juanita se unió a la huelga. Ellos mismos, después, le consiguieron un trabajo.

Juanita estuvo casi dos años en Florida: trabajó en una bencinera y cuidando a un niño enfermo de parálisis. Regresó a Chile a ver a su familia y en 1957 volvió a Estados Unidos con su amiga Carmen Cruz y con su hermana Georgina. Su otra hermana, Paulina, se embarcaría poco después.

Se instaló primero en la Quinta Avenida, en Manhattan, cerca del zoológico.

- Nos escribía que los edificios eran tan grandes, que la gente se sentía como hormigas. Y ella era muy baja. Se fue al Village arrancando de los rascacielos.

A finales de los 50, el Greenwich Village hervía. Eran el puñado de cuadras con la gente más liberal en la ciudad más liberal de Estados Unidos. La generación beatnick en pleno se crió en esas calles: Jack Kerouac y Allen Ginsberg formaban parte del panorama.

- Estaba todo el mundo ahí -recuerda Georgina-. Mucha gente joven y todos con pretensiones artística y ganas de ser famosos.

En 1958 Juanita conoció a Robert Milos, un beatnik, ex combatiente de Corea, pintor, conocido por su trabajo experimental. Él, divorciado, la cortejó por mucho tiempo antes de formalizar una relación.

-Ella no creía en el matrimonio, salvo para tener hijos -dice su hija Elizabeth-. Y le habían dicho que no podía tener, así que no le veía sentido. Peleaban y volvían, pero se querían.

Milos estaba envuelto en la escena de los cafés, devenidos en centros culturales, donde los beats pasaban las noches. Había ayudado a Jon Mitchell, un conocido empresario nocturno, a rebajar el piso de un local ubicado en 116 de MacDougal Street: no le habían dado los permisos para levantar el techo y, en el estado en que lo recibieron, no entraba un persona de pie.

Mitchell inauguró el Gaslight en 1958. Pese a las limitaciones de espacio y a la prohibición de vender alcohol, se ganó un lugar rápido, sobre todo gracias a las lecturas de poesía.
Juanita, en esos años, trabajaba justo al frente, en el Café Wha?, el otro gran local del barrio. Manny Roth era el dueño:

- Le di trabajo a ella y a su hermana, como meseras. Juanita era muy sociable, muy motivada. Te diría que fue de las primeras activistas del barrio, estuvo en eso desde el principio. Era una especie de Jane Fonda del Village.

A los meses Juanita cruzó la calle:
-Le pidió permiso a Mitchell para instalar una carpa dentro del Gaslight para leer la suerte -dice Paulina-. Y le empezó a ir muy bien, porque todo el mundo estaba un poco en esa onda de la quiromancia. Era muy cómico.

Durante esos años, Juanita aprendió cómo funcionaba el Gaslight. Los artistas nuevos no cobraban tarifa, sino que al final pasaban un sombrero. Ahogados por los reclamos de los vecinos de los pisos superiores y por el calor del diminuto sótano, al abrir las ventanas el público tenía prohibido aplaudir; en su lugar chocaban los dedos, unos con otros.

A mediados del 60, Mitchell decidió deshacerse del Gaslight, acorralado por el pago de sobornos a la policía y a la mafia. Como estaban ya instalados ahí, le cedió el derecho de llaves a Juanita y su esposo, quienes, para solventar los gastos, se asociaron con unos conocidos de Florida.

Lo primero que hizo ella fue darle un giro, desde la lectura de poesía a la música folk.

-Juanita ya conocía a todos los músicos que estaban dando vueltas. Me acuerdo que Mary Travis vivía justo al frente del Gaslight y hablaba mucho con Juanita. Un día la tomó y le dijo: tú tienes una voz tan linda, deberías tocar con Peter y Paul. Y así nació Peter, Paul and Mary. Siempre estaba buscando actos nuevos. Bill Cosby, el humorista, también comenzó a tener más apariciones en el Gaslight gracias a Juanita. Me acuerdo que, tras sus presentaciones, él cruzaba siempre la calle y le traía un café caliente a Carmen Cruz, a quien Juanita había puesto en la caja -dice Georgina.

-Era un anfitriona muy buena. Se paraba en la entrada y hacía sentir a todos únicos e importantes -dice Schambach-. Era muy cálida. Así pasó lo de Bobby.

Está establecido que Dylan llegó a Nueva York, desde Minnesota, en enero de 1961, con dos ideas en mente: conocer a su ídolo Woody Guthrie y hacerse un lugar en el sobrepoblado mundo de la música folk. Lo primero lo logró temprano: se encontró con el cantante, muy maltrecho de salud, el último domingo del mes. Lo segundo fue mucho más trabajoso.

La primera vez que subió a un escenario fue en el Wha? Fue parte de la noche de aficionados del local. Roth, el dueño, recuerda:

-No era Bob Dylan en ese entonces, era Bob Zimmerman, un joven más. Llegó al Village a los 20, quería ganarse unos pesos con su guitarra. Pasó primero a mi café, pero puedo dar fe que Juanita lo ayudó muchas veces más en el Gaslight. Tenía muy poco dinero.

En efecto, los primeros meses de Dylan en Manhattan fueron duros: a su primer concierto como tal, pagado, en el club Gerde, llegaron apenas 54 personas. Estuvo viviendo de la solidaridad de extraños, durmiendo en sofá de gente, según iba conociendo, aceptando plata regalada. Así llegó al Gaslight, a Juanita, a Schambach, mirando desde la cocina.

- Ella se portó muy bien con él. Recuerdo que después de los conciertos le daba de una gran sopa de pollo. Muchas veces era lo único que los músicos comían en el día.

El dato lo refuerza Howard Sounes, autor de la biografía de Bob Dylan.

-Dylan efectivamente pasó buena parte de 1961 y 1962 tocando en el Gaslight. Las grabaciones de esos shows se convirtieron en un disco en vivo de culto editado hace poco. Dylan recordó al Gaslight, pero no a Juanita, en sus memorias:

Estaba obsesionado con actuar ahí. No podía ser de otro modo. Comparado con ése, el res­to de locales eran garitos desconocidos y deprimentes, tugurios de tercera (...). Yo tocaba en tandas de veinte minutos. Interpretaba las can­ciones folk de que me había apropiado, siempre atento a lo que pasaba alrededor. No era un sitio de postín; en él no había ni mesas de primera ni nada por el estilo, pero estaba siempre atestado. Al­gunos clientes se sentaban a las mesas, otros se quedaban de pie, apiñados junto a la pared de obra vista en aquel recinto de ilu­minación tenue y tuberías vistas. Había tanta gente que costaba respirar. No sé cuánta cabía en el lugar, pero siempre parecía que hubie­ra unas diez mil personas.

Paulina Rieloff, antes que naciera su primera hija, fue a buena parte de esos shows, acompañada de su esposo.

 -No se podía tomar, pero estaba todo el mundo volado. Iba mucho Lou Reed, Alan Ginsberg también, él hablaba mucho con Juanita. Cuando tocaba Dylan, ella se pasaba la noche haciendo callar a todo el mundo, porque decía que él era un poeta. A mi esposo, que era más de bares, le cargaba: no era lo que un afuerino esperaba de un show de Nueva York: era Dylan, flacuchento, chascón, con una armónica y una guitarra, sin que se le entendiera lo que cantaba.

Aunque no fueron amigos, Juanita y Bob también se veían fuera del café. Georgina Rieloff era parte del grupo.

-Una vez estaban los dos en las escaleras de un edificio en Macdougal Steet, tocando guitarra, riéndose, con un grupo de gente, cuando el dueño salió para afuera gritando, indignado por el ruido. Bob se molestó y le dijo que algún día él iba a ser dueño de todo eso.

En los 70, Dylan compró el departamento.



Juanita se casó en el City Hall finalmente en 1961, ya embarazada pese a los pronósticos. Pero tras el nacimiento, la relación fue empeorando. Una de las razones por las continuas peleas era el poco cuidado que ella le ponía a la contabilidad del café. Según Milos, los socios de Florida llevaban una doble contabilidad y por eso el negocio arrojaba pérdidas.

-Ella era muy confiada -dice Paulina-. Su esposo le decía que les hiciera contrato a los artistas, para sacar algo de dinero, pero ella le decía que eran espíritus libres, que no había que amarrarlos. Se negaba a creer lo de la doble contabilidad, hasta que un día llegó Impuestos Internos y ellos se mandaron a cambiar. Milos tampoco estaba, porque se habían peleado. Tuvo que pedirle 800 dólares prestados a mi marido y llevar sola el negocio varios meses. Peleó para que no cerrara y fue para peor, porque después volvieron los de Florida, con otros inversores, y le quitaron todo. Ella no tenía abogados, y tampoco hablaba inglés muy bien. Fue un golpe muy duro. Trató de pelear en tribunales, pero nunca lo recuperó.

Para finales del 62 Juanita estaba fuera del negocio. Richard Alderson, encargado del sonido, recuerda:

-Los Hood, padre e hijo, se hicieron cargo. Por lo que sé, bien pudieron habérselo despojado a Juanita. De a poco el público se fue alejando del Gaslight. A Dylan y toda su gente, después de ser famosos, el Gaslight ciertamente les importó una mierda.

Georgina cuenta que tiempo después escuchó a uno de los mismos músicos a los que Juanita ayudó a empezar, diciendo:

-¿Tu hermana? Juanita sí que está loca.
Ella no se aguantó:
-Loca, pero loca por haber ayudado a un desagradecido como tú.

Juanita Rieloff siguió, pese a todo, siendo una figura en el activismo de Nueva York. En 1966 abrió un centro comunitario en el Lower East Side para cuidar a los hijos de padres drogadictos. En 1967 organizó una comitiva del Village para ir a marchar al Pentágono contra la guerra de Vietnam.

Su vida amorosa fue ajetreada. Se separó definitivamente de Bob Milos y, en un doloroso pasaje, le contó a su única hija que su padre biológico realmente había sido un trabajador griego, con quien había estado antes de casarse. Tuvo más parejas significativas, una de ellas el propio Schambach, con quien pasaba cada verano en Woodstock.

-Vivíamos en una especie de comunidad. Muchos artistas iban ahí, Juanita los encantaba a todos. Era una mujer y media. Fueron grandes momentos: hacíamos el amor escuchando a Tchaikosky. Estaba muy enamorado. Una tarde, Tim Hardin, el compositor, nos escuchó conversando. Ella me decía, jugando: si yo fuera una dama, no me hablarías así. Y yo le respondía, y si yo fuera carpintero... porque, en efecto, yo era carpintero. Y Tim sacó de ahí la idea para escribir "If i were a carpinter".


En 1971, Juanita vivía con un pintor chileno radicado en Nueva York. Ese año consiguió, a través de un sobrino de un jefe mafioso local, el arriendo por 10 años de un galpón en el Soho para poner un nuevo centro de niños. Le pasó, para el trámite, cinco mil dólares.

- Pero el sujeto deshizo el trato -cuenta su hija-. Y no le devolvió el dinero. Mi mamá lo llevó a juicio, pese a las amenazas que el mafioso les hizo a ella y a su pareja. Duró mucho tiempo, pero le devolvieron el dinero. De todas formas, por seguridad, tuvo que dejar Nueva York, rumbo a Cambridge.

El golpe de Estado en Chile la pilló en ese proceso. Lo condenó activamente, junto con otros compatriotas. Recibió a la mujer de Salvador Allende en Estados Unidos, organizó marchas y acusó, desde allá, las violaciones a los Derechos Humanos. No volvería al país por los 17 años que duró la dictadura.

En Cambridge, Juanita organizó grupos de apoyo a los latinos: los asesoraba judicialmente, sobre todo a puertorriqueños.Se sumó también a la causa nicaragüense y salvadoreña.
Cruzó todo el país a dedo con su hija.

El 80, las dos se instalaron en San Francisco. Juanita terminó la universidad, ya siendo una mujer mayor. Abrió otra casa de acogida de niños. Cooperó en un centro contra la discriminación de los gays latinos. Apoyó las protestas por el bloqueo a Cuba. Viajó a la isla ocho años consecutivos, en la Caravanas por la Paz, llevando materiales de estudio a jóvenes cubanos. En el último, conoció a Fidel Castro.

Volvió a Chile poco antes del plebiscito. Celebró el triunfo del No, pero se fue a los meses.

- Entendió que el país que ella había dejado ya no existía y que se necesitaría mucho tiempo antes de que cambiara. Pese a conocer mucha gente del exilio, no le interesaban los cargos. Le interesaba ayudar, protestar. Ahora estaría encantada con los estudiantes -dice su hija.
De vuelta en San Francisco arrendó una gran casa en las esquinas de Mission Street y la Calle 16, una de las más peligrosas de la ciudad, apodada el Triángulo de las Bermudas por la cantidad de delitos. Quería hacer un  centro comunitario ahí. Nunca le salieron los permisos.

Juanita sufrió de artrosis. No creía en los doctores. Comía sano, no tomaba ni fumaba tabaco. Sólo marihuana, eventualmente.

Pasó varias temporadas peleada con su hija. No aprobó que se separara. Se reconciliaron.
Recordaba con cariño la época del Village: contaba historias de Dylan, de Peter Paul and Mary y de Bill Cosby. Nunca les guardó rencor por no verlos después.

En septiembre de 1999 le encontraron un tumor en el estómago. No quiso morir en el hospital. Se quedó en el Triángulo de las Bermudas.

Estuvo enferma siete meses antes de fallecer, en abril de 2000. En ese lapso la fueron a ver los cubanos, nicaragüenses, salvadoreños, gays, chilenos y los niños que habían crecido en sus guarderías.

Para su funeral, una caravana de 150 personas se tomó varias calles en San Francisco y, con guitarras, marcharon.

Juanita fue cremada.

Un año después, en enero de 2001, su hija aterrizó en Chile. Se fue a Quintero, arrendó un bote y justo frente al pueblo donde su madre fue reina, arrojó sus cenizas al mar.

Juanita Rieloff nunca quiso hacerse ciudadana de Estados Unidos.  Junto a Fidel Castro en una visita de la Caravana de la Paz. Condenaba firmemente el bloqueo a la isla.

3 comentarios:

Manhattanpoet dijo...

Este artículo tiene algunos errores cronológicos En esa época Many Roth tenía un café a la vuelta de la calle MCDugal en la calle Bleeker que se llamaba Cock & Bull,donde yo era mesera y Many Roth después creó el Whah junto después con Olives Garden que comoró con Rich Havens.
Otros errores: El amante Griego no era un trabajador como dice el artículo si no que un ingeniero hermano de Luisa Goulandris la esposa de Basili Goulandris los Astilleros más poderosos de Grecia.Mas grandes que Onassis.

DISCOTECA NACIONAL dijo...

Muchas Gracias por tu aporte!

Hedy Herrera dijo...

La conocí en el “ Triángulo de las Bermudas” en San Francisco. Se ofreció para organizar una exposición de mis trabajos en La Pena cuando salía en una de mis fallidos intentos de retornar a vivir en Chile. Imposible olvidarla sobretodo porque vive en el espíritu de su hija que sigue en San Francisco.